PEQUEÑAS PERO MUY DAÑINAS
A nadie que sea medianamente observador se le escapa la presencia indiscriminada, en las orillas de las carreteras, de multitud de córvidos, en especial de picarazas, grajillas y cornejas.
El motivo es bien claro: hacerse con los cadáveres de los animales que mueren atropellados y con los restos de comida que caen de los vehículos.
Gracias a este particular sistema de aprovisionamiento, a estas aves oportunistas nos les falta nunca alimento y, como consecuencia de ello, proliferan sin control. Otro tanto sucede con los zorros, culebras, lagartos y un sinfín de animales que están esquilmando muchísimas aves con valor cinegético.
Es casi un milagro que puedan existir perdices. De continuar en esta línea a buen seguro que, dentro de no muy pocos años, habrá que salir al campo a cazar exclusivamente estos animales o bien empezar a pensar en recuperar la figura de los antiguos alimañeros, que tan buenos resultados aportaron hace años.
En la actualidad, el equilibrio ecológico está completamente descompensado. Estamos ayudando a la cría de estas especies predadoras y, con ello, destruyendo a otras muchas. La solución no podría venir de la mano de los cazadores si estos animales tuvieran un mínimo de valor cinegético y sus lances aportaran cierta emoción.
Todos sabemos que el cazador no sale al campo para hacer carne, pero otro gallo cantaría si una picaraza, una corneja o un zorro tuvieran valor culinario; alguno lo pensaría dos veces. Reduciendo los días de caza tampoco se soluciona nada, incluso puede llegar a ser negativo, pues estas aves tendrán menos presión de los cazadores. No olvidemos que una familia de urraca hace muchísimo más daños a la caza que una docena de cazadores.
Un zorro viene a matar una pieza por día, pero no se ha calculado la cuantía de huevos que destruye un lagarto o una urraca. Un lagarto no se conforma con sorber un huevo. Lo que hace para poder saborear mejor la yema es destruir la nidada completa y así chupar con más facilidad.
A uno de estos pequeños depredadores se le ha observado muchas veces revolcándose en un nido de perdiz y destrozando la puesta completa. La picaraza, posiblemente el enemigo más encarnizado de la perdiz, no la deja tranquila ni cuando marcha, ni cuando pone, ni cuando cría, ni cuando muere.
La persigue con verdadera saña. Es evidente que, si de verdad queremos tener un patrimonio faunístico con valor cinegético, la Administración debe tomar cartas en este asunto, bien informando a los cazadores de la necesidad apremiante de que se dediquen a la regulación de estos pequeños predadores o bien creando nuevamente equipos de especialistas que se dediquen, controladamente, a estos menesteres.
En los caseríos encontraría verdaderos profesionales, se crearían puestos de trabajo y perdices, conejos, liebres, tordos, malvices, sordas (cuidado con las ardillas), palomas, tórtolas y un sinfín de animales no tendrían que pagar con su vida los errores de los humanos.
PEQUEÑAS PERO MUY DAÑINAS
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EL PEOR ENEMIGO DE UN ARMA ES EL OXIDO Y LOS POLITICOS
TU ODIAS A ESPAÑA YO A TU PUTA MADRE¡¡¡¡¡¡
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17-06-2014 D. DIEGO GODOY HORRILLO D.E.P
14-12-2020 D. ENRIQUE CASTRO - BILOAYE D.E.P
25-4-2021 D. JAVIER PORTELA -- HOLLAND D.E.P
31-10-2023 D. JOSE RAMON SAN MARTIN -- EL NAVAJO D.E.P
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