Si no puedes con el enemigo, únete a él. Eso creo que piensa a veces mi mujer.
Una tarde de un sábado de marzo me dice “Esta tarde vamos a buscar corzos. ¿Te apetece??”. Por entonces ya llevaba yo bastantes días dando tumbos para tener hechos los deberes. Pero...ni tan mal plan para una tarde tontorrona.
Soy de un pueblo del interior de Castellón. En esta zona, el corzo lleva unos cuantos años en franca expansión. Hace algunos años que se les caza, pero aquí no los había, ni mi padre ni mi abuelo los habían visto antes y lo de recechar es autodidacta y ahí vamos, intentado aprender cada día para aprovechar las pocas ocasiones de cazarlos.
El coto social recibe los precintos y se hace una rueda por sorteo de manera que quienes se apuntan van accediendo a un precinto del que dispone durante cuatro días y medio.
Si no se hacen los deberes aprovechando épocas de mayor movilidad, en cuatro días no se pueden hacer maravillas. Se trata de un acotado extenso (8.000 hectáreas aprox.) conformado por una sierra que lo cruza de noroeste a sudeste vertiendo aguas por su vertiente septentrional al valle del rio que da nombre a la comarca, el Rio Palancia.
Territorio de antiguo minifundio (olivo, almendro y algarrobo) en buena parte abandonado, que ofrece mayoritariamente monte áspero y cerrado (pinar, algo de encina, coscoja, aliaga, sabinas y enebros) parcelas de cultivos dejadas perder, y algo de terreno aún trabajado. En general, con poca agua en el monte. Terreno quebrado, con mucho pequeño barranco donde zarzal, hiedras y lentiscos ofrecen al corzo la posibilidad de fijarse en zonas muy pequeñas en las que prosperar con la mínima movilidad.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Pues lo dicho, esa tarde salimos mi mujer y yo, aparcamos el TT, cogemos el telescopio y marchamos hacia una zona que tenía pendiente de revisar y que me gusta mucho.
Andamos el recorrido que allí suelo hacer y que permite avanzar dominando algo las parcelas de olivar (en este caso aún trabajadas) hasta llegar a un pedazo que permite una asomada desde arriba a la salida que hace un barranquete cuando se encuentra con unos bancales perdidos de almendro.
De camino allí, vemos un macho a unos 550 metros. Grabamos para su posterior revisión y seguimos. Se trataba de un macho, largo, aunque fino, que parecía joven. No quiero llegar más tarde a la asomada que más me apetece revisar.
Llegando al punto donde me quiero quedar a esperar nos ponemos en modo sigilo para avanzar muy poco a poco. Los últimos metros obligan a destaparte, así que los recorremos a dedos y asegurando antes de cada paso con los prismáticos. Aún así, a mitad de esos escasos 15 metros de descubierto, me salta a la vista una silueta que sale al perdido (unos 100 metros nos separan). “Mierda!!!” rodilla al suelo y mi mujer me imita. Mal sentados nos quedamos. Intento recorrerme para pegarme a un medio enebro que disimule mi silueta. Por lo menos está nublo, no hay brillos y el aire viene bien.
Veo que es una hembra e inmediatamente, por la parte más sucia veo un macho con buena pinta que, además, se me hace raro. Intento abrir el trípode sin moverme mucho, y enfocar. Poca luz, no me puedo mover, el desnivel me obliga a amorrar el telescopio con lo que subo el ocular y estando sentado no me puedo asomar bien a la pantalla del teléfono acoplado. Total que consigo un par de imágenes muy malas.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen](***Las capturas de pantalla, se ven mal. El video permite apreciar algo mejor el volumen y la falta de puntas)
Aún siendo malas, me permiten vislumbrar que parece un animal adulto con una cuerna muy robusta,de bases anchas, largo, pero sin puntas. Lo bautizo para más adelante como el corzo de mi mujer.
Como siempre en Castellón, los precintos llegan tarde. Nos plantamos en mayo y se realiza el sorteo. Me toca en la primera semana. Debo recoger el precinto el miércoles, día 8, a las siete de la tarde y devolverlo el lunes que ya no será hábil para cazar.
Llego del Camino de Santiago ese mismo día 8. Todo encaja a la perfección, menos la cara de mi mujer que me mira como si estuviera loco. Aterrizamos en Manises a las dos. Un par de trenes...llego a casa, cambio de mochila y salgo pitando. A las siete estoy recogiendo documentación y a las siete y media estoy aparcando en el mismo sitio que la tarde del un sábado de marzo. De entre lo visto...el corzo de mi mujer es el que más me apetece.
Este ha sido un año extremadamente seco. El barranquete donde situaba a este animal, siempre ha sido muy querencioso para ellos, pero este año les ofrece menos comida en las horas centrales del día. Antes de llegar allí, hay que atravesar un reguero menor, más umbrío, mas cerrado...y con más comida este año (hay algunas hiedras). Pues llegando a es punto es donde el artista me dedicó (pienso que fue él) una de las ladras más sonadas que me han regalado nunca. Me cago en todo. Sigo hasta el punto donde me suelo apostar sin esperanzas y acabo la tarde sin éxito.
Vuelvo a la mañana siguiente. Y a la tarde siguiente...intentando cambiar la asomada para no hacer lo mismo. En ese tramo más cerrado, no doy con la manera de asomar el morro con discreción. Y finalmente me llevo un par de recitales mas. Me empieza a minar la moral y el viernes por al mañana cambio de tajo, igualmente sin suerte.
Viernes tarde...se me vuelve a meter en la cabeza y lo retomo. Llego al apostadero. No me he dado con él antes y confío que ronde por el perdido donde lo conocí. El aire se pone súper tontorrón y desde un golpe de pinar al otro lado del perdido que domino ...”Guawwww...guaawwww!!!!!!!!”.
Tiro la toalla. A tomar por saco. Que le den...cambio de planes.
Hay otro corzo al que, en los dos últimos años, he visto asomar varias veces de un barranco y volverse a meter apenas habiendo dado cuatro bocados. Nunca campea. Y nunca lo he visto con posibilidad de cazarle. O bien iba con la cámara, o con precinto de hembra. Pero es bueno. Los días que no tengo muy claro que hacer, suelo acabar la tarde allí haciendo una pequeña espera y esperando un oportunidad. Como no queda lejos...decido acabar allí la tarde.
El barranco donde está asentado linda con una zona relativamente extensa que alterna parcelas trabajadas y parcelas perdidas de olivo, almendro y algarrobo que aún están bastante limpias. Ese linde es la que en ocasiones frecuenta tímidamente.
Esas parcelas están en pendiente, de manera que cuando me sitúo al otro lado, domino con cierta altura toda la extensión. Puedo, además, tumbarme cómodamente aprovechando los ribazos de la parte alta. Por contra, desde esa posición, el barranco me queda entre 280 y 350 metros según a que punto del curso mida y dudo mucho que si aparece se adentre en las parcelas acortando la distancia.
Llego ligero, la tarde se consume, rodeo esas parcelas. Me coloco en la parte alta, coloco el rifle sobre la mochila debajo de un olivo al borde del ribazo y a esperar.
En esto de la caza, hay un componente importante de suerte, y ese día la tuve. Mi desatino con el corzo de mi mujer, me llevó a acabar la tarde en esta otra espera. No lo vi salir, pero allí apareció.
Miré a la parte del barranco más próxima en uno de los innumerables barridos que estaba haciendo. Seguí el curso hacia abajo, hacia mi izquierda. Deteniéndome en los puntos en los que uno cree que vale la pena detenerse. Y, acabado el recorrido visual, vuelta a empezar por la parte mas cercana. Ocho y veinte de la tarde. Entramos en los minutos buenos.
Tal y como vuelvo al punto de partida para empezar el enésimo barrido, veo una silueta salir tras un olivo y taparse en el siguiente. Rápido cojo prismáticos, miro y me lo encuentro de culo y con la cabeza gacha a punto de taparse. Solo me da para apreciar (o mejor dicho, no apreciar) el penacho de la vulva.
Tengo el rifle apoyado en al mochila. No insisto mas con los prismáticos. Está en la última fila de olivos pegada al barranco y si es él, no confió que caree mucho más. Pasa todo muy deprisa.
Aún no tengo claro ni que sea un macho...pero prefiero prepararme por si acaso. Me tumbo y meto aumentos en el visor. Lo tapa un tronco, se destapa, vuelve sobre sus pasos y veo volumen en la cuerna. Se me disparan las pulsaciones. Juraría que es él. Mido para confirmar la distancia que he medido infinidad de veces antes. Dos setenta y tres.
Meto los cinco cliks correspondientes y vuelvo a meter la cara en culata. Quito aumentos para asegurar que lo meto fácil en el visor, lo encuentro parado, de costado y mirando hacia delante quien sabe a qué. Vuelvo a subir rápidamente los aumentos necesarios para poder colocar el disparo. Como está lejos centro el disparo un poco más de lo debido y disparo. El retroceso moderado del 308 es suficiente para desencararme cuando disparo tumbado.
Cuando vuelvo a meter la cara lo veo sentado, con las patas delanteras bien estiradas y estirando el cuello como queriendo y no pudiendo levantarse. Ahora si, le cojo la paleta y remato. Ufff… me sosiego, recojo trastos y comienzo el recorrido hasta allí. Y si, es él.
Intento disfrutar de la luz que queda. Precinto, coordenadas...fotos. Más fotos. Lo miro. Lo toco...Eviscero y sin prisa, para casa con esa emoción que tanto cuesta diluirse.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Muchas horas dedicadas a este corzo...y lo cobro un día, de rebote, tras no poder hacerme con el corzo de mi mujer. No hay mal que por bien no venga. No me lo creo. En cuanto tengo cobertura paro para dar cuentas a mi padre y a un par de buenos amigos de los que sabían de este animal. Tarde para el recuerdo.