Empecé a escribir estas historias a finales del año pasado cuando Antonio 7RM me las recordó por haber llevado él de caza a su parienta, y las iba a subir al foro antes de Navidad, pero como a veces suele pasar, las empecé escribir y las dejé pendiente, y la cosa se va dejando se va dejando y… bueno, aquí están, espero os gusten. No he cambiado nada del principio, solo las he continuado hasta terminarlas.
La vuelta a la montería de nuestro querido compañero Antonio, y sus advertencias a su querida Isabel, me han hecho recordar este par de historias que hoy os cuento. Todos los que me conocéis en el foro, sabéis de mi impenitente sentido del humor, que a casi todo le saco punta como buen andaluz, pero en estas dos ocasiones, poco de eso habrá. Aclaro que ambas historias sucedieron en los 80.
-NO ES FÁCIL SER MONTERO-
Rara vez he doblado puesto con alguien, y las pocas veces que he aceptado, era porque sabía que iba a disfrutar más con esa compaña que yendo solo. Si no, no me merecía la pena la cacería. Pero como las cosas pasan porque tienen que pasar, porque así lo dispone El Creador y no hay mas que lo que Él dispone, pues… pasan las cosas que pasan.
Casi toda mi vida cazadora he alternado la menor con la mayor, y eso me daba ocasión de compartir las cosas de ambos mundos, porque curiosamente las cuadrillas de menor que yo frecuentaba, todos ellos solo iban a la menor, y los de mayor rara vez iban a menor.
A veces alguno de los compañeros de partida de menor, durante el taco, me pedía que contara cosas monteras, pero casi siempre me interrumpían con los lances de la menor que alguno sacaba entre medio, y yo la verdad, les seguía el traste de las patirrojas y de los malditos roedores y no insistía en terminar de contar mis experiencias monteras.
Pero como cuando la vida transcurre tranquila, viene el de arriba y te pone algo para sacarte de tu letargo, pues en una de esas salidas, el más viejo de la cuadrilla me suelta:
- Oye Paco, tengo un muy buen amigo, que tiene interés en iniciarse en las monterías, y quisiera asistir a una para ver el ambiente y si le merece la pena “meterse” en el lío. Ya sabes, comprar rifle y demás pertrechos.
Como lo ví venir, le dije que con su escopeta y balas, podría tantear alguna, y más adelante si la cosa “lo llamaba”, meterse en el berenjenal. Pero no cejó en su empeño :
- Le he dicho a mi amigo, que en la cuadrilla tengo un amigo montero, y que hablaría contigo a ver si lo llevabas a alguna este año.
- Tú ya sabes que yo monteo solo, ya lo he dicho algunas veces, que no me gusta que nadie me sople en el cogote mientras estoy disfrutando de los meneos del monte, que eso no es la menor. Cualquier cosa tira por tierra un lance, y más si es un novato el compañero, si lo conozco le meto las cabras en el corral, pero si no tengo confianza y me esmocha un lance y me cabreo, igual lo corro a tiros por la mancha. Así que nada de llevar novatos desconocidos al puesto.
Además, que es un riesgo muy grande si por desgracia sucede un accidente -le dije eso para meterle un poco de canguele, y que él se lo metiera a su amigo a ver si así desistía-. Pero nada, dale que te pego mi amigo me aseguraba que era un hombre mayor, muy consciente y tranquilo, y me perjuraba que no sería ningún estorbo. Se puso mas pesado que el del chiste del tío de la pluma.
Así que le dije que solo tenía una a la cual podía asistir, una que se daba el 24 de Diciembre y que no garantizaba que regresaríamos a casa para empezar la cena de Navidad (a ver si así se rajaba el novato). Esa montería me la había regalado un perrero amigo, y no iba a ser ni buena ni mala, pero por el compromiso tenía que asistir, aunque yo le dije a mi amigo que sería malísima y que no debía perder el día además de llegar tarde a la cena navideña, y que encima la cosa solo iba de guarros, porque venados había pocos y regulares. Todo eso le dije a mi compañero de partida, a ver si así se derrengaba el otro. Y tan feliz me las prometía yo con que aquello se había terminado allí. Ya dije que cuando El Jefe…etc.
Al día siguiente a las 9 me estaba llamando mi colega para decirme que a qué hora y donde quedaba con el otro.
El día de marras a las 6,00 H. de la mañana, monto en el viejo Land Rover al “futuro” montero, casi me doblaba la edad. El hombre, muy correcto y educado, habló lo necesario en el viaje, y yo, entre el traquetreo del espartano vehículo, y para quitarle mas las ganas, le di un sobeo verborreo de lo que podía y no podía hacer ni en la junta ni en el puesto (no sé si tanto como le dio Antonio a Isabel…jejeje), pero el hombre fue bien servido, porque me dijo que le recordaba a su sargento en la mili, cosa que tuvo su gracia.
Llegamos a la finca en la Sierra Norte de Sevilla, y sin más, le presenté a algunos conocidos, y al perrero amigo, el cual me sonrió en cuanto vio la compaña, sabiendo él mi animadversión a ir acompañados y mas con desconocidos, y con mucha guasa en un aparte, me soltó lo contento que se me veía con mi “padre” de compañero. El hombre de mientras hizo alguna amistad con algún montero, los cuales intentaban darle consejos, mientras él les decía, ya me ha dado la vara Paco todo el camino, me ha dicho eso y mucho mas, así que me pegaré a él todo el tiempo y que sea lo que Dios quiera. Y eso mismo fue… lo que Dios quiso.
Migas, café, anís, sorteo, las advertencias de rigor, la Salve, y pal puesto andando con los archiperres, que por una vez y para romper mis parcas costumbres, cogí todo lo que llevaba en el maletero para sumar al desaliento del novato, pues al puesto que nos tocó, era difícil llegar en esos años.
Ya en el puesto, distribuí el “material”, le dije que aprovechara el banquito con el que el mismo había cargado. Nunca llevaba al puesto aquel maldito banquito plegable de patas de madera que pesaba un quintal, y que jamás había yo catado intuyendo su incomodidad e inestabilidad, pero lo llevaba al puesto siempre que me tropezaba en alguna montería con el amigo que me lo había regalado. Aquel día no estaba allí ese amigo, pero hice cargar con él al pobre hombre. Pero “ el de arriba” no iba a dejar sin castigo a quien castiga sin motivo… así queeee.
Temiendo eso, quise compensar a mi acompañante haciéndole ver la hermosura del campo montuno a esas horas de la mañana, tan diferente de las lisas tierras de caza menor en las cuales cazamos en estas latitudes la menor. Y empezó el ruido en el monte, poco, pero algo había. Intentaba explicarle lo que esos ruidos significaban, las ladras, carreras, huidas, flojeos de perros, agarre no se escuchaba ninguno aún… y por ahora me iba saliendo con la mía porque mis previsiones se cumplían… por allí no pasaba ni el Tato que se hubiera perdido.
Aclaro que el puesto estaba junto a un chaparro, de espaldas a un tacón de monte de unos 3 - 4 mts de altura que estaba a unos 6-7 mts de nosotros, y que tenía un tiradero idóneo para mi express, no mas de 70 mts de largo donde se cerraba el monte, y unos 40 de ancho y con pendiente cuesta abajo, y a derecha e izquierda monte bajo y cerrado con algunos arbolillos de diferente madre.
Aquello transcurría con mas pena que gloria en mi puesto, y para mi sorpresa, mi acompañante parecía estar mas atento al campo que yo, era claro que desconocía lo lejos que estábamos de poder apiolarnos un guarro, pero el hombre tenía una cierta ilusión. Varias veces habíamos escuchado jaleo por la parte alta del tocón, pero algo lejano, el tiempo transcurrió muy lento para mi gusto, pues estaba deseando largarme.
Ya quedaba poco para que aquello acabara, y yo me había relajado sin esperar cortar pelo, pero se animó la cosa, y otra vez por encima del ribazo aquel, y por el ruido y las ladras parecía que se acercaba, así que escucharíamos pasar la fiesta por detrás como las otras dos o tres veces pasadas, y ya está… ¡¡¡ JA-JA-JA ¡!!.
Ambos de espaldas al tocón, por un momento, nos distrajo una ladra que venía del puesto de al lado, y sin más, un ruido raro que no nos dio tiempo a identificar, siento un empujón que me deja caer y me tira el express a tierra, mi acompañante era el que me había empujado y él también se había caído, delante nuestra a dos o tres metros corría un guarro curioso, sentado en la tierra agarro el arma y le soplo el cañón de abajo, queriendo partirle la rabadilla pues iba cuesta abajo el terreno, y tal vez por un mal encare provocado por la postura, le doy en sus partes y le reviento los testículos, el animal gruñe y chilla, y se achanta por un momento pero se repone e intenta reiniciar su carrera, yo también me repongo y ya de pié, el cañón de arriba lo para en seco con un tiro que le partió el espinazo y que por la trayectoria le llegó al corazón.
Busco al novato, y estaba en el suelo con muy mala cara, intento ayudarlo a levantarse, pero el hombre no colaboraba, estaba como en shock, pensé que se había hecho daño pero me dijo que estaba bien, se fue reponiendo y se levantó sin ayuda, se sentó en el banquito, y se cayó de nuevo por estar mal apoyado. Otra vez a levantarse, y le digo que si sabe que ha pasado…y :
- Me dijiste que no me despegara de ti mas de un par de metros como mucho, pero estaba mas cerca porque quería decirte algo en ese momento, y siento un ruido y un gran empujón en la cadera que me tiró de golpe, caí encima de ti y te dejé caer, después el fuerte estampido y el bicho ese largando sangre por sus partes…
Ahí paró de hablar, pues varios perros con su ladra que habían saltado el tocón, llegaban al verraco y se ponían guarros con él. El hombre parecía estar anonadado, mas bien traspuesto, la visión de la sangre, los perros cebándose, alguna pelea entre los canes, el perrero que llegaba dando voces como si el mundo se fuera a acabar, saca su cuchillo y remata al guarro, no sé por qué, porque bien muerto estaba. Todo aquello le pudo.
Terminó la cacería y no hablaba, de vuelta al puesto y viendo que seguía mudo, le dije que era la montería mas accidentada que había tenido y que si tuviera cada año alguna como aquella, no monteaba mas. Todo para animarlo y quitarle el mal sabor de boca, pero nada, mudo.
En la junta, el guarro dio poco mas de 70 kg. , eso era mas de lo que la finca prometía, pero la boca aún siendo buena, no acompañó al cuerpo. Despedidas y todos con prisa para volver a casa por ser el día que era. Nos subimos al Land y vuelta al traquetreo hasta que salimos de la carretera secundaria, durante el viaje de vuelta mi compañero de aventura no piaba, y después de un rato de respetar su silencio, y habiendo ya cumplido con mi compromiso de llevar al novato, intenté entablar de nuevo la conversación. Volví a decirle que en los años que llevaba monteando, jamás me había pasado nada parecido, y que seguro me retiraría sin que volviera a suceder algo así.
El hombre parecía estar en actitud meditativa, al rato me dice mi compañero de viaje que agradecía que lo hubiera llevado, y que en el fondo estaba contento con lo sucedido, pues eso era una advertencia de que la montería no era para él, que en la menor no había esos peligros, y que hoy le había pasado la muerte muy cerca, pues si el bicho aquél lo engancha con sus navajas y una vez en tierra se hubiera ensañado con él, o se hubiera vuelto hacía él en vez de huir, no lo habría contado, así que con esa experiencia ya había tenido suficiente.
No me atreví a intentar convencerle de nuevo, él estaba convencido de que aquello había sido una advertencia, y yo pensé, que quien me decía a mí, que no tenía razón. Así que lo dejé estar, y lo dejé en su casa, el hombre antes de irse me estrechó para mi sorpresa con un abrazo, y me dio las gracias por todo deseándome una feliz noche y un buen año nuevo.
Un mes después de aquello, le mandé la tablilla con las defensas del guarro, con la fecha y su nombre. Y una nota que decía algo así :
Para un hombre que descubrió en una cacería hasta donde llegaba como cazador, otros se llevan toda la vida cazando, y nunca lo descubren. Un abrazo.
*
La otra historia, fue algo mas simple, otro amigo de cacería , el cual tenía mucha afición, me había dicho que quería acompañarme solo para ver el ambiente, nada de entrar en monterías pues su economía y su tiempo no daba para eso.
Como fue tan sincero, y era de los que disfrutaba del campo y de la caza menor de verdad, le dije que sí, y quedamos para una montería que yo seleccioné para llevarlo, pues prometía buenos venados, que era lo que él me había dicho que le gustaría ver, los guarros no le llamaban la atención. Y en esa cacería seguro que un par de ellos se venían a casa.
Recogida a la hora convenida, y mucha alegría por su parte, ya le había advertido en otras ocasiones previas como debía comportarse en montería como acompañante, así que hablamos de otras cosas mas agradables, como el tiempo y lo bien que entrarían los bichos…” si el tiempo parece que acompaña”. Que si entrarían verracos… “alguno entrará, pero mi objetivo son los venados que los hay bien grandes ”. Que si había muflones… “los hay, pero no se pueden tirar hasta el año que viene por lo menos”. ¿¿Y los zorros ¿?... “no creo que veamos zorros, pero si mato un par de buenos venados y al final sale alguno, lo tiro, antes no”. Y gamos ¿¿ habrá gamos ¿?... a ver si te has creído que vamos al arca de Noé. Y así hasta que llegamos.
Se desenvolvía muy bien con las personas que le presenté, y curioseaba y miraba todo con su sempiterna sonrisa en los labios, que siempre estaban prestos a pasar a la risa. El hombre caía bien a todos, eso era lo habitual en él porque transmitía alegría y era muy animoso.
Nada, lo de siempre, migas, café…etc. Y después de todo el protocolo… al puesto. El Land llegó al sitio sin más, pues era una dehesa y casi llana, descargamos y llevamos las cosas al puesto que estaba relativamente cerca del puesto. La tablilla colgaba de una frondosa encina y allí soltamos la impedimenta. Me conocía y sabía que él podía cogerlo todo, excepto mi express , mi canuto y mis balas, eso jamás me los tocó nadie, me daba mal rollo que me tocaran esas cosas en el puesto, me daba inseguridad el que alguien las tocara, como si me fuera a descargar el rifle, o me dejara caer el canuto, o… ¡¡¡ coño manías de cazador ¡!!, a ver, el que esté libre de culpas… . Eso me ponía de mala leche y perdía la compostura, no lo podía remediar. Montar el express, ponerle el canuto y ponerlo a 6 X por lo largo del tiradero, meterle dos RWS KS de 247 grains y… .
Hala, a disfrutar del día, las palomas se burlaban de nosotros, de más sabían esas descaradas que hoy no había peligro, cada vez se confiaban mas, hasta que empezó el tiroteo y… alas para que os quiero. Que listas. Con eso el campo cobró vida, y los ruidos normales de la cacería se hicieron presentes para regocijo de mi amigo y de un servidor. Primeras ladras, alguna voz lejana de los perreros animando a su ruidosa tropa, algunos tiros lejanos y pasado un buen rato, un pavo que encabeza una piara de hembras con algún otro macho y que me vienen cejados y zorreando entre las sombras, no venían perseguidos, se anticipaban a los perros para no alertarlos con sus carreras, y cuando llegaron a unos 200 mts se pararon y el pavo se encerró entre su tropa, así no había manera de tirarlo. Mi amigo con mis Leica diciéndome por lo bajini (como yo le había enseñado) lo que creía oportuno, yo ni le escuchaba de lo concentrado que estaba en ver al cabestro aquel del cual solo asomaba la cuerna entre los lomos de sus concubinas y lacayos, mezclado con los otros cuernos menos llamativos.
Justo en ese momento se destapa el bicho y le mando una KS a saludarlo, una vez recibido el saludo, la suelo, y no tardó nada en dejar de moverse, ni medio minuto. Un tiro perfecto. Me felicita mi amigo muy efusivamente, y me dice que 16 puntas tiene el bicho, que no, que eran 17 que yo bien que lo había visto, pero no se lo dije para no distraerme con lo ya hecho.
Todo seguía muy bien, fallé un 18 puntas cojonudo y un guarro mejor que bueno, le rematé de un tiro de costado a media carrera un venado al puesto de la lado que para mi lo hubiese querido, y mi compañero disfrutando como nadie, le ponía mucha afición, como la de un chiquillo cuando va por primera vez con su padre al monte, daba gloria verlo. Y pensé… “joder que pena que este hombre no tenga medios, con lo que está disfrutando, me lo traeré de caza cada vez que él quiera, así da gusto ir acompañado, le voy a regalar la cabeza del mejor venao que cace hoy, para que la cuelgue en su casa y se anime”.
Y en esas estaba cuando las ladras me sacan de mis pensamientos, y mi amigo me dice que por mi derecha me viene un venao con buenos candiles a todo trapo y apretao por los perros (como aprende el tío la jerga montera, pensé), y así era, lo metí en el canuto y vi que los perros venían a unos 7-8 metros por detrás del animal y a todo meter, estaba a unos 100 mts y era bueno, y como quedaba poco para terminar la montería, otra KS lo hizo rodar como una pelota, los perros casi se pasan en su carrera, y se le echaron encima. Le dí el arma en la mano con el seguro puesto al amigo y le grité que se quedara allí. Mientras, yo corría hasta el venao, no quería que los perros lo mataran a diente, ningún animal merece esa lenta, dolorosa, violenta, y traumática muerte.
Mientras corría saqué el viejo Covarsi que era capaz de afeitar cualquier cosa, sin mas me tiré al animal que tenía los ojos de pavor en su semblante de verse los perros encima devorándolo, y le hundí el cuchillo en el codillo, expiró el animal en pocos segundos, y sus ojos se relajaron sin llegar a cerrarse, y su cuerpo descansó. Limpié la hoja en el pelo del animal, mi mano estaba llena de sangre, así como el puño de la camisa y el jersey, el viejo chalequillo de cuero sin mangas y el pantalón de pana también, pues los perros al agacharme yo para el remate, se me habían restregado en su pelea con el astado. Me erguí satisfecho mirando la cuerna del venao. Devolví el cuchillo a su reposo, y lo aseguré con la hebilla, pero al volverme me encuentro casi encima de mí a mi amigo, con los ojos desencajados mirando al venao, no quitaba su vista de la cara del bicho, mi express lo tenía abrazado contra su pecho como si de un niño chico se tratara… una estatua era.
- ¿? No te dije que no te movieras del sitio hombre??, -casi le grité-.
Pero nada, el seguía hierático, sin moverse, sin escucharme. Estaba impresionado por lo que había visto. Poco después reaccionó, y me dijo que salió corriendo detrás mía por si me hacía falta el arma (esa explicación por lo visto no le quedó clara… “no acercarse a rematar con arma de fuego”), pero que los ojos de aquel animal eran enormes, y estaban llenos de miedo, y que comprendía porque yo había corrido tanto para rematarlo, pero que él jamás volvería a ninguna montería, y que jamás mataría a ningún animal grande por mucho dinero que tuviera, ni aunque le regalaran los puestos, que los conejos y perdices no miraban como lo había mirado aquel venao. Y que jamás en su vida olvidaría esa mirada.
Lentamente caminamos hacía el puesto, y yo no tenía ya ganas de tirar nada mas, pues basta con que no se quiera algo para que ocurra, y si volvía a tirar otro venao y pasaba lo mismo (cosa harto difícil pero no imposible), pues otro drama si había que rematarlo. Así que desmonté el arma, y guardé los archiperres, pues con dos venaos la cosa estaba mas que bien (el cupo eran tres). Charlábamos por lo bajo sentados bajo la encina, cuando mi amigo vuelve a la vida de un salto, y me dice, mira mira, allí… ¡¡¡ un zorro ¡!!. Su puta madre (la del zorro, claro).
Ni se me ocurrió intentar regalarle la cabeza. Como para miradas eternas en el salón de su casa estaba el hombre.
Lo dicho, no es tan fácil ser montero.