Leyendo la anterior historia sobre el aguardo, me ha recordado la primera vez que fuí a uno...
Nunca he sido de aguardos, jamás había hecho uno, pero eso no quería decir que no conociera que hacer en uno de ellos, pues tenía un par de amigos que solo practicaban esa modalidad de caza mayor, y a veces los oía hablar del tema con pasión cuando íbamos a la menor, pues ambos pertenecian al coto donde yo estaba, y a veces formabamos cuadrilla.
Un día a mitad e los 80, estaba tan pancho en mi trabajo, y suena el tlf., era mi amigo Jorge, uno de los dos aguardistas empedernidos de los que he hablado, el cual me dice:
-Oye Paco ¿quieres hacerle un aguardo a un buen verraco ?.
-Ya sabes que no me van a mi esos rollos Jorge.
-Ya, ya lo sé, pero te debo un gran favor, y esa es la única forma en que te lo pueda compensar.
Nunca he sido de esa forma de pensar de... “te debo una”, tan de película yanky, es mas, me mosqueo cuando los escucho hablar así. Si puedo hacerle un favor a alguien, no espero nada a cambio, me vale tan solo con contar con su amistad, y ver que lo he podido hacer feliz al ayudarle, ese es para mi el mejor pago.
-Que no Jorge, tu o me debes nada, disfruta tu ese aguardo que a ti te pirran, que a mi esas cosas... .
-Nada hombre, es que tu nunca has ido de aguardo, igual vas a este y te enganchas. No me hagas ese feo Paco, que lo llevo preparando para ti desde hace mucho, y es ahora o nunca.
Aquello de “ahora o nunca”, me sonó a las cosas raras que algunas veces se montaba Jorge con tal de matar un guarro. Así que le dije que me esperara en el bar de marras, y allí lo hablaríamos con mas calma y al detalle.
Ya en el bar, me cuenta Jorge algo que no me gusta, el aguardo, iba a ser en un lugar en el que está prohibidisimo cazar “siempre”, y si te cogen te empapelan a lo gordo. Jamás había yo furtiveado, y aquello me daba la excusa perfecta para negarme al ya indeseado aguardo. ¡¡ Que bien !!.
Pero ustedes no conocen al Jorgito, por lo visto, la noche del aguardo, se casaba la hija del guarda mayor de la “finca”, además de ser el padrino de la boda de su hija. Estaban invitados todos los guardas de la finca, y solo un par se quedarían de guardia para todo el coto esa noche. Y uno de ellos, le debía un gran favor a Jorge, y le había informado desde hacía unos meses del plan para hacer ese día el aguardo de un jeta mas que curioso, y que el guarda había visto por esa mancha muchas veces, y según decía el guarda “deudor de favores” el bicho estaba por encima de los 100 kg.
Mas de dos horas después de discutir en vano con el cabezón de Jorge, y con muchas cervezas encima, le dí el si a regañadientes, después de contarme todo el esmerado plan que había preparado durante semanas, no podía decirle que no. Realmente las cervezas y lo tardío de la hora, aparte de quitarme de encima al pesado de Jorge, fueron los culpables de mi asentimiento a aquella ilegalidad. A la mañana siguiente, en cuanto me levanté, ya me estaba arrepintiendo de haberme comprometido. Pero le había dado mi palabra, y ya no había vuelta atrás. Así que disgustado por la forma en que se iba a perpetrar el asunto, a parte de no gustarme la modalidad, lo repensé todo.
Guardería que prácticamente lo ha preparado todo y haciendo la vista gorda, bicho grande a tiro y vigilado por el guarda y por Jorge, y que no faltaba a la cita desde hacía semanas. Finca de entrada colindante a ese coto, de la cual Jorge era amigo del dueño y entraba en ella cuando quería, el dueño de esa finca de vez en cuando también furtiveaba en ese coto vecino. Total cacería segura, cómoda, magníficamente preparada, y de camino Jorge se sentiría feliz de poder hacer algo por mi, que en el fondo era lo que me movió a meterme en el lío aquel, que el se sintiese feliz, porque yo me sentía mas que incómodo con todo aquello.
Un par de días antes del aguardo, me llama y me dice que me esperaría en su casa que estaba en el pueblo que linda con el coto de marras, y que no me lleve nada, que tiraré con su rifle, y que el pone todos los archiperres, pues yo no tengo chismes para aguardo. Esto no me gustaba nada, pues yo sabía que el tiraba en los aguardos con un CZ del 8x57 con visor de 8X de campana grande, y yo desconocía ese arma. Todo lo que no fuera llevar mi rifle y mis chismes, me descomponía.
-Nada, nada Paco, va como los ángeles, los mata solo, ni que apuntar tienes, ya lo verás, además que lo vas a tirar a unos 50 metros, oye que le tiras una piedra y lo matas.
Después de perdidos al río, que es lo que se suele decir en estos casos. Allá que me fui para el pueblo solo con la indumentaria de faena y alguna cosa mas que tenía en el maletero, y que eché en mi morral de caza. Nos montamos en su coche, y me llevó hasta la puerta de la finca que colindaba con el coto, la cual abrió sin mas, como si fuera suya, carrileamos por la misma, y llegamos junto a la valla del coto prohibido, allí paró el coche, y empezó a sacar sus avíos, cargó el rifle, y me dijo como funcionaba, miré por el visor, y se veía de escándalo por la campana que tenía aquello, acostumbrado al mio de 32, aquello era lo menos de 42 o mas, en la oscuridad no me fijé. Me preparó todo, y me dijo:
-Y aquí tienes los prismáticos (unos Swaroski de 8 X 50 creo recordar), lo verás todo casi como si fuera de día -me exageró Jorgito-.
Pero como yo no me fíaba, me había llevado los míos de 8X30 que eran los que usaba para todo, y lo llevaba en mi mochililla. Con todos los avíos, saltamos la valla, y nos fuimos para el puesto en silencio absoluto, tardando en llegar unos 20 minutos a través de una senda poco hecha. Cuando llegamos, me señaló donde estaba el comedero y la baña, y por donde aparecían los guarros todas las noches. Ya me había advertido en el coche, que venían algunas hembras con sus guarretes, y también otro macho de unos 50-60 Kg, según habían visto el y el guarda, y que ese era escudero del premio gordo. Que dejara entrar al mediano, y esperara a que asomara el grande, que lo dejara comer o bañarse un poco, y cuando lo viera confiado, levantara el rifle lentamente y sin ruidos y... . Que el vendría al escuchar el tiro, pues se iba al coche, y que no se me ocurriera seguir al bicho si lo hería y se iba. Que a la mañana siguiente ya lo pillaría el guarda y se lo daría a el. Y que si eran las 11 h. y no había entrado, que me volviera al coche.
Se marchó, y allí me quedé casi en la oscuridad, pues aún había luz, al poco de irse Jorge, la fauna nocturna empezó a moverse a su bola., eso si, a distancia prudente de mi. El mas cercano, una lechuza que se posó encima mía como a tres metros de altura. Bien eso era bueno, no me había detectado... a ver si no se me caga encima con la confianza, pensé. Al rato se fue, y la poca brisa que había, soplaba firme y a mi favor... todo prefecto.
Y en efecto, llegó la marrana con su prole, y al rato apareció otro que no supe si era macho o hembra, al poco, levantaron la cabeza como escuchando, y se fueron haciéndose el silencio. Poco después, con cierta reserva, apareció el que yo pensé era el escudero, y ahí si que me puse nervioso, y subí un poco el rifle, para ahorrar movimientos cuando entrara el “deseado”, pues ya lo que me faltaba era la esperada entrada del GORDO. Pasó el tiempo, y el gordo no entraba. Miraba con los prismáticos, y nada veía.
Se fue el supuesto escudero después de un buen rato... y nada entró, al rato miro el reloj y las 11,40 h , con lo cual, recogí los avíos, y me fui al coche.
-¿¿ No entró ??- me dijo Jorge.
-Nada, entraron todos y alguno mas, pero el grande no.
-Que raro, a estado entrando todas las noches, según las huellas, y mi amigo el guarda.
-Se habrá ido también a la boda de la hija de“su jefe”.-le dije con guasa a Jorge, y nos reímos con ganas-.
En realidad, yo me había quitado un peso de encima con todo aquello, me alegraba de que el bicho no hubiera acudido a la cita.
-Paco, ¿ y los prismáticos ?.
Entonces me acordé, de que los había dejado en la rama del árbol donde el los colgó, y que había utilizado los míos, como era mi costumbre. La verdad era que yo veía mas o menos bien con la luz que había esa noche, y no usé los prismáticos de Jorge. Es mas ni siquiera me acordé de ellos con la cosa de estar pendiente de todo y sin hacer ruido y ni moverme casi.
Así que le dije que volvería a por ellos, Jorge me dijo que no fuera, que llamaría por la mañana a su amigo, y que el los recogería del árbol.
-Ni hablar, se pierden porque lo que sea y valen un pastón tío. Me vuelvo a por ellos ahora mismo, pues solo faltaría eso para acabar mal la noche.
Dejé allí a Jorge recogiendo, y me volví a por ellos, esta vez mas aliviado al ir sin carga, solo con el cuchillo al cinto que solía llevar casi siempre por el campo... por si acaso.
Cuando me fui acercando al sitio, oí ruidos en el comedero, y me quedé inmóvil escuchando. Poco a poco, paso a paso, llegué por detrás al árbol, me asomé a ver que había en el comedero.
Un burro, eso era lo que parecía aquello en la noche. Pero tan compacto como un jabalí, que era lo que realmente allí había. El superguarro del coto. Lo observé un par de minutos, pues de golpe, levantó el cabezón, y metío un empujón monte abajo perdiéndose entre el follaje. Me había barruntado el muy c... . Estuve contento de no haberme vuelto con el rifle, pues no lo hubiera podido resistir, y otra vez me habría metido en el jaleo que nunca quise.
Cogí los prismáticos de mi amigo, y al volverme veo que llega Jorge junto a mi.
-Se acaba de ir.
-¿ Quien ?
-El guarro de marras, se acaba de ir, lo he tenido ahí un par de minutos, mascando a su antojo, que guarro Jorge, no dejes de venir a por el otro día. Pero me ha barruntado, y se ha largado.
-No, no te ha barruntado, es que yo cuando venía, he dado un traspiés en la oscuridad, y he dado un zapatazo para no caerme a un minuto de aquí. Seguro que me ha oído.
Jorge no llegó a cazar ese guarro, ni sabe si alguien lo cazó, pues en el coto todo volvió a la normalidad con la guardería al completo. Tal vez el dueño de la finca de al lado... .
Pasados un par de días, analicé el asunto, y todo había sido un cúmulo de despropósitos. Acudí a un aguardo que no quería, cuya especialidad no me gustaba, iba de furtivo por primera vez a la mayor, todo por darle gusto a un amigo, con un equipo que no conocía, la pieza no acudió “a su hora”, sino una hora después de “lo normal”, para recochinearse de mi nunca mejor dicha la palabra. Vamos como si tuviera que tener la puntualidad del AVE. Se me olvidan los prismáticos, me vuelvo sin rifle, y allí está el bicho... Y ES ENORME, se regodea allí mismo comiendo delante mía a placer, y yo con un cuchillo al cinto y seguro que con cara de capullo alelado mirando semejante animal. Menos mal que no tuvimos ningún percance de vuelta a casa, hubiera sido el colmo de los despropósitos.
Cuando la cosa está de leches... hasta los chivos la dan. Y no digamos los guarros, con lo escamosos que son.
Saludos.