OTRA MAS DEL LOBO EN ASTURIAS

Ques (Piloña),


Lucas BLANCO


Ques está metido en la boca del lobo. Al menos eso parece después de que a finales de la pasada semana un ataque de cánidos provocase la muerte de un ternero de dos días en una finca situada a unos 100 metros de la vivienda más próxima a ese punto de la localidad piloñesa, lo que ha alertado a un vecindario que jamás había sufrido tan de cerca la visita del depredador.


Un ataque que tuvo lugar de madrugada, cuando los lobos aprovecharon un despiste de la madre para atacar a la cría dejando únicamente como prueba la cabeza del ternero para que su propietario pudiera denunciar los hechos ante los guardas locales, los cuales están investigando lo ocurrido.


Lo que se sabe hasta ahora es que no se trata de un caso aislado, pues apenas dos semanas antes otros ganaderos ya alertaban de otras visitas del lobo que se habían saldado con varias cabras y ovejas heridas en la zona de la sierra de Ques que se sitúa entre la parroquia del mismo nombre y la de Coya. Un territorio que podría ser propicio para el refugio de los lobos a causa del matorral que cubre buena parte de sus descuidados montes.


Si bien ese primer ataque ya había sorprendido por no tratarse de una zona en la que se hayan prodigado -al menos durante la última década- ataques de este tipo, es este más reciente el que más preocupa al vecindario, que ve cómo su ganado ya corre peligro, incluso, al lado de sus propias casas.


Por ese motivo, en los últimos días los habitantes de la zona, poseedores de ganado en su mayoría, han extremado las medidas para vigilar a unos animales que quizá nunca hayan estado tan amenazados como ahora. Unas medidas que van desde constantes visitas a los diferentes prados que sirven para los pastos en la sierra, hasta la recogida del propio ganado en las cuadras por las noches siempre que sea posible. Algo que ha dado más de un quebradero de cabeza, sobre todo a las ganaderías más numerosas, que encuentran en el reparto de sus reses por distintas fincas y en la dificultad de su transporte sus grandes impedimentos.


Es el caso de Manuel Iglesias, propietario del ternero devorado por los lobos hace unos días, que ve imposible tener controladas a diario sus casi 90 cabezas de ganado repartidas en grupos no superiores a la decena por diferentes terrenos de la parroquia. «Intento vigilarlas al máximo, pero tampoco puedo perder el día dando viajes para ver si están bien», comenta el ganadero, que asegura que los ataques podrían repetirse muy pronto. «He encontrado huellas que podrían ser de lobo, pero estoy a la espera de una visita del guarda para que me lo aclare», explica un Iglesias, quien considera estos ataques la guinda a los despropósitos sufridos este año por sus propiedades. «La sequía, los cuervos y los tejones nos han estropeado muchas cosechas y ahora el lobo amenaza con estropear nuestro ganado», indica.


A pesar de todo, el ganadero no entiende cómo un lobo puede ser capaz de atacar en cotas tan bajas, aunque tiene su propia. «Lo único que se me ocurre es que se trate de lobos criados en cautividad y luego liberados, porque no se entiende que se acerquen tanto a la gente», apunta, al tiempo que no descarta que la propia Administración pueda ignorar esta posibilidad.


Tampoco lo entiende Benjamín García, el vecino de la casa más cercana al lugar donde se produjo el ataque del ternero y que desde que esto ocurrió intenta cuidar al máximo su rebaño de ovejas, que pasta a diario por los alrededores de la vivienda. «Procuro guardarlas todos los días, para evitar sustos», indica el vecino, ya jubilado, que dice que nunca había oído hablar de ataques de este tipo en la zona.


García espera que alguien tome cartas en el asunto para resolver un problema que cree que sólo perjudica a unos ganaderos. «¿Qué puedo hacer yo para solucionar esto?» se pregunta el vecino, a la vez que propone soluciones como facilitar la alimentación a los lobos en las partes alta de la montaña o limitar su presencia a zonas perfectamente delimitadas.


De esta manera, considera que se evitarían muchos ataques y, al mismo tiempo, no harían falta indemnizaciones que tilda de insuficientes. «Como mucho, pueden darte 40 o 50 euros por animales que en algunos casos te han costado más de 200», añade un vecino que dice desear sólo que la gente pueda vivir tranquila en sus casas con sus animales y así frenar el constante éxodo a las ciudades.



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AUTOR LUCAS BLANCO