PREÁMBULOSoy Jabalinero, porque el interior de Castellón es lo que da. Y desde hace algún tiempo, porque van cuajando por aquí , aspirante a corcero.
Salvo por un par de monterías que probé en su día sin ver pelo, nunca me había planteado disfrutar de ellos, los venados. Hasta estos días. Tenía que ser en berrea y, a poder ser, en un espacio natural que me gustase.
Así pues, esto es totalmente nuevo y la ilusión de estos días ha sido la de un niño pequeño.
LA LLAMADA DEL GUARDA.A principios de septiembre, justo antes de marchar de vacaciones, recibo su llamada.
“El año es malo, no llueve” y dice que me llamará a mitad de septiembre para concretar.
Así que sigo con mi plan de vacaciones y marcho de viaje a Marrakech. La vuelta la preveo antes del 15.
Para ese día y pese al terremoto, ya estamos por casa.
Finalmente me llama el día 18 para decirme que la cosa ya estaba moviendo, que tenemos que fijar la fecha.
Me dice que no hay mucha berrea y que como el año está malo además igual dura poquitos días.
Recién llegado de un viaje que no había resultado nada fácil me planteo dejarlo para la última semana de septiembre. Pero le preocupa que la cosa dure poco.
Dicho y hecho, le digo “mañana mismo, después de trabajar salgo para allá y pasado cazamos”
EL VIAJE.
Acabo pronto la jornada, levanto la paraeta a las tres, me despido de la familia y salgo para Granada. 630 km por delante.
El saldo de mala suerte debía estar agotado. El terremoto de Marrakech empezó tres minutos después de haber desembarcado en el aeropuerto de Menara.
Pero no, no había acabado. Entre Cuenca y Albacete pillo las dos granizados más intensas que jamás he sufrido en carretera. Pero bueno, tampoco se me hace raro, la única vez que viajé a la Sierra de San Pedro, justo en este mismo punto me cayó una nevada que paralizó media meseta. Gafe que es uno.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]DÍA D.
A cazar.Seis y cuarto de la mañana. Quedo con Paco en la gasolinera que tengo a la entrada del pueblo donde me alojo. Café, y al monte.
El cazaderoEl Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama es un conjunto de varias sierras que conforman un escenario montañoso peculiar.
Un buen puñado de picachos que se colocan en torno a los 1700 metros, duros y escarpados, rodeados de un sinfín de laderones mucho más ondulados entre los 1000 y 1400 metros sobre el nivel del mar.
En este conjunto se encuentra La Resinera.
La resinera fue una finca privada, de más de 16.000 hectáreas, dedicada a la explotación del pino resinero, que posteriormente encadenó diferentes usos hasta su venta a la administración.
Repoblada de cervuno hace medio siglo con la introducción de seis parejas reproductoras, a día de hoy cuenta con una población decente y con una calidad (sin que me guste esa palabra para referirme a seres vivos) media. Y es que, comida, no tienen mucha. Solo se cazan selectivos y selectivos con opción a mejora.
Se trata de un laberinto de laderas que encierran una barbaridad de regatos, barranquetes, barrancazos y vallejos que sólo aprecias cuando te asomas a ellos porque el tremendo pinar, maduro, denso, hace que se vea poco más allá de tus propias narices.
Entre la inmensidad del pinar resinero, algún torrente con choperas y algún rincón de robledal.
Sin ninguna tierra de labor y - por lo menos en la parte donde se concentra el cervuno - sin apenas claros, más allá de algún pegote de encina en alguna morra, los propios carriles y una buena red de cortafuegos son los únicos espacios en los que dispones de algo de vista.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]El guarda.Paco está próximo a jubilar. Es cazador y del terreno.
Conoce La Resinera desde pequeño y de hecho acompañó al guarda que gestionó la introducción de las parejas reproductoras.
Es amable y le gusta hablar de caza y del monte.
Como los años pueden ser experiencia, pero también pueden ser cansancio, el recorrido hasta el cazadero transcurre intentando adivinar.
Como poco, parece formal.
Me va adelantando que si no berrean es imposible ver uno. Y que la idea es atalayarse a escuchar y, según lo oído, moverse.
Llegamos pronto, de noche, y sin salir del coche hacemos algo de tiempo tirando de oído.
En ese rato, Paco va dejando asomar varias ideas que no me dejan precisamente tranquilo.
- Por la mañana paran muy pronto de berrear y por la tarde empiezan muy tarde.
- Difícil verlos antes de que nos vean ellos, así que los lances, rápidos.
- Imposible tirar tumbado. Demasiado monte bajo. A pulso, un tronco o una vara de tripode. De pie y sin encantarse.
Además, como vamos con el cronómetro puesto, entre asomada y asomada lleva idea de movernos con el coche. En fin, a priori no es lo más sugerente, pero confiaremos en que algún animal nos haga jugar.
Al lio.En esas estamos, cuándo empieza el movimiento. Berrea uno relativamente cerca, berrean otros dos juntos algo más atrás y un cuarto algo más retirado pero en misma dirección.
Bajamos preparamos, los trastos y nos dijimos al primer punto, donde él calcula que berreaba.
Por el carril nos acercamos a un reguero al que asomarse y desde donde se ve el paño de enfrente, a unos 80 metros y con algún claro. Se lo traga la tierra, le damos un rato pero no lo volvemos a escuchar.
Paco confía que está ahí metido, y quizá interesa rodear al paño de enfrente para – desde allí - ver el lado que queda a nuestros pies. Para ello dice ,hay que coger el coche o si no se esfuma la pocz berrea de la mañana. Rodeamos, paramos, y bajamos a una distancia prudencial para avanzar con calma hasta asomarnos por el otro lado.
En ese momento me doy cuenta de lo complicado del terreno. A lo que parecía un pequeño reguero tras la primera asomada, veo que confluyen varios regueros más que sólo aprecio desde esta nueva perspectiva. Todos ellos con pinar bastante cerrado y con escasos claros allí donde se cría alguna encina. Cada asomada requiere de un buen rodeo. Un sitio donde disfrutar si no se caza con el crono encendido.
Le damos un rato, pero nada. “Está ahí...pero se ha tapado. Nos ha sentido.”
De nuevo al coche para dar un rodeo y presentarnos encima del punto donde, a primera hora, habíamos oído berrear a dos de ellos juntos.
Se trata de lo más parecido a una llana que hay por allí. Mas pinar, en ligera pendiente, recorrida por un cortafuegos bastante ancho. A ambos lados, el pinar clarea algo cuando confluye con el cortafuegos , y además, en una de sus márgenes (la izquierda desde nuestra posición) tiene un rodal de poco más de una hectárea de pimpollar joven resultado una quema accidental que se produjo durante unos trabajos forestales.
La idea es avanzar tranquilos, bordeando el linde, pegados a lo cerrado y recorrer cortafuegos controlando esas zonas que clarean.
Aún casi no hemos empezado a andar y me dice “ahí está el venao!!!! y me planta el trípode de patas largas señalando al pimpollar.
Me aturullo. Me disgusta eso de darle leña a lo primero que vemos. El animal nos ha visto, de hecho nos mira de frente. “Tirale que se va!!!!”
Vistazo con los prismáticos, aprecio que es larguete y fino. Me apremia, me encaro para seguir mirando...no fijo el pulso. La verdad es que no quiero tirar. No estoy a gusto ni con la posición ni con la situación. Me enseña el pecho entre un par de pimpollos de metro y medio. Aunque no me ofrece el costado, no hay distancia (100 metros) y es factible. No tocaba, pero todo pasa muy rápido y acabo haciéndolo. Disparo.
Media vuelta y corre. Dedicamos un rato a revisar y nada hace pensar que esté tocado. Además, he soltado el tiro sin esa impresión de tenerlo bien cogido.
Reseteo. Estoy disgustado. Y ya no se escucha ni al tato.
Volvemos hacia el coche y Paco ya va pensando en dar unas vueltas en coche por si vemos cruzar alguno que valga la pena buscar por la tarde con más calma.
Alguno vemos, pero los descarta. Tras un buen rato dando vueltas por el coto y un buen rato de conversación, me tranquilizo. Lo que me había parecido precipitado e innecesario, no lo fue.
En esos pocos segundos Paco había tenido suficiente para ver que el animal tenía tres puntas bonitas en una cuerna. Que era largo...que era más de lo que se buscaba, pero que carecía de contra en la otra cuerna y eso lo hacía selectivo.
Me dice tener claro que prefiere no tirar, que tirar algo que no valga la pena. Que se puede volver más adelante. Que no me preocupe.
Concluyo que no era una decisión precipitada, sino que era de lo mejor a lo que podía optar en ese terreno con un permiso de selectivo. Simplemente..se había presentado pronto, el primero.
Acaba la mañana y nos retiramos a almorzar.
Llega la tarde.Quedamos a las cuatro y media. Café rápido y al monte.
Lo mismo. Misma zona. Un punto bueno para escuchar y decidir cómo nos vamos a mover.
Aunque es pronto, nada mas llegar, a espaldas de donde habíamos cazado de mañana, se berrean entre ellos dos que se disputan el mismo pedazo. Preparamos los trastos. Dejamos el coche y para allá.
Andamos en paralelo al vallejo que intuyo a nuestra izquierda y donde Paco confía que los ha escuchado.
Dado que parecía que los berridos se desplazaban, intentamos adelantarnos para esperar la salida más adelante. Varios cambios de aire juguetón...y se los traga la tierra. Nos apostamos controlando la morra medio limpia en que acaba el otro lado del vallejo y les damos tiempo. Nada.
Arrecia el aire...y silencio absoluto. A Paco le disgusta ese cambio y desconfía de que haya movimiento el resto de tarde.
Nos recorremos con el coche dos o tres kilómetros a una zona mas baja, menos aireada. Aparcamos para cruzar un buen pinar muy apretado de pino viejo hasta otro vallejo muy querencioso y con algo de visibilidad. Confiando en que – aunque no se escuche nada – cuando muevan, los sintamos por allí.
Un espectáculo de ladera al otro lado. Me tiro media hora ilusionado con escuchar, súbito, un berrido a un lado o al otro. Rastro hay por todos los lados. El lugar es precioso. Hubiera sido una gozada, pero nada...calma total.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Paco lleva idea, aunque me lo dice después, de acabar dirigiéndonos a ciegas al punto donde tiré por la mañana. Confía que los dos que se berreaban allí, estaban muy encabronados el uno con el otro y no andan lejos.
Antes de que me lo proponga, justo allí se escucha. Uno...dos...tres...y parece que un cuarto.
Arreando. La idea es acercarse con el coche a una distancia prudencial. Queda poca luz. No hay otra. Y volver a revisar el cortafuegos avanzando poco a poco.
Anticipo, si hay suerte, un lance parecido al de la mañana. Pero ahora estoy tranquilo. Confío que si me dice de tirar, es porque es para tirar.
Es mi primer venao y yo no tengo criterio. Él es el que sabe. Si llega el caso...no pierdo un segundo en valorar nada. Paco se ha ganado mi confianza.
Vamos por fuera. Pegados al monte, pero por fuera. Pisando tierra. El monte tan seco es una puta serenata. Con poco cortafuegos recorrido, y aunque no han berreado desde que hemos empezado a avanzar, tras rebasar un montículo de tierra movida por la maquinaria pesada que nos quitaba vista, el lince de Paco planta el trípode. “Ahí está!!!! Es el nuestro!!!”
Joder...con lo bien que me apaño con corzos y cabras, en mi terreno….¿como cojones no veo estos bicharracos en estos puñeteros pinares???.
En fin, en menos de un segundo busco el apoyo del trípode, rápido, renuncio a buscar sabiendo que tal como lo haya encarado Paco, me va a dar la posición. Y antes de meter la cara en la culata lo veo por encima del visor. Dentro del pinar, a unos treinta metros del limpio del cortafuegos y unos cien metros de nosotros. Plantado, sorprendido de habernos visto aparecer tras el montículo. Dos segundos, ni uno más o arranca. Ahora si estoy tranquilo y agusto con lo que estamos haciendo. Meto aumentos mientras bajo la cara. Tal como me encajo la carrillera en su sitio veo que está centrado. Templo, y suena el 300.
Salta, arranca y gira 180 grados hacia lo profundo del pinar. Tengo claro que está bien cogido. En todo caso tres o cuatro dedos atrás de la paleta y así se lo digo a Paco. El no se confía y me apremia para ir hacia el tiro. Queda poca luz y teme que se tape mucho.
Llegando al tiro, a unos cuarenta metros, lo vemos plantado...peleando con la gravedad, como agarrándose al suelo. Le coloco el segundo disparo y se desploma sobre sus huellas.
“Ves para allá, yo voy a por el coche” y para allá que voy. Disfruto de andar lento cada metro hasta llegar a él. Poca luz ya. El monte bajo lo tapa y asoma una cuerna. Ese será el recuerdo que me quede.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Papeles, preparamos lo que tenemos que preparar...y volvemos tranquilos al pueblo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Bonito viaje y bonito recuerdo que me echo a la mochila. El “venaete” de La Resinera.
Granada, me ha gustado. El guarda, buena gente que sabe lo que hace (muchas gracias Paco. Por tu paciencia y por estar a lo que hay que estar).
La jornada, todo lo bien que puede ir cuando se caza fuera de lo tuyo, sin conocer y con el reloj de arena puesto.
Cena, descanso y a la mañana siguiente, camino de vuelta, ahora si...mucho más tranquilo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Ahora ya, a echar la temporada de batidas.
Cada uno a lo suyo hasta el próximo paréntesis de febrero, muflón en la Muela de Cortes.
Espero poder venir con otro relato.
Un saludo.