Un siglo en el reino encantado de los rebecos
El complejo y exquisito proyecto científico que ha hecho posible volar de nuevo a los quebrantahuesos sobre las cumbres cantábricas, medio siglo después de haber sido extinguidos. Los laboriosos planes que llevan a cabo los biólogos para evitar la desaparición del urogallo cantábrico, una de las aves más amenazadas de Europa. Un gobierno tripartito con normativa a veces contradictoria para el mismo territorio. La incomprensible tolerancia en concesiones cinegéticas de especies protegidas dentro del parque nacional. La extraordinaria presión de un turismo tan masificado como irrenunciable, que viene a este santuario como si acudiera a un parque de atracciones de la naturaleza. Los proyectos de nuevas infraestructuras que amenazan en hacer aún más accesible el espacio natural...
Cuestiones todas de calado que definen el presente del primer parque español que se declaró hace exactamente cien años. Dan fe de algo que los expertos señalan: Picos de Europa es el parque nacional español con la problemática más potente y una naturaleza vigorosa. "Aunque en el parque nacional confluyen cantidad de intereses contrapuestos, sigue siendo una de las joyas de la naturaleza de nuestro país", reconoce Rodrigo Suárez Robledano, director del Parque Nacional de Picos de Europa al hablar del aniversario.
Excepcional patrimonio natural
Situado a caballo de tres Comunidades Autónomas: Asturias, Cantabria y Castilla y León, el Parque Nacional de los Picos de Europa tiene una superficie de 67.455 hectáreas, lo que le convierte en el más extenso de la red española. Reserva de la Biosfera y parte integrante de la Red Natura 2000, es el único con poblaciones en el interior.
El espacio protegido acoge la mayor formación caliza de la Europa atlántica, con una antigüedad de 300 millones de años. Con más de 200 cimas de 2.000 metros, destacan en su geografía grandes y abruptos desniveles, por encima de dos kilómetros, que son superiores a los que presentan los Pirineos.
Sus ecosistemas abarcan alta montaña, prados y lagos alpinos, turberas y brezales, bosques caducifolios de haya y roble y potentes cauces fluviales que han abierto imponentes valles y gargantas, sobre todo los tres principales ríos: Cares, Sella y Deva.
El más ligero apunte obliga señalar que aquí prosperan más de 2.000 especies vegetales documentadas, junto a una riqueza faunística que incluye el 88 por ciento de los mamíferos ibéricos, destacando oso, lobo, gato montés, nutria, cabra montés y una notable población de rebecos. Cerca de 200 aves reproductoras, que representan el 72% de las españolas, con presencia de quebrantahuesos, urogallo, águila real y halcón peregrino. También hay que citar el 82% de los anfibios de la Península y el 63 por ciento de los reptiles.
Biodiversidad poderosa que, sin duda, mostraba hace cien años un esplendor mayor, aunque las amenazas y problemas ya estaban presentes entonces, siendo causa principal para su protección. Desde antes de su nacimiento, el primer parque nacional español padeció la oposición de diferentes sectores, originando una controversia que obligó al carácter provisional de su declaración, provisionalidad que se extendió tres cuartos de siglo. Tres años antes de su creación, una comisión de ganaderos y agricultores de la zona se desplazó a la capital del reino para indagar las consecuencias del espacio protegido. La declaración del parque siguió adelante a pesar de todo, aunque sorprende conocer las bucólicas razones con las que se justificó su creación.
Naturaleza, religión y patria
La protección de la naturaleza en los comienzos del siglo XX otorgaba a los valores estéticos y, si se quieren llamar así, culturales, idéntica importancia que los ambientales. Una frase recogida en el libro de la época sobre el Parque Nacional de Covadonga, escrito por Muñoz Goyanes, refleja este sentimiento: "Los Picos de Europa se elevan, majestuosamente, como eterno monumento a la Historia de España".
El concepto lo compartió sin duda Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa e impulsor de la creación del parque nacional cantábrico y de los primeros espacios naturales protegidos de España y Europa. En uno de sus discursos en el Senado proclamó: "Y al ser de España, señores Senadores. Los Parques Nacionales tendrán forzosamente el carácter de Reconquista; de Reconquista, sí, del territorio nacional...".
A la izquierda, Pedro Pidal, Marques de Villaviciosa junto a Gregorio Perez Demaria 'El Cainejo', los dos primeros en ascender a la cumbre del Pico Urriellu (Foto: Archivo familiar). A la derecha, Alfonso Martinez en la cumbre del Picu Urriellu (Foto: Bustamante de Potes).
Amigo personal de Alfonso XIII, no debió resultarle difícil a Pidal convencer al monarca para que asistiera a los solemnes actos de creación del parque nacional en su cazadero favorito. La cita que acompaña su tumba en Ordiales refleja la pasión que sentía el marqués de Villaviciosa por este espacio natural: "Enamorado del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, en él desearíamos vivir, morir y reposar eternamente, pero, esto último, en Ordiales, en el reino encantado de los rebecos y las águilas, allí donde conocí la felicidad de los Cielos y de la Tierra, allí donde pasé horas de admiración, emoción, ensueño y transporte inolvidables, allí donde adoré a Dios en sus obras como Supremo Artífice, allí donde la Naturaleza se me apareció verdaderamente como un templo".
El 8 de septiembre de 1918, los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, inauguraron en la sagrada cueva abierta sobre el río Auseva el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.
Aunque la declaración se realizó de manera oficial el 22 de julio de aquel año, la razón para retrasar la ceremonia fue hacerla coincidir con el XII Centenario de la Batalla de Covadonga. Así se reforzó la idea de que la cuna de la Reconquista nació en este punto de Asturias, al tiempo que se unían naturaleza, patria y religión, en un periodo en que el país aún estaba tocado por el desastre del 98.
Vista del Pico Urriellu desde Horcados Rojos.
Esta idea, que hoy se antoja grandilocuente y trasnochada, pero sobre todo nada científica, justificó la declaración de Covadonga y no del conjunto de los Picos de Europa como el primer parque nacional español. Aunque es cierto que el macizo occidental, también llamado de Covadonga, es el más amplio de los tres que componen los Picos de Europa, las razones de la exclusión del Central y de los Picos de Andara no fueron ambientales, sino patrióticas, religiosas y de conveniencia.
Hubo de esperar 75 años para ver cumplido algo que la naturaleza hizo desde el inicio y que fue el sueño de los conservacionistas desde la declaración de 1918: la inclusión de todo el macizo montañoso dentro del espacio protegido y no solo su mitad occidental. Es decir, la reconversión del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga en el Parque Nacional de los Picos de Europa, algo que sólo fue posible en 1995.
El apetecible gigante que puede morir de éxito
Un parque nacional es una figura apetecible que da prestigio y genera beneficios económicos. Es lógico el interés que despierta en los gobiernos de las Comunidades Autónomas encargadas de su gestión. Esto que en ocasiones es beneficioso para el lugar protegido, en Picos de Europa se ha convertido en su principal amenaza, pues lo gobiernan tres Autonomías, cada una con sus propios intereses.
"Picos de Europa tiene su problema más importante en el tripartito. Que lo gobiernen tres CCAA resulta algo difícil. Hace que la idea de unidad que siempre debe tener una montaña se disocie", explica Eduardo Martínez Pisón, catedrático de Geografía, responsable del proyecto del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales, PORN, del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y unánimemente considerado uno de los mejores y más profundos conocedores de las montañas españolas.
Refugio de Collado Jermoso.
El parque nacional es, por otra parte, un poderoso atractivo turístico y primer motor económico de las zonas de León, Cantabria y Asturias donde se asienta. El espacio protegido recibió en 2017 más de dos millones de visitantes, siendo el tercero más visitado de España después del Parque Nacional del Teide, con 4 millones de turistas, y del Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama, 2,4 millones. La mayoría de los visitantes de Picos no se contenta con darse una vuelta por los alrededores del teleférico, como hacen quienes visitan el Teide, sino que practica un turismo más activo, especialmente senderismo y bicicleta de montaña.
La caminata por las redes de senderos de media y baja montaña y el excursionismo de alta montaña son las actividades principales. Destaca sobremanera la Senda del Cares. Recorre la Garganta Divina, tajo abierto por el río salmonero entre el Macizo del Cornión y los Urrieles. Es el camino más frecuentado de España, con más de 200.000 caminantes al año, número similar a los visitantes que recibe el Museo de Arte Romano de Mérida.
En la otra parte del parque nacional, durante los meses de verano, solo es posible acceder a los Lagos de Covadonga en autobús. Como tantas veces, lo que esconde el lado B de la medida tiene cariz económico. El billete al bucólico escenario de los lagos de Enol y la Ercina, servido por una compañía nacional de transporte, 13 kilómetros de recorrido, cuesta 9 euros. Un billete entre Oviedo y Cangas de Onís, 72 kilómetros, vale 7 euros.
Hayedo en invierno en la senda desde Fuente De.
Medida transitoria en cualquier caso, si se hace caso al runrún que señala con insistencia la 'necesidad' de un funicular a los Lagos. Conviene recordar un caso parecido, el tren-funicular de Bulnes. Se inauguró en 2001 con la excusa de romper el aislamiento de la decena escasa de vecinos que entonces tenía el pueblo, el único no comunicado por carretera de Asturias. Su construcción obligó a una inversión de 1.900 millones de pesetas, unos once millones y medio de euros, llegó a decirse que hubiera sido menos gravoso para las arcas del Principado ponerle un piso a cada uno de aquellos vecinos en Oviedo.
Hoy, sobre todo utilizan este tren-funicular los turistas. Suben de manera masiva: 60.000 al año, ingente cantidad de personal que accede a una naturaleza frágil. Sin el remonte, la mayoría se quedarían en Puente Poncebos, al inicio de la exigente canal del Texu, el tradicional camino que lleva a Bulnes. El ejemplo mantiene escamados a los conservacionistas, a quienes más que a proyecto ambiental, el proyecto del funicular de los Lagos les suena a otro pucherazo económico y a una nueva agresión ambiental a Picos de Europa. El tiempo lo dirá.
Evolución del Parque Nacional de Picos de Europa | EL MUNDO:
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