Carreño La caza, un mal paso en el concejo
Los cazadores denuncian que el bosque de La Arena, donde suelen ir de batida, está lleno de bocaminas, en una de las cuales cayeron dos perros
Logrezana, Braulio FERNÁNDEZEl cazador cazado. No es lo habitual, pero hay un bosque en Carreño que ha puesto en jaque a los cazadores. Se trata del bosque de La Arena, en la parroquia carreñense de Logrezana. Allí, entre una espesa vegetación y árboles que impiden ver ningún claro, hay agujeros, bocaminas en el suelo, sobre lo que hace un siglo eran las galerías de las minas de hierro de El Regueral. El peligro es evidente. Das un mal paso y caes por un boquete de unos quince metros de profundidad. Todavía no hay que lamentar daños humanos, pero el pasado sábado cayeron los primeros damnificados sobre cuatro patas: dos perros de caza.
«Rodeábamos el bosque en cuadrilla cuando vimos salir al jabalí, ahuyentado por los perros e impulsado a salir de allí, y lo abatimos», relata Evaristo Martínez, uno de los cazadores que el pasado sábado disfrutó de una de las últimas tardes de caza en el concejo por este año. «Los primeros en lanzarse sobre el jabalí son siempre los perros, pero aquella vez no lo hicieron», continua José Luis Gallegos, otro de los cazadores. «Los perros no fueron a la muerte», que se dice en el argot. Y se encendieron las alarmas.
«Un pozo», exclamaron de inmediato, y echaron mano del localizador que detecta los chips de los perros. La noche se abalanzaba sobre el bosque y mediante una cadena de catorce personas fueron acercándose al punto exacto donde se encontraban los animales. Y la sorpresa fue mayúscula cuando en lugar de un pozo, donde encontraron a los perros fue en un agujero de quince metros de profundidad, como constataron con una cuerda, lleno de vegetación e imperceptible para el ojo humano o animal.
«Durante el XIX y parte del siglo XX aquí debajo había minas de mineral, de hierro, que quedaron en desuso a mediados del siglo», relata Gallegos. El problema es que con el paso de las décadas, el suelo ha ido cediendo en algunos tramos, dejando las galerías al descubierto.
Y no hay solo una. «Muchas son conocidas, pero hay trampas, zonas en las que parece que hay suelo cubierto de hojas y ramas, y al posar el pie, el suelo se hunde bajo él», señala Martínez.
Allí fueron a parar los huesos de los pobres perros, «el Pinto» y «el Hamilton», que por suerte pudieron ser recuperados con vida gracias, precisamente, a la gran cantidad de vegetación que encontraron en la caída. «El drama será que un día caiga un cazador o un vecino cualquiera que se atreva a adentrarse en el bosque», lamenta Martínez, puesto que «los humanos no llevamos chips como los perros. Allí te quedas».
La solución es balizar los agujeros, una vez son detectados. «Hace casi veinte años localizamos una de estas bocaminas y la vallamos con unos hierros, también para que los perros no pasasen por encima», recuerda el cazador. Ahora salen agujeros por todos los lados. «Carreño está lleno de ellos: si cazas en el monte Areo, ojo con las bocaminas de las minas de caolín, de más de seis metros de profundidad, y por todo Logrezana hay minas de mineral, todavía más profundas», señala.
Es el pasado del concejo previo a Ensidesa, que impulsó la creación del ferrocarril de Carreño en busca de ese mineral. Pero ahora es un lastre para los cazadores del coto de Carreño. Y señalan al Ayuntamiento para pedir auxilio. «Es el primero que tiene que tener constancia de la existencia de estos agujeros y del peligro que suponen», señalan.
La temporada de caza acaba en un par de semanas, y algunos ya se replantean volver a buscar jabalíes por el bosque de La Arena. Podrían caer en la trampa, y convertirse en el cazador cazado, y todo por un agujero en el suelo
AUTOR Braulio FERNÁNDEZFUENTE la nueva españa asturias