Recuerdos con Tradición

Bueno, allá va el primer relato del foro. Lo he rescatado y no sé quién lo escribió, pero seguro que a todos nos traerá bonitos recuerdos.

Recuerdos con Tradición


Nunca olvidaré aquél, el de mi noviazgo, pero sobre todo siempre recordaré la cara de satisfacción que llevaba mi padre y que no consiguió que se le borrara ni con la tremenda ronda de vasos que tuvo que convidar al Grupo en un bar de Aliseda.

Quién no recuerda sus primeros pasos en solitario, cuando nuestros padres ya nos habían enseñado lo esencial y entonces nos ilusionaba seguir aprendiendo solos. Esas armadas donde nadie iba, que solían dejarnos a los hijos y hasta allí subíamos sobrados de afición y a sabiendas de que probablemente, sólo alguno o ninguno tendríamos la suerte de ver un bicho.

Que bonitos recuerdos, que alegría que perdure esa tradición. Con el paso del tiempo veo que son imborrables, igual que veo que imborrable sigue siendo nuestra afición.

Precioso Deperrillo

Si señor, Deperrillo.

Ese es el mejor examen para la licencia de caza. No hay nada mejor que empezar de niño de morralero con tus ascendientes

Magnífico Ricardo

Muy bonito deperrillo. Yo quiero sentir ese temblor del que hablas, bien sea ante un lance montero, bien ante el vuelo de una perdiz o la carrera de una liebre. Creo que ese temblor, que a veces no te deja ni "engarronar" un conejo, es la pura afición.

Oscar.

Muy bonito deperrillo, lo acabo de leer y me ha encantado.

Yo por desgracia perdi a mi abuelo demasiado pronto, para que me enseñara todo lo que sabía de su vida, que era el perdigón al reclamo. Ahora está mi padre en ello, que me enseña sus videos, sus maneras y la verdad que me gusta mucho, solo que no me ha enganchado como a él todavía.

deperrillo escribió:

Bueno, allá va el primer relato del foro. Lo he rescatado y no sé quién lo escribió, pero seguro que a todos nos traerá bonitos recuerdos.

Recuerdos con Tradición

Aún recuerdo con cariño la última vez que salió mi abuelo al campo, lo llevó mi padre a zorzales y yo fui con ellos de perrillo, de esto hace más de 20 años.
Recuerdo la lumbre que preparó en su puesto para caldearse aquella fría mañana y como abrió su paralela y dejó de cazar para sentarse a disfrutar viendo como bajaba los pájaros su hijo y la afición con la que iba recogiéndolos su nieto. Por aquella época ya no tenían perros para la caza chica, puesto que mi padre hacía unos años que prácticamente sólo se dedicaba a la mayor. Pero mi abuelo, antes de colgar sus “achiperres” quería salir al campo por última vez y mi padre lógicamente, después de toda una vida cazando junto a él, se lo debía.

Cuantas mañanas monteando, siempre pegado a mí maestro. Frío, lluvia o mucho calor nos deparaba nuestra querida Sierra de San Pedro. Muchas de aquellas sin pegar un solo tiro, sin llegar a ver siquiera una res y en ocasiones, ni perros. Pero siempre volvía a acompañarle, pegado a él y con la esperanza de poder disfrutar viéndole un nuevo lance.

Recuerdo con nostalgia tantos días en el monte, con ese silencio inmóvil que mi padre me enseñaba y que sólo se rompía al escuchar aquellas incansables ladras. En mi memoria quedaron grabados los gestos que me hacía cada vez que el monte se dejaba oír. Es curioso cuanto pude aprender yo de aquello.

Hay cosas que con el paso de los años no cambian y entre otras muchas, hoy en día mis piernas siguen temblando tras disputar un lance como me ocurría en aquella época cuando le veía a él disputarlos.

Nunca olvidaré aquél, el de mi noviazgo, pero sobre todo siempre recordaré la cara de satisfacción que llevaba mi padre y que no consiguió que se le borrara ni con la tremenda ronda de vasos que tuvo que convidar al Grupo en un bar de Aliseda.

Quién no recuerda sus primeros pasos en solitario, cuando nuestros padres ya nos habían enseñado lo esencial y entonces nos ilusionaba seguir aprendiendo solos. Esas armadas donde nadie iba, que solían dejarnos a los hijos y hasta allí subíamos sobrados de afición y a sabiendas de que probablemente, sólo alguno o ninguno tendríamos la suerte de ver un bicho.

Que bonitos recuerdos, que alegría que perdure esa tradición. Con el paso del tiempo veo que son imborrables, igual que veo que imborrable sigue siendo nuestra afición.

Esto me suena de algo Ricardo , gracias.

Precioso y emocionante escrito Ricardo, gracias por compartirlo de nuevo, no lo había leido.

Los que hemos tenido la mala suerte de perder a nuestros maestros antes de tiempo, cada vez, !! Todas y cada una de las veces !!, que salimos al monte, inevitablemente lo hacemos con ellos en nosotros ; tan bien han sabido transmitirnos todo ese legado, que son, -parte de nosotros- es tan intenso el recuerdo que se percibe en el monte que, impresiona, parece que está ahí, contigo.
Ahora, es nuestro turno y debemos intentar hacer lo mismo con nuestros pequeños, se lo merecen; no se puede quedar en el tintero ese enorme mundo de sensaciones que es para nosotros, Los Cazadores, La Caza.

Saludos

Gran relato, si señor y" mu sentío". Yo también perdí muy pronto a mi padre y es en la soledad del monte cuando estoy de aguardo o monteando cuando mas unido me siento a el y mas recuerdo todas sus enseñanzas.