El delirio comenzó cuando me salí de la A3 para perderme dentro de Jerez de la Frontera, allí intenté conectar el GPS, pero a veces las cosas no pintan, y cuando no pintan....
Después de mucho preguntar pude retomar la autovía de la que no debí haber salido hasta Medina Sidonia, allí volví a meter la pata, y es que hay que ver cuando uno está acostumbrado a escuchar las indicaciones de tan exquisita señorita, a 300 mmmmetros...., y esta nos falta no hay quien se encuentre. Mas de lo mismo en Medina y finalmente encontramos el camino a Benalup, una vez allí y acomodados los pertrechos salimos a cenar y volvimos pronto al hotel, sobre las 12:30 para poder descansar algo ya que habíamos quedado a las 7.
He de decir que conté todas las horas aún a sabiendas de que ya, "tarugo" no volvería a casa porque en el camino un conejete había sido aplastado por una de las ruedas del 4x4, mala suerte.
Mas tarde que pronto sonó el despertador, nos levantamos, un rápido desayuno y cuando llegué al punto acordado con el guarda allí precisamente nos esperaba. Sin más dilaciones se montó en su vehículo y lo seguimos hasta la finca.
Era muy temprano, noche cerrada todavía, tras las presentaciones con otros guardas y dar instrucciones cargamos rifle, mochila y bastón en el coche del guarda mayor y nos preparamos para salir. Ya se escuchaban berreando. Los nervios afloraban.
Tras encaminarnos ya sierra arriba y con la conversación sobre la finca, sus especies y algo de gestión continuábamos la marcha entretenidos, mientras a menudo saltaba algún venado al camino. He de decir que me gustaban todos, cualquiera me hubiese servido. Llegamos a un morrito, dejamos el coche de lado y empezamos a caminar por una cuchilla de la sierra, hasta apostarnos en una gran formación de peñascos y lentiscos, allí, atalayados aguardamos la salida de un viejo ciervo que tenían avistado los guardas, el aire frío golpeaba la cara para buena señal y no tardó demasiado en aparecer la cierva, así que sabíamos que no andaría lejos. Aun así y después de una hora decidimos retirarnos y rodear el espigón de mancha donde creíamos que se encontraba, por si daba la cara, vuelta al coche y cambio de posición, ahora entramos por abajo, pero ya la cosa pintaba mal, la cierva estaba acostada en la mancha y probablemente él también se habría encamado, así que decidimos buscar otro que tardaba mas en encamarse, que lo tenían apodado como "el pegón", imaginaos lo caritativo y piadoso del bichito con respecto a los demás.
De nuevo al coche, vuelta a empezar.
Subimos bajamos, subimos bajamos, aquello estaba todo lleno de escarpadas sierras, de salpicoteados alcornoques bañados en brezos, donde los corzos pululaban a sus anchas, donde agazapados fisgoneaban nuestro trajinar, no sin ser descubiertos en más de una ocasión por la perspicaz vista de los guardas, mostrándonoslos con sus orejotas erguidas entre la espesura y sus ojillos ocultos clavados en el vehículo, o en nosotros mismos.
Ensimismados con los buenos y bonitos ejemplares que estábamos viendo nos encontramos cuando un frenazo del coche y:
- Ahí está Carlos, ¿lo ves?.
-Sí contesto, pero... ¿cuál es?.
Había en mitad de un rastrojo un grupito de 6 o 7 venados, a unos 400 metros.
- Mira, el que berrea que está un poco separado, bajaros del coche y lo intentáis tirar.
Todo esto lo indicó sin dilaciones y sin tirar de prismáticos, así que dicho y hecho, Carlos que se tira abajo del coche y se encamina, con Benito, el otro guarda, mientras mi padre y Paco esperan en la pick-up el desenlace.
Tapándonos como bien podíamos por el filo del monte a veces y por dentro cuando era posible nos fuimos arrimando muy lentamente, mirando primero por si había algún otro venado el la orilla del monte y nos podía delatar. Por suerte no fue así y pude colocarme a unos 150 metros, ahí colocó el trípode el guarda, apoye el 30-06 y miré por el visor, allí de nuevo había una pelota de ciervos, y volví a preguntar.
-¿cuál es?
- El que está pegándose con el pequeño, espera, que ahora vendrá hacia nosotros.
Efectivamente, fue soltar al que le estaba dando "caña" pegó cuatro saltitos y se vino derechito, por el visor me fui a la cuerna y conté una palma 4, hice la regla de 3 y calculé.
-14 puntas dije.
El silencio sentenciaba y tras un leve espacio de tiempo me sugirió Benito.
-Tire usted cuando quiera.
- Voy a esperar que me de el codillo, le dije.
Ya que lo tenía de frente y un tiro al pecho no me parecía "políticamente correcto".
Así que esperé que se girase un poco ya que como continuaba andando hacia nosotros todo lo que hacía era meterse aún mas en la boca del lobo, hasta que se detuvo, así permaneció un largo tiempo, o al menos a mí me lo pareció, el pulso a pesar de encontrarme apoyado empezaba a pasar factura, y por mi mente rondaban recuerdos no muy lejanos de un cochino que todavía estará corriendo por esas sierras de Dios, pero yo estaba seguro del rifle, lo había puesto a tiro días antes, aunque he de reconocer que aquel recuerdo en aquel instante añadió un plus de ansiedad por el desenlace. Con estas elucubraciones no me percaté de que berreaba de nuevo y tras terminar dos pasitos me mostraron su costado izquierdo, cruz en su sitio, respiración contenida, golpeteo en la sien, aprieto levemente el gatillo hasta que noto la presión, ahora.
Tras el estallido la estampida de animales por doquier, todos expectantes a lo que acontecía, el guarda felicitándome sin todavía haber acerrojado el rifle, así que decido no hacerlo ya que sabía que el tiro había resultado letal, esa manera de caer me resultaba familiar. Nos encaminamos hacia el y allí se encontraba, inerte, sobre su tierra, la que lo vio berrear por última vez, la que lo vio imponerse minutos antes por última vez, y de la que se despidió con un sonoro adiós.
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