Pasado finde en Fuentestrún, Soria, al lado de Trébago. Una mancha preciosa constituida por dos repechos de pineda. Un paisaje glorioso del que cabía esperarse una buena cosecha de caza. Los puestos se colocaban a ambos lados de las entradas del valle, el N y el S así como en la cumbre que los coronaba y dividía. Primero se dio el ojeo en la ladera creo que este, solana, y luego en la oeste, umbría. Nada reseñable salvo la ausencia de reses. Me encontré con los dos profesionales que llevaban la rehala y que se llegaron hasta mi postura, justo en la cumbre. No habían visto nada. Yo tampoco. Atacaron entonces el oeste umbroso, dejándome a su espalda. Oi algunos tiros. Dentro de lo que se podía pues el viento era brutal y se llevaba todo. Yo creo que si a mi lado pasa la mismísima Santa Compaña no me hubiese enterado, tal era la violencia del viento, nada solano, por cierto. Terminamos la experiencia como a las 14.30, habiendo empezado a las 10, hora que hubiese puesto los pelos de punta a cualquier cazador centroeuropeo. Vi algunos guarros por el camino hacia el llano. Eran pequeños. Y uno de los podencos, famélicos todos, se lo estaba intentando comer. Por arriba volaban los buitres. Hicimos recuento. Tres venados no representativos y seis guarros pequeños. En resumen. Muy poca caza. La organización, encantadora, los que nos dieron de desayunar y comer, un grupo con inocencia preindustrial, mas buenos que el pan, deseando complacer y temiendo no saber hacerlo mejor. Compañeros sobre todo jóvenes y entusiastas. El único problema es que caza, lo que se dice caza, nada de nada. Lamentable. En ocasión anterior, antes del covid batimos Almazán. La naturaleza fue mucho mas generosa, aunque no conmigo. Este finde Cáceres. Mandaré otra crónica.