Con escopetas, madreñas y boinas
40 cazadores participaron en Sinariega en una montería a la antigua usanza. A caballo, sin emisoras, sin coches, ni rifles de largo alcance, abatieron un jabalí de 60 kilos con un disparo del veterano Cosme CarrilGuillermo Fernández y Dani Busto | 26-02-2018 | 23:39|
La localidad parraguesa de Sinariega acogió el sábado una cacería de jabalí a la antigua usanza. Como hace más de medio siglo. A decir, en verso, del organizador, Miguel Rosete, la montería se celebró «sin emisoras ni coches, sin gorotex ni guantes, sin apoyos, sin lentes, ni rifles de largo alcance. Solo con escopetas y boinas, madreñas y buen talante».
Desde las siete de la mañana, una incombustible fogata sirvió para acoger a los cazadores que iban llegando a cuentagotas. El mercurio del termómetro marcaba cuatro grados bajo cero y una visera de niebla hacía invisible el caudal del Sella. A lo lejos se divisaban las cumbres nevadas de Ponga, Piloña, Parres y Cangas de Onís. A las 8.28 horas, el sol hizo acto de presencia en lo más alto de la cumbre de Bustarnales.
La jornada se inició con un contundente desayuno, del que formaban parte chorizos y panceta a la parrilla, empanadas, tortillas, escalopes, tortos de maíz, huevos cocidos, bollos preñaos, quesos, embutidos y fayuelas. No faltaron tres cajas de sidra y otras tantas cántaras de vino. A toque de corneta se sortearon los puestos, que cada uno fue sacando del interior de una gorra.
En el atuendo de los presentes no faltó detalle. De abajo arriba, la mayoría vestían madreñas, zapatillas, calcetines de lana, pantalón de mahón, zurrón, chaleco del que colgaba un reloj con leontina, chaqueta de pana, boina y a la cintura una canana repleta de cartuchos.
El más elegante de todos fue Vicente Fornos Arminio, llegado desde Nocéu. Desde Palma de Mallorca, expresamente para la ocasión, se desplazó el riosellano Alberto Ruiz, quien se acompañaba de una escopeta Laurona, de cañones paralelos, comprada hace 53 años por 2.500 pesetas, en la armería de la villa que regentaba César Bravo.
El más veterano, de 79 años, fue el colungués Ángel Luis Álvarez Bada ‘Pernús’, quien se presentó con una escopeta fabricada por el Trust Eibarrés. El parragués Juan Manuel Rancaño acudió con una Víctor Sarasqueta que cuenta con medio siglo de vida y Josemari Gonzalo se presentó con una ‘Terrible’, que a falta de correa sujetaba con una cuerda. A lomos de ‘Ramses’, un dócil caballo con sangre inglesa, árabe y española, llegó Bea Rosete, la única cazadora del grupo.
Cazadores y monteros posaron en una foto de familia antes de dar comienzo la batida, en la que Cosme Carril Vega abatió un jabalí de 60 kilos, en Los Molinos. :: fotos Juan Llaca
Para levantar la caza allí estaba el cangués Juan Luis Tamés, con una grifón vendeano de nombre ‘Luna’ y dos asturcántabros bautizados como ‘Sol’ y ‘Sella’. Los riosellanos Luis Peinador, Víctor Caravia y Álvaro Blanco llegaron con siete grifones asturcántabros. El afamado montero parragués Epifanio Sánchez se presentó con un grifón azul de Gacuña apodado ‘Rifé’. Y Roberto Martínez llevaba en la traílla sangre francesa, tres saintongeois llamados ‘Zar’, ‘Yuca’ y ‘Sel’.
El resultado de la jornada se concretó en la captura de un macareno de 60 kilos, abatido por el riosellano Cosme Carril Vega. Por tres veces se tiroteó sin fortuna a un navajero que rondaría los cien kilos, en la Cuesta de Tercies. Ya lo había pronosticado Miguel Rosete al salir hacia el monte: «Vamos a cazar, señores, en honor a nuestros padres, recordando viejos tiempos en este hermoso paraje y, si se abate una pieza, habrá fiesta y habrá baile». Y así ocurrió.
Los participantes en la batida combatieron el frío matinal a la orilla de una benéfica hoguera.
Los participantes en la batida combatieron el frío matinal a la orilla de una benéfica hoguera.
Guillermo Fernández y Dani Busto
Con escopetas, madreñas y boinas
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