Una jornada de caza[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Ahora que se ha muerto Fraga, hay que decir que en su vida sólo presumió de montero.
Y hacía bien. Que no son los pelantrines; que son los cazadores los que verdaderamente saben las cosas del campo.
Eso decía Azorín, con más razón que un santo.
Este fin de semana estuve de cotilla en una montería de Ciudad Real, cuyos campos dejó Dios como en barbecho para que la naturaleza fuera obrando el milagro del montero, que es la paciencia del padrenuestro.
Sin la belleza religiosa de esos campos los monteros enloquecerían y desatarían cada sábado una guerra civil.
En la soledad sonora del puesto traté de pensar en lo que Ortega anotó en su cuaderno de “La caza y los toros”, pero el frío me impedía recordar siquiera el color de las tapas, que suele ser la guía (el color de las tapas, sí) de mis reglas nemotécnicas, y me quedé dormido a mitad de camino entre “La caza” de Saura y “La escopeta” de Berlanga.
Cuando Saura presentó su película en Nueva York, no sabiendo inglés, se llevó a Chirino para atender a los periodistas, uno de los cuales preguntó por qué los cazadores escupían al hurón en el hocico. Saura le hizo traducir a Chirino que aquel acto era su metáfora cinematográfica para decir que él escupía a Franco, pero los hippies no sabían quién era Franco y ahí quedó la cosa.
El sábado, cuando desperté en el puesto, por la cortada pasaban, como de vuelta, unos perros con los hocicos tintos en sangre.
Creo que de la montería lo que más me gustó fueron esos perros.
Y eché el rato con los perreros, oyendo unas historias de amor tristísimas de su vida con esas criaturas magníficas y valientes.
MEDIO:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]FECHA: 16/01/2012
AUTOR: Ignacio Ruiz-Quintano
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