Como estamos como estamos, y ustedes tenéis tiempo hasta para aburrirse, pues colaboraré con este confinamiento obligatorio lo mejor que pueda, igual os distraéis un rato, que con eso me conformo.
El lunes pasado iba por la calle y desde la acera de enfrente alguien me saluda, no lo reconocí, era imposible, no lo veía desde hacía más de veinte años y yo por aquel entonces llevaba bigote, otro peinado, algunos kilos más y todos esos años de menos. Fue él, el que me tuvo que recordar quien era, y a pesar del coronavirus, crucé la calle y me puse a la distancia “oficial” de dos metros marcada por la ley, aunque sin darnos cuenta, añadimos un metro más por si acaso, cuestión de supervivencia.
Era el hijo de un antiguo montero desaparecido hace años, y que yo ignoraba que se nos hubiera ido, ya que nuestro contacto fue muy breve, y allí, y con la parquedad de tiempo que nos marca esta situación, nos pusimos brevemente al día de nuestras vidas. En esos escasos cinco minutos, me dijo que él no había seguido los pasos de su padre, y solo iba a la menor de vez en cuando, y que mucho más a jugar padel, pero que nunca olvidaría la primera vez que fue de montería… lo hizo conmigo.
Cuando nos despedimos, esa conversación me transportó en el tiempo, y me hizo recordar los hechos que hicieron esa montería muy especial, y aquí tenéis relatada su historia. Os llevaré un rato de caza, vamos a ello.
BENI
A finales de los 80, tenía yo cierto interés en acudir a una montería a la que asistí unos tres años antes, pero que por circunstancias no pude ir en los dos años siguientes, así que una vez terminada la temporada, me puse en contacto con la familia dueña de la finca, y me dijeron que lo sentían muchísimo, pero que la tenían completa antes de haber terminado la temporada. El hombre me dio las gracias por mi interés, y yo le agradecí su amabilidad varias veces, y concluimos la conversación con un… “te garantizo, que si se me cae algún puesto, te llamo de inmediato, a pesar de que tengo más gente pendiente ”.
Estas son cosas que se dicen pero que sabemos que te quedarás esperando, así que me olvidé del asunto porque como siempre, me faltarían fechas para poder cumplir con la mayor y la menor. Craso error, me llaman a primeros de Julio para ofrecerme un puesto en aquella montería, me dicen la fecha y… lo tengo claro, un día menos de menor.
A primeros de Octubre, me encuentro por la calle al dueño de la finca, lo invito a unas copas y empezamos a comentar cosas de la finca, puestos, realas, bichos…etc. Y ya con más confianza, le pregunté por qué se le había quedado un puesto libre, y el hombre me dice que me llamó para ofrecérmelo porque ese mismo día lo había llamado Beni Jaca para decirle que no iba porque lo tenían que operar de urgencia de algo grave, y que al no saber qué es lo que iba a pasar, no estaban los ánimos para nada, que si todo salía bien para la próxima temporada ya vería. Y como me prometió por tlf, me llamó.
Añadió, que tenía noticias por amigos comunes de que Beni había salido bien de aquel duro lance, y que la próxima temporada volvería al monte. Yo no conocía a Beni, y si había coincidido con él en alguna montería, no me lo habían presentado.
Seguimos hablando sobre la montería, y le confesé que mi interés en asistir, era porque hacía tres años había estado en un puesto desde el cual divisé otro puesto que me pareció una pasada, y en cuanto que acabó aquella montería, me fui a ese puesto para verlo bien y analizar sus posibilidades, y me impresionó lo que desde allí se dominaba, era un puesto de balcón, pues se veía más de media mancha desde él, aunque tenía claro la dificultad del mismo, pues el tiro más cercano sería a unos 150 mts, por la carrera natural de las reses y hasta casi 400 según calculé, el más lejano y cuesta arriba en fuerte pendiente y respetando el viso que tenía enfrente, y que casi todo era monte prieto con pocos claros y por tanto, con pocas oportunidades de tiro, y con muchas posibilidades de fallar lo que entrara. Un puesto bellísimo pero realmente difícil.
Manuel, que así se llamaba mi interlocutor, me dijo que siempre tenía problemas para meter a alguien en aquel puesto, y que los que solían ir eran invitados porque nadie que pagaba quería ir allí porque si pocas reses llegaban, menos se mataban por las dificultades y lo sucio del terreno al dejar pocos claros para tirar. Le dije que yo quería aquel puesto, y se quedó lelo, y añadí que aunque no tirara o fallara lo que me entrara, me sentiría satisfecho de ver los meneos de la sierra desde aquella atalaya, pues desde que estuve allí, me quedé prendado de las vistas, y que seguro disfrutaría el día observando las historias que el monte ofrece, incluso más que cazando. Caprichoso que es uno.
Me adjudicó el puesto diciéndome que le hacía un favor, pues le había quitado un problema de en medio, y que si no mataba no me cobraba, y si mataba me cobraría la mitad de lo acordado. Nos despedimos y me fui a casa, pero había algo en mi cabeza que no me dejaba en paz… Beni. Todo se había puesto de mi lado para que se cumplieran mis deseos, pero a costa de que aquel hombre no pudiera ir a aquella montería, así que al día siguiente llamé a Manuel, y le propuse llamar a Beni y que doblara puesto conmigo.
Ya he dicho en alguna ocasión que casi pocas veces doblé puesto, y que no me gustaba llevar a nadie conmigo por los motivos que ya comenté, pero pensé que aquel hombre era montero viejo y no sería ni un estorbo ni un peligro, y que ir a montear le levantaría el ánimo, y así se lo dije a Manuel. Este estuvo conforme en que lo intentara, pero que no le presionara mucho.
También le dije que lo llevaría como invitado, y que no le dijera el trato que teníamos, y que como el puesto era como era, que yo iba invitado y había pedido permiso para llevarlo a él.
Todo esto para evitar que Beni me diera la tabarra con pagarme la mitad, cosa que yo no aceptaría de ninguna manera, total en realidad iba de invitado y como mucho, como posibilidad muy remota, pagaría la mitad en caso de que entrara algo y de casualidad matáramos. Y en eso quedamos Manuel y yo, dándome este el tlf de Beni.
Lo llamé y me presenté, diciéndole que yo había entrado en su lugar en aquella montería, y que al saber las circunstancias de como había sido, me había parecido bien invitarlo a compartir el puesto, que este era tranquilo y con muy buenas vistas de la mancha, que casi seguro no pegaríamos ni un tiro, y que lo llevaría de ida y vuelta a su casa.
El hombre con voz decaída declinó la invitación, porque aún se estaba recuperando y que no se encontraba con ánimos ni de salir a la calle. Tal y como me había dicho Manuel, no lo presioné, le dejé mi tlf por si cambiaba de opinión, y que si se sentía con ánimos de montear, o ir tan solo como acompañante lo llevaría muy gustosamente.
Una semana antes de la montería me llamó Beni, era otro hombre, estaba muy animado y con ganas de ir según me dijo, y que íbamos a medias en los dineros, le dije que al escoger aquel puesto, iba de invitado, así que no habría gastos, y no dijo nada más. Cuando llegué a la puerta de su casa, me encontré con un hombre que casi me doblaba la edad, baja estatura y metido en carnes, y con una sorpresa añadida que no me gustó nada, junto a Beni había un chaval, su hijo menor de unos diez años, el cual también se llamaba Beni.
Tuve que hacer de tripas corazón para que no se me notara el cabreo, que no sé si se me notó… a mí que no me gustaba ir con nadie y si iba con alguien tenía que ser muy conocido, ahora me llevaba a un desconocido en estado delicado y a un chaval, ¡¡ y en un balcón sin barandilla !!. Solo me faltaba que sacara de la funda un semi del 30.06… ¡¡ joer ¡!.
Por el camino el hombre me contó al detalle su operación y otro montón de cosas que yo casi ni oí ante lo que me esperaba en el puesto, pero nada de caza. Me consolé pensando que “mi” balcón era solo eso, un balcón, que papá se encargaría de que el nene no se asomara al vacío y que no pasaríamos de hartarnos de ver campo, perros, perreros, tiros y lances… mucho prismático era lo que se usaría esa mañana, iba a dejar mis Leica bien calentitos ese día, y el rifle se vendría fresquito para casa.
Llegamos a la finca de los primeros, y enseguida me fui a ver a Manuel para advertirle que recordara que el puesto era de “invitado”, que si no Beni me daría la lata con pagarme. Hablé con Beni si el niño había estado en alguna cacería, y… “no en ninguna, es su primera vez, y ha venido de motu propio, he querido llevarlo en varias ocasiones y nunca ha querido”. Mira que bien, y hoy que los llevo yo, el nene ha cambiado de opinión… ¡¡ manda webos ¡!. Una vez terminada la rutina de todas las monterías, cogimos el TT y tiramos para el puesto.
El camino no era malo, y solo cuando faltaran unos 100 mts habría que bajarse y llegar a pié al mismo, y esos metros eran los más difíciles de cubrir, por su mal estado y por lo empinado del terreno, y más con los archiperres a cuesta, menos más que el chaval cogió casi todos los útiles de su padre e intentó coger alguno mío, a lo cual no accedí porque me gusta tener controladas mis cosas, Beni solo cogió la funda con el arma y su banquito. En aquel momento me maldije a mí mismo por no haber tenido en cuenta aquel detalle al invitar a aquel hombre, y hacerle pasar por aquel suplicio. En realidad no me acordaba de aquel tramo, pues tres años antes pudo más mis ganas de atisbar lo que se veía desde allí, que la dificultad para llegar al balcón aquel.
Tuvimos que parar tres veces, porque Beni padre se cansaba, además de la operación sus más de 60 años y unos 15 kilos de carnes extras le pesaban, me ofrecí a llevarle el rifle y el banquito pero no quiso. Cuando llegamos, una espesa vegetación impedía acceder al balcón, y solo un pequeño paso de menos de un metro de ancho, copado por encima por un arco de los mismos arbustos hacían de palio y de ante palco como si de un acceso a un palco de teatro se tratara. Una vez pasados estos, allí estaban aquellas vistas en todo su esplendor, era aún más bello de lo que yo lo recordaba tal vez por haber crecido más la vegetación.
Una plataforma con pocos desniveles de unos siete u ocho metros de ancho por cuatro de fondo, desde la cual se divisaba gran parte de la sierra…. ¡¡¡ ahhhhh ¡!!, se podría hacer allí arriba un mirador, e ir todas las mañanas y tardes a tomar un café o un coñac mientras admirabas aquellas incomparables vistas, el paseo merecía la pena, y además te mantendría en forma.
También había una roca del tamaño adecuado para que sirviera de silla o pequeña mesa, y a modo de Cicerone, me dirigí al chaval, y le dije que “íbamos a componer el puesto” … en realidad lo hacía para que se enterara su padre, ya que no sabía de qué pié cojeaba este.
- Mira Beni, este es un puesto de balcón, no hace falta que te explique porqué, en esta parte está muy empinado –le dije, haciendo que se asomara al precipicio mientras yo lo sujetaba por el brazo -, por lo que por ahí ningún bicho intentará subir, a no ser que se vea muy apretado por los perros, el suelo se va allanando una vez se baja, y ya allí abajo las reses tendrán su paso natural de carreras, calculo poco más de 100 mts, y después va subiendo el terreno suavemente y hasta allí enfrente habrá unos 400 mts, que es donde termina el viso sobre el cual no se puede tirar para que no haya balas perdidas que ocasionen accidentes, que las balas tiradas por encima vuelan kilómetros sin saber a donde van a impactar. Según soltaran los perros, las reses entrarán por nuestra derecha, y la que no siga por el regajo hacia el puesto siuiente, tirará pendiente arriba buscando el viso, ya que para acá lo tienen difícil por lo empinado, porque allá abajo ya llegarán cansadas por los perros, y las reses casi siempre buscan lo fácil, no perder la carrera para que no las agarren los perros.
Regular aquí la mira es difícil, pues no es lo mismo tirar a 100 que a 400 mts, y con lo andan los bichos y lo tapao del monte, será difícil saber donde se podrán tirar, si siguen el regajo con 4 aumentos sobra, pero si tiran para la pendiente… que cada cual le ponga los que crea según su vista y su experiencia, porque no se podrá cambiar los aumentos si tiran repecho arriba buscando el viso .
Poner las balas en su sitio, eso es lo que importa, como ves, ahí abajo solo tenemos tres tiraderos posibles ya que está todo muy enmontao, y los bichos se ven chicos vistos desde aquí, y en el repecho, hay otros cuatro claros antes de llegar al viso, como ves está todo muy tapao, más las piedracas gordas que hay, que no hay que fiarse de los rebotes de las balas, que casi siempre van a parar a donde no deben, por eso este puesto es tan difícil, pero para disfrutar del monte es único. Desde aquí no debemos preocuparnos por el aire, como estamos tan alto no le cargaremos aire a las reses. Hala, ahora siéntate y disfruta chaval.
Esperaba yo que papá Beni se hubiera enterado de mis explicaciones. Este no dijo nada, estaba preparando sus cosas de manera muy ordenada. Muy sabiamente, no llevó cuchillo de remate, ¿para qué?, ni él podía rematar por sus condiciones físicas, ni el puesto aquel lo permitía, pues era imposible bajar hasta el tiradero más cercano en menos de 15 o 20 minutos y con riesgo de partirse la cabeza si se intentaba bajar rápido, cualquier perrero llegaría antes al agarre, si es que tirábamos, heríamos y además había agarre. Yo si cargué con el Covarsi por no salir este nunca del morral y por no acordarme al estar preocupado de como Beni subiría el repecho, tonto de mí. Del morral no salió.
Sacó el hombre de su funda un viejo y bien cuidado Remington 700, menos mal que no era un semi, pero del 30.06…¡¡ como no ¡! .Un visor Zeiss de 1,5-6 X, el cual reguló con no sé cuantos aumentos y lo cargó con balas de 150 grains, llevaba una docena de balas que le sobraron de la anterior temporada, no compró más porque no pensaba montear esta (según me dijo después), buenas puntas para aquel puesto. Por mi parte y sabiendo a donde iba, me llevé "el guapo”, mi Sako Stutzen del 7 RM con su canuto Leupold de 3-12x, el cual puse en 7x… por el momento, lo cual eran muchos aumentos para los que solía usar. Lo tenía regulado con balas de 140 grains creo recordar, precisamente para puestos largos y algún rececho que me saliera, y sabía muy bien como cumplía ese conjunto en esas circunstancias.
Unos días antes fui a comprobar su baleo, ya que hacía más de un año que no lo usaba, pues el 90% de las veces iba con mi express Zoli superpuesto del 9,3 con RWS de 247 grains por su excepcional baleo, con el me bastaba para tirar casi a cualquier distancia en montería, solo la rasancia del 9,3 y que le tenía montado un visor de 1,25 - 4 X me hizo llevarme el 7 RM, que baleó en la prueba como siempre, mejor que yo… ¡¡qué bonito y manejable era aquel stutzen!!. Hice la maniobra de encaré y desencaré rápidamente varias veces y perfecto, el visor en su sitio, así que si fallaba era el indio, como siempre y aunque nos duela. Beni Jr. no perdía detalle de lo que hacíamos su padre y yo. Por un momento pensé que igual de allí salía un buen montero.
Al ser mi invitado, le cedí al hombre el primer turno de tiro aduciendo que yo ya llevaba cuatro monterías, y matado cinco reses, cosa que era cierta, y que tenía más interés en seguir los acontecimientos de la sierra que en tirar, y que por eso había escogido aquel puesto. Y para remachar la frase, dejé el Sako apoyado en la piedra, me colgué los Leica y me puse a otear el monte. Beni se puso a un metro del balcón rifle en mano, y en la otra sus prismáticos, el chaval llevaba los suyos. Hala, los tres de mirones, y si no me equivocaba nos aburriríamos de mirar y remirar, a no ser que la postura nos diera más sorpresas de las previstas.
Estaba claro que aún no se habían colocado todas las posturas, aún tardó casi media hora en escucharse las ladras de los perros y al momento los primeros tiros, y desde ya pudimos observar los primeros lances con los prismáticos, y de reojo vi que el chaval se puso en pié, y se acercó al balcón, lo cogí del brazo a menos de un metro del precipicio, y le recordé donde estaba, el padre nos miraba, y le indicó al hijo que ojito no tuviéramos un accidente, que a ver si lo iba a tener que atar para que no se cayera. El muchacho se dio cuenta de su imprudencia y dijo que de allí no pasaba.
Eso me gustó, seguro que el chico se había emocionado con algo que vió, se le fue la olla y sin pensar quiso verlo más de cerca, por eso se adelantó sin acordarse de lo que había abajo…. ¿¿ a ver si aquí va a haber montero??, y sonreí volviendo a meterme los Leica en la jeta. Al rato… :
- ¡¡ Escucha Beni escucha ¡!, como rompe el monte, como si fuera un Land Rover cuesta abajo y sin frenos, un cochino grande, mu grande, ese no venía de atrás porque el vecino no lo ha tirao, estaría enmontao entre los dos puestos y los perros lo habrán sacao de su encame, las ladras las lleva encima, escucha escucha, ahora los perros dan de parada… no no siguen siguen, vuelve el guarro a romper monte los perros encima los lleva, otra vez dan de parada, escucha la ladra de los perros, no se mueven, lo tienen acorralao, igual está reculao, lo menos cuatro perros lo pelean y alguno se ha llevao un jetazo por el jay que ha dao, el cochino no pía así que no hay agarre. Atento atento… ahora, escucha las ladras, ahora hay más perros… y corren, los ha burreao y se larga, se va, habrá cogido un claro largo, pero escucha la ladra, otra vez le comen el rabo, ya vienen sino lo paran otra vez, nos van a entrar en un momento, atento, atento. No, ahora las ladras se alejan, pero no se han dao la vuelta, por el jaleo… parece que van cejaos, igual el guarro a tirao viso arriba, no sé, no sé, atento atento. A ver si hay suerte y se los despega un poco para tener tiro… atento, reza para que cojan algún claro del repecho, no pierdas detalle, a ver si hay tiro y rematamos el lance…porque aún sin verlo, lance ya hemos tenido.
Por primera vez desde hacía mucho tiempo, aquel hombre se emocionó con la caza, y lo hizo, para sin darse cuenta, darle a su hijo una clase de “saber escuchar el monte”, quien no sienta la caza y no lo haya vivido no lo podrá imaginar nunca, y mucho menos comprender.
Eso es ser montero viejo. Ya nada más me importaba aquel día, aquel puesto nos había dado todo lo que se podía esperar. Pero… .
Los prismáticos ya descansaban sobre su panza y estaba este con el rifle en ristre. Yo vigilaba el paso natural de las reses, sin acordarme de lo que había dicho Beni … el tiro me sorprendió, me volví para mirarlo en el momento que él acerrojaba , pero este bajó el rifle y se encaró sus prismáticos…me puse a buscar al guarro registrando el tiradero de vera a vera, pero no lo veía. La ladra de los perros cuando llegaron al guarro me indicaron el sitio, estaba en el segundo claro del viso, y en efecto, el jeta huyendo de los canes cambió la carrera entes de entrar al paso natural del puesto, abandonó el paso para intentar zafarse diagonalmente repecho arriba, donde Beni lo tumbó de un buen tiro, que después vimos era de codillo cejado. Si el lance fue impecable, la cara del niño lo hizo inolvidable. Y todo en menos de lo que se tarda en leerlo.
Después en mi turno fallé un venao cantao a la carrera, que arrastraba dos perros a 6 u 8 metros, creo que me atraganté de venao con los 7 aumentos del canuto estando la res a la distancia más corta del tiradero, yéndome por delante en los dos tiros que me dio tiempo a soltarle, y tiré con el cálculo de mi 9,3, y como el 7 anda más ligero que este, pues me fui un pelo por delante y algo alto en ambos tiros. ¿ O tal vez esos pensamientos solo fueron una excusa para justificar mi fallo?, vete a saber. No sé por qué, pero dejé el visor tal cual.
Más tarde en su turno de tiro, le entró a mi compañero un quince puntas con la cuerna muy gruesa, venía al trote y sin perros pero porque vio algo, o posiblemente porque cambio el aire y le llegara el tufo del puesto de al lado, pegó un tornillazo y paso del trote a la carrera tirando monte arriba por el repecho. Mi compañero descargó el Remington entre los dos primeros claros, y la res pareció acusar levemente el último tiro, pero seguía subiendo a buen ritmo y cuando llegó al último claro antes del viso, me grita… ¡¡ Coño Paco páralo que como trasponga el viso lo perdemos ¡!, como no esperaba que Beni me pidiera ayuda, me cogió desprevenido, encaré y casi terminando el claro, disparé sin ninguna convicción, allá que fue la bala, y el animal por no dejarme en mal lugar, se chocó con ella quedándose en el sitio. El 7 R Mg hizo el milagro, arreglando un lance casi perdido.
- ¡¡Buen tiro Paco!!.- dijo el chaval que estaba a mi lado, mientras Beni me miraba con una sonrisa quitándose el sombrero en señal de “chapeau”-.
Quien me iba a decir, que yo que creí que ese día sería tranquilo y contemplativo, se iba a convertir en un buen día de caza. A veces el monte nos guarda estas sorpresas para ponernos en nuestro sitio.
La montería terminó y ahora venía lo más crudo, algo con lo que yo ni remotamente conté pues venía de mirón, había que bajar a juntar las dos reses, marcarlas y dejar señal visible para las caballerizas. Así que miré desde el balcón, y vi la bajada, que la hicimos Beni Jr. y yo en diagonal, con mucho cuidado porque si se nos iba un pié rodaríamos un porrón de metros por el terraplén. Después como las dos reses estaban en el repecho, hubo que subirlo y arrastrarlas a las dos hasta dejarlas juntas en el regajo para quitarle trabajo a las caballerizas, menos mal que como era cuesta abajo, eso nos ayudó en la faena.
- Chaval, hoy los arrieros tendrán mucho trabajo gracias a Dios, los mulos llevarán las albardas bien cargadas, porque tiros han sonado en cantidad.
Una vez terminado ese trabajito, ahora venía lo más difícil… subir de nuevo al balcón. Total más de una hora parriba y pabajo y ambos con la lengua afuera. Risas, Beni padre nos había recogido los bártulos, y entre el chico y yo cargamos con todo ante las protestas del padre.
No quería yo que cargara no se fuera a caer por la fuerte pendiente de bajada previa al coche… tardamos casi tanto tiempo en bajarla como en subirla.
Después vino el ritual post caza, la junta, almuerzo, hablar de lances, risas y alguna queja. Vino Manuel a felicitarnos por el buen resultado que obtuvimos, bueno lo obtuvo Beni, yo solo ayudé un poco, pero lo más importante, me salí con la mía porque eché un día de campo espectacular.
No solo cazando se disfruta, también empapándote de todo lo que es el monte, y las historias que ofrece a los que lo saben mirarlo y leerlo… otra cosa bien distinta, es contarlo.
PD. El Lunes Santo, colgaré la historia que os prometí.