El Noble Arte de la Cetrería

El otro día, estuve viendo un reportaje sobre unos cazadores españoles que viajaban a Republica Checa para cazar en cotos sociales. Lo cogí ya empezado y me sorprendió cuando les vi recoger sus armas en el aereopuerto de la republica. Los instrumentos que utilizaban para sus abates eran águilas reales, halcones y azores. Habían sido invitados por cazadores checos y era la segunda vez que probaban suerte en aquellas tierras.

El primer día de cacería fue sorprendente, los resultados no fueron excesivamente buenos pero los lances eran espectaculares. Iban cazando en mano por unas bastísimas siembras que parecían no tener linde, eran alrededor de 15 cazadores con sus respectivos “pájaros cargados”. Si la presa con la que topaban era una liebre, un cazador a azor le enviaba su pájaro. El azor acosaba a la presa hasta echarse sobre ella, una captura impresionante. Si la presa que les salía era un faisán, otro de los cazadores le enviaba un recado con su halcón, que de forma precisa y tras un rapidísimo vuelo disputaba su lance. En fin, una maravilla.

El plato fuerte se reservaba para las águilas reales; el corzo, corzas en esta ocasión. Ese primer día de cacería fallaron varios lances, aun así, era una maravilla ver como el cazador lanzaba su águila buscando la presa. Cada águila real pesaba entre 4 y 6 kilos, mientras que las corzas que acechaban pesaban entre 15 y 35 kilos. Ver los lances era un espectáculo tremendo, aunque pocos lograban llegar a buen fin. Hasta que en uno de esos lances, una de las águilas consiguió apresar una corza de espléndido tamaño. Imaginaros la imagen, una maravilla. Una vez apresada la pieza, el cazador salía a correr a toda velocidad hacia el lugar donde se encontraban ambos bichos, debía rematarle la corza a su águila y premiarla permitiendo que pruebe bocado de la presa.

Con el primer día de caza concluido, los cazadores se fueron a la cama y dejaron sus pájaros durmiendo al aire libre. Explicaban que si la temperatura ambiente de esa noche iba a ser fría, pero no en exceso, les venía estupendamente a las águilas reales para perder calorías. Eso implicaba que para la cacería del día siguiente, sus pájaros tendrían mayor ansia por cazar. Y así fue. Al día siguiente los lances sucedían uno tras otro y la mayor parte de ellos con éxito. Las águilas cobraron 5 ó 6 corzas, además de la caza menuda que cobraron azores y halcones. Después de haber visto el reportaje, reconozco que me siento fascinado por la nobleza de estas cacerias. Sin duda, son una maravilla.