La paradoja de la caza de trofeos como herramienta de conservación
En España hay claros ejemplos de que el valor del trofeo ha ayudado al crecimiento de las poblaciones de rebeco y cabra montésJosé Luis López-Schümmer
07/10/2019 16:54h
Si uno introduce en el buscador de artículos científicos en internet Google Scholar las palabras «trofeo, caza y conservación», aparece un listado de casi 24.000 artículos, una cifra que nos confirma que la ciencia ha prestado mucha atención a esta materia desde hace tiempo. Sin embargo, el papel que la caza ha tenido en la conservación de muchas especies y espacios es poco conocido y difundido.
En África, la caza de trofeos (ya en muchos círculos «caza de conservación») se practica en 23 países. Muchos estudios reconocen el valor de la caza como herramienta de conservación de especies y como elemento dinamizador de la población local, que está sujeta en muchos casos a situaciones de pobreza. Que la caza es un elemento fundamental para la conservación es un hecho probado científicamente; y hay casos en los que la gestión cinegética ha permitido el incremento casi exponencial de especies como el elefante, la cebra, el rinoceronte y no pocas de ungulados. Namibia pasó de tener 7.000 a 20.000 elefantes; Mozambique, de 1.200 a 25.000 búfalos; y Angola, de 5.000 a más de 13.000 jirafas.
El papel de los cazadores
En Norteamérica, la protección de la naturaleza a través de la caza de trofeos es un hecho demostrado, en gran parte gracias a los Departamentos de Conservación de Naturaleza, pioneros a nivel mundial, y a los propios cazadores, que siguen encarnando los valores de conservación que desde otros lugares se intentan imitar. Estos esfuerzos se han traducido en la conservación del ciervo de cola blanca, el wapití, varias especies de caribú y alces, el carnero y la cabra de las Rocosas, así como varias especies de osos, el puma de las montañas o el «extraño» antílope americano. Las cifras son elocuentes; a principios del siglo XX, se estimaba que en Estados Unidos había menos de 500.000 ciervos de cola blanca, cerca de 40.000 wapitís de Roosvelt y sobre 5.000 antílopes americanos. A principios de los noventa, había respectivamente 27 millones, más de 800.000 y más de 1 millón.
En Europa, la caza de trofeos también ha contribuido a salvar de la extinción a especies que, sin este interés, posiblemente se habrían extinguido o sus poblaciones habrían quedado reducidas al mínimo.
En España, hay claros ejemplos de que el valor del trofeo ha ayudado al crecimiento de las poblaciones de rebecoy cabra montés que estuvieron a punto de desaparecer durante la primera mitad del siglo XX y que hoy existen por el interés cinegético y la creación de reservas de caza. En el caso del ciervo, que había desaparecido del norte y del este de España, gracias a la gestión de los cazadores, ha repoblado prácticamente la totalidad del territorio peninsular.
Para prevenir situaciones de mala gestión de las especies, en el año 1963 se redactó el conocido CITES, un acuerdo internacional concertado entre los Gobiernos (hoy 183 países) cuya finalidad es «velar por que el comercio internacional de especímenes de animales y plantas silvestres no constituya una amenaza para su supervivencia». El CITES tiene un impacto directo en la caza de trofeos, dado que toma decisiones sobre los niveles de extracción de ciertas especies, como sucedió hace unos meses en el congreso celebrado en Suiza.
En los últimos tiempos, el conflicto entre los detractores y los defensores de la caza de trofeos se ha incrementado. Este conflicto lo es a distintos niveles, desde la comunidad científica hasta los Gobiernos, pasando por asociaciones no gubernamentales. Un choque que, sin duda, perjudica finalmente a las especies que tenemos y debemos proteger.
Se deberá seguir trabajando para que la caza de trofeos no sea un problema, sino parte de la solución. Tampoco dudamos que habrá casos en los que la caza deberá ser repensada, especialmente en especies que están en declive. Pero lo que tenemos claro es que son aquellos lugares en los que las especies tienen un valor (incluyendo el trofeo) donde se ha conseguido preservar sus hábitats, hábitats que, de otra manera, muy posiblemente habrían desaparecido.
La paradoja de la caza de trofeos como herramienta de conservación
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