El pasado día de todos los santos, en el cementerio de mi comunidad, estabamos todos honrando la memoria de nuestros seres queridos, depositando en las lápidas enormes ramos de flores y crisantemos, cuando ¡¡¡¡De pronto!!!!. Vemos acercarse a un muchacho, de rasgos orientales con una enorme bolsa al hombro.
Con suma delicadeza, deja la bolsa en el suelo frente a una tumba sin nombre y extrae un enorme cuenco lleno de arroz tres delicias, - con el frío y la hora, el hambre estaba presente - inclina su cabeza en dirección a la sepultura y después de unos instantes, con mucho cuidado, coloca el cuenco en la cabecera de la tumba.
Yo, presa de una enorme curiosidad, me acerco y le pregunto: ¿Cuando cree usted que va a salir su difunto a comer?.
A lo que él, con expresión impávida me responde: ¡¡Cuando el suyo salga a oler las flores!!