Nuevo método para acabar con los ataques al ganado
Olor a vainilla, el arma secreta frente al lobo
Prohibida su caza desde 2021, los ataques de lobos al ganado no paran de crecer. Pero hay esperanza para los ganaderos. Científicos del CSIC desarrollan un novedoso método para evitar que se acerquen a sus animales. La clave se halla en el afrutado olor de la vainilla...
Fernando Goitia | Fotografía: Alejandro Muñoz
Han visto el rebaño y se acercan sigilosos; son lobos, se relamen al ver ovejas, vacas, cabras... Un almuerzo fácil. De repente, sus afinadas pituitarias detectan un olor reconocible, peligroso. «Esos animales huelen a vainilla. No, gracias», bien podría ser su pensamiento. Y la manada se aleja en busca de alimento en otra parte. ¿Qué ha pasado? ¿Acaso basta un olor para evitar que los lobos se coman al ganado? Esto es, al menos, lo que la ciencia parece confirmar.
La escena de este frustrado ataque lobuno es, de momento, una aspiración, pero un grupo de investigadores del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC) intenta demostrar que, gracias a la vainilla, es posible reducir las bajas entre el ganado, una situación que está llevando a muchos ganaderos al borde de la rendición. La población de Canis lupus en España ha crecido un 24 por ciento desde 2014 y, desde 2021, cuando se convirtió en 'especie de protección especial' y se prohibió su caza, los ataques no han cesado de crecer: de 2669 en 2021 a 3558 dos años después.
La población de lobos ha crecido un 24 por ciento desde 2014. También los ataques a los rebaños
Una realidad que agudiza el conflicto entre ganaderos y ecologistas alrededor del lobo y al que los científicos intentan rebajar intensidad con el afrutado aroma húmedo y terroso extraído de la orquídea Vanilla planifolia. «Buscamos herramientas innovadoras para reducir los daños a la ganadería», explica la bióloga Lucía del Río, investigadora de la Universidad de Castilla-La Mancha y parte del equipo del IREC.
La vainilla en sí misma, sin embargo, no hace nada. Lo que se busca generar en el gran depredador ibérico es una aversión a su olor. Del Río explica cómo: «Primero ponemos cebos varias semanas en un punto, así se confían, esa comida es 'segura'. Si se los comen, ponemos más con lo que llamamos el aversivo –levamisol en este caso, un antiparasitario de uso veterinario– e impregnamos los cebos con el olor a vainilla. El aversivo causa vómitos, diarreas, como una indigestión que se pasa en unas horas, pero de ese modo asocian a la vainilla ese malestar. Por eso, el último paso es darles cebos con vainilla, ya sin el aversivo, y ver si los rechazan».
El equipo del IREC se haya en esta última fase del proyecto. Solo les queda por comprobar, con ayuda de las 25 cámaras que han distribuido por la sierra norte de Guadalajara, donde se desarrolla el trabajo de campo, si los lobos de la zona se comen o rechazan esos cebos aromatizados. Si no se los comen, podría ser una señal de que se les ha inducido una aversión al ganado mediante la vainilla. «Todo hay que analizarlo detalladamentre –matiza la bióloga–, porque hablamos de una especie muy inteligente y desconfiada, que ha sido perseguida, envenenada... Es muy difícil que los lobos coman cualquier trozo de carne que se encuentren por el bosque».
Collares y perfume para ganado
A la espera de comprobar este punto, los investigadores ya han ideado el modo de proteger al ganado. Para el vacuno (el que sufre más ataques) han creado unos collares aromatizados; a ovejas y cabras, por su parte, las rocían con un simple espray sin efectos sobre su piel ni su comportamiento.
«Esta es una herramienta para ser utilizada de forma localizada y puntual –explica Jordi Tobajas, también investigador del IREC–. Es un enfoque para zonas con muchos ataques. Si son esporádicos es algo asumible, pero los ganaderos que sufren muchos ataques necesitan herramientas porque se arruinan».
Fue Tobajas quien desarrolló hace unos años este método, pero con zorros. Probó varias sustancias como aversivo hasta dar con el levamisol, que asoció a la vainilla para crear ese rechazo condicionado. «Debía ser un olor que no se encontrara en el medio natural y que no fuera demasiado fuerte –explica Lucía del Río–. Se probó con la vainilla, funcionó y la hemos seguido usando».
Tobajas aplicó su método primero en perros y luego con zorros, buscando reducir la depredación de nidos de perdices y conejos. Como aumentaba la supervivencia de ambas presas, probó su técnica de aversión condicionada en lobos en cautividad. Y ahí se quedó. Por eso, el siguiente paso era probar el sistema en lobos en libertad.
La sierra norte de Guadalajara, escenario de la investigación, es una región donde los ganaderos sufrían un número soportable de ataques antes de la prohibición de cazar. A partir de ahí, sin embargo, los ataques comenzaron a crecer.
Los hermanos Cerrada, propietarios de más de mil cabras en Prádena de Atienza, han perdido unas 70 sólo este invierno. Responsabilizan a los lobos y hablan de pérdidas por valor de 10.000 euros, incluidas las graves heridas sufridas por sus mastines, ángeles de la guarda de los rebaños españoles. «Todo el mundo protege al lobo –reclama Carlos, uno de los hermanos–, pero si mata a uno de tus animales a nadie parece importarle».
Los Cerrada colaboran con el proyecto y depositan en él cierta esperanza. «En Guadalajara, la gente ha colaborado mucho. Nos han facilitado la carne para los cebos, nos han ayudado a crear los collares... –dice Del Río–. Ellos tienen un problema y no pierden nada por probar nuestro método». A lo que Jordi Tobajas añade: «Esta es una herramienta para ayudar a lobos y a ganaderos, porque si no se reducen los daños no vamos a ayudar a la conservación del lobo. Los conservacionistas creen que fastidiamos al lobo, pero es una solución que prima el bienestar animal y es segura».
La clave de la nueva técnica es actuar en un momento crucial del proceso de caza. «Es una sucesión de varias fases: buscan la presa, la detectan, se aproximan, atacan, la abaten y se la comen –explica Tobajas–. Lo que ocurre al usar la aversión a un olor es que lo detecta a distancia con su fino olfato y se produce una acción disruptiva en su cerebro que corta de golpe el proceso. El rechazo debe ocurrir en esa parte selectiva de la presa porque, una vez que se lanza, su instinto puede predominar sobre la aversión».
Los científicos, además, contemplan la posibilidad de que este aprendizaje en los temidos cánidos derive en una alteración en sus genes que permita heredar a sus crías la aversión a la vainilla. «Quién sabe si encontramos la tecla y, a la larga, hay un proceso evolutivo –señala Tobajas–. Llevaría mucho tiempo, pero ya ha sucedido, en Australia, con el sapo y la caña de azúcar».
Olor a vainilla, el arma secreta frente al lobo
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