Ayer viernes, en el Restaurante Arturo de Cantoblanco, sus amigos y compañeros de caza, le organizamos a Pepe Madrazo, un homenaje por la consecución de tan merecido premio Weatherby 2019.
No es el único homenaje que ha recido Pepe, antes de que le entregen en Dallas formalmente el Premio de este reconocimiento en enero de este año próximo. Hace poco le han organizado otro en Madrid, el Real Club de Monteros, el Consejo Internacional de la Caza, la Cofradía Culminum Magister, el Capítulo Ibérico del Safari Club y la Hermandad de San Humberto.
El nuestro, quizá más íntimo pero seguro más emotivo, donde nos encontramos los viejos y los nuevos amigos de Pepe, compartimos en Cantoblanco mesa y mantel. Un sitio como bien glosó Pepe, donde los taponazos del campo de tiro contiguo saben a gloria y no asustan a nadie.
Pepe, tuvo especial recuerdo de los otros tres premios Weatherby españoles y grandes amigos suyos. Valentín de Madariaga en 1977, Ricardo "Ricki" Medem en 1997, Enrique Zamacola en el 2000, de los que solo este último junto con Pepe están entre nosotros.
Fueron estos y por ese orden, los que le metieron el gusanillo en el cuerpo de conseguir este Nobel de la caza, que exige actualmente cazar más de 390 especies distintas de animales por todo el mundo, porque el gusanazo de la caza (sin lista de espera y ejecución) ya le iba desde mucho devorando las entrañas, y supongo que el bolsillo también.
De su alocución y agradecimientos, me quedé con algo que me llégó al corazón en estos momentos tan convulsos y desisntegradores de una Gran Nación como es España. Mostraba Pepe, que su gran satisfacción por la consecución del Premio, era que el premio había vuelto a España despùés de casi 20 años. Que además fuese un cuarto español el que accedía al premio Weatherby, de los siete que se han otorgado a personas del continente europeo, dentro de los 63 otorgados en todo el mundo desde la creación de la Fundación Weatherby en 1963. Que eso, es lo que representaba para para él su mayor logro.
Pepe que es un gran relator y también un magnífico escritor de libros cinégeticos, nos contó alguna de sus peripecias por tantos países recorridos, sin que los malos momentos que los hubo, le hayan hecho arrependirse de nada.
Le regalamos un precioso bronce de un precioso macho ibérico, realizado por un reconocido escultor que también es amigo suyo y que nos acompañó en la velada, y cuyo nombre voy a omitir por respetar las Normas de este Foro.
Después, cuando cada mochuelo reclamaba su olivo, nos despedimos para la próxima montería que compartimos el 23 de noviembre y que me toca a mi conducir.
Bien por Pepe.