Enemigos invisibles...

Ahora me río cuando lo recuerdo, pero entonces, el cabreo fue bien gordo porque todo me salió muy mal, primero por rechazar una montería que fue la mejor de la temporada y que no fui por desacuerdo con los dueños de la finca, pues más de la mitad de los puestos íbamos pagando y el resto eran amiguetes y familia, estos ya tenían puesto asignado y los paganinis a sorteo, así que ...con su pan se lo coman, y Álvaro tragó y cortó oreja y rabo.

Los catetos borrachos sabiendo mi carácter me llaman y me meten en aquel fregao, y yo tan tonto, y por querer ayudarlos... trago. Le pego un tiro a un bicho muerto para asegurar, porque allí dentro no había más defensa que la escopeta, cabreo al avispero, que nunca pude imaginar que allí dentro hubiera uno, y me ponen fino las bellacas y sin poder defenderme allí dentro.

Por acompañar a los otros, pillo una tranca de cazalla seco, con lo malo que es eso, y sin saber nada, me voy a la casa aquella, caigo en la cama sin recoradar nada, y la vieja aquella me levanta a escobazos y voces a las seis de la mañana. Encima el café, que era mi medicina más efectiva, era una caca, menos mal la manteca colorá y aquel pan de horno casero.

Y lo peor y que no caí hasta que no me vio, mi madre, menos mal que la pobre era muy comprensiva, me decía que entre las motos y la caza, acabaría mal, pero lo peor de todo y con mucha diferencia.... mi novia. La de broncas que tuve que soportar a cuenta de todo aquello en cuanto me vio medio hinchado (ya se me había bajado la inflamación de cara y cabeza), empezaron los reproches, y a partir de ahí, cada dos por tres... a ver si vas a venir como la otra vez ¿¿o es que ya no te acuerdas??. Años estuvo así, mucho peor que la cacería las avispas y la vieja.