La cuestión es que hay que hacer algo con el lobo, desde el sentido común y la buena fe para todos, para el lobo el primero.
Dejar a los cánidos sin ningún control y además alimentándose de ganado lo cual es algo no natural que propicia un exceso de alimento y de camadas, es una temeridad, no sólo por los daños a la ganadería, sino porque estamos haciendo un experimento etológico que puede ser nefasto.
El lobo desde los albores de los tiempos convivió con los homínidos, supongo que primero fueron sus presas y después hubo una relación dominada por el hombre. Ahora no podemos invertir el proceso.
Después de tanto rollo, lo que quiero decir es que hay que cazar al lobo, para controlar sus daños y para que nos siga temiendo como lo que somos, el animal que está por encima de todos en la pirámide alimenticia.
Si dejamos de actuar como el superdepredador que compite por su territorio, cosa a la que nos obliga la administración, el lobo nos tomará por presas potenciales y llegará la desgracia.
Entonces nos lamentaremos de algo más que de ovejas muertas.
Me parece mentira que no lo vea quien ha de verlo o dicho de otro modo, que la Administración esté tan ciega o tan atada de pies y manos y que en este País quien lo tiene que arreglar no lo arregle.
Eliminar el lobo a sangre y fuego me parece un disparate, una barbaridad, pero tenerlo sobreprotegido e intocable me parece un disparate todavía mayor.
Mis simpatías están con los ganaderos que lo sufren y ven su modo de vida amenazado.