Artículo llamado "Cazador Nace y se Hace"

Os dejo un artículo que me parece interesante para debatir que ha publicado Raúl Guzmán en la web

¿Estáis de acuerdo con lo que dice?

CAZADOR NACE Y SE HACE

Suponen estas letras el contrapunto al título del artículo de Mery Diezma. Es una vieja cuestión, opinable como todas, y a la que he dedicado desde siempre interés y atención. Echando por delante mi conclusión, sirve el título: “El cazador nace y se hace”.



El cazador nace porque como seres humanos llevamos ínsito en nuestro código genético la influencia de la caza, hoy devaluada a mera afición fruto de la degeneración de la obligación que en los remotos tiempos del Paleoindio constituyó la actividad venatoria.



Todos somos cazadores en potencia, nacemos pudiendo ser cazadores, es una opción vital que la genética nos concede y que podemos desarrollar si nos gusta o interesa. La familia, el entorno, étc, condicionarán el desarrollo de nuestros genes cazadores. De ahí, que algunos inicien su afición en la infancia o pubertad, -caso de antecedentes familiares, normalmente-, y otros, a edades más tardías, fruto del contacto con una actividad que desconocían y al intimar con ella despierta su latente condición de cazador.



Roberto Sánchez Garrido en su libro “Caza, Cazadores Y Medio Ambiente” lo razona perfectamente: “La explicación giraría entorno al planteamiento etológico de Konrad Lorenz en el sentido que las conductas de las especies animales son innatas y que van desarrollándose a lo largo de la existencia de los individuos. Si el cazador nace, el que "no se hace" es porque no activa el resorte genético…” .



Karl Marx, padre del comunismo, mantuvo: "...en todas las sociedades anteriores (el hombre ha sido) cazador, pescador, pastor o crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida.”



La cuestión se torna compleja una vez que el ser humano decide dedicarse a la caza. Lejos de la finalidad de estas letras quedan disertaciones sobre el hombre cazador-recolector o la caza como deporte, estadio éste que superaría el ancestral atavismo de la caza.



Procede en cambio, dejar algunas reflexiones sobre el veneno de la caza tras su innata inoculación en la sangre del hombre cazador, entrando así en la segunda fase del título: “el cazador se hace”.



Sin desarrollo y potenciación del gen cazador, no hay cazador que valga. Y los genes cazadores que todos portamos en origen, no los portamos en la misma cantidad y calidad.



Una dosis débil de genética cinegética dificultará el nacimiento de un cazador, originando una predisposición a otras actividades: letras, ciencias, étc. Parece lógico además, por cuanto si todos desarrollásemos el atavismo cinegético, en primer lugar no habría caza para todos y, en segundo, porque otras actividades tan originarias como la caza, quedarían sin adeptos y aficionados. Por tanto, a mayor dosis genética innata en la persona, mayor predisposición a su desarrollo y a la consumación del hombre cazador.



¿Y el sexo femenino?. La realidad muestra que las mujeres cazadoras son notoria y ampliamente inferiores en número a los hombres. ¿Por qué?: Intuyo y de ahí no paso, que la acción cazadora atávica y primitiva fue desarrollada por el hombre y de ahí que la herencia genética se haya transmitido más a los varones que a las féminas, ¿pero…?.



No obstante, ilustres cazadoras, monteras especialmente, siempre han enseñoreado el estandarte cinegético patrio. Sirva citar como ejemplos a SAR Doña Alicia de Borbón, Duquesa de Montellano y, hoy, Mari Carmen Basarán, que con su alegría y camaradería endulza las jornadas monteras de todas nuestras serranías.



Tras el “excursus” por el género amado y volviendo al tema que nos ocupa, cobra vital importancia en mi opinión, el “instinto cazador”. Los antropólogos son poco dados a reconocer cualquier instinto al margen de los de supervivencia y reproducción, negándolos incluso Sigmund Freud al denominarlos “pulsiones”. Parece pues que el instinto cazador hay que generarlo y para ello la experiencia es esencial. Sólo con la práctica, inmensa afición y extensa dedicación temporal a la caza lograremos crear el instinto necesario para alcanzar cotas virtuosas en la venatoria.



El instinto nos acerca más al conocimiento de los animales, a sus hábitos y costumbres, a intuir y adivinar sus reacciones, sus escapes, sus arranques, sus opciones de salvación, en definitiva, a adivinar y predisponer su captura, adelantándonos a su comportamiento. Cazador que no adelanta su acción a la de su presa, es cazador burlado.



Los biólogos y naturalistas han alcanzado un alto grado de conocimiento de los hábitos de los animales en condiciones normales, a lo sumo, conocen sus estados de alarma en función de sus predadores naturales, más los estados anímicos de los animales en trance de ser cazados es una materia reservada para el cazador, sólo y en exclusiva para el cazador. No se aprende en la Universidad.



El instinto cazador constituye un plus del legado genético innato del ser humano que condicionará su éxito venatorio en función del grado de adquisición. Hay portadores de escopeta vagando por el campo (¿cazadores?) que difícilmente lograrán cobrar pieza alguna en la jornada y, otros, en cambio, necesitarán de pocas horas para colmar el morral. Cuestión de diferentes niveles de instinto cazador.



Y creo, que los cazadores que desarrollan en mayor grado el instinto cinegético, como algo adquirido y no congénito, trasponen el mismo a su ADN de forma proporcional, de tal forma que la carga genética que trasmiten a su descendencia genera en ésta una dosis innata reforzada, -plus-, de genes cazadores. En otros términos, he conocido a grandes cazadores, hijos de otros grandes cazadores. Sin embargo, cuento con los dedos de una mano, los ejemplos contrarios: buenos cazadores, hijos de no cazadores o cazadores mediocres. En palabras de Unamuno: “lo que natura no da, Salamanca no presta”.



No obstante y, como excepción a la regla general, el desarrollo intensivo de la actividad venatoria desemboca en cazadores virtuosos sin apenas antecedentes, todo ello fruto de la práctica y la experiencia. “Practicones” que diría el Maestro.



Y, ¿cómo se hace el cazador?. Siempre mantuve que “a cazar se aprende cazando, como a disparar, se aprende disparando”. Es decir, cazar, cazar y cazar y, a menores o inferiores medios, mayor afloramiento e intensificación del instinto cazador. Para entendernos: si hemos de dar muerte a un animal que se encuentra a 500 ms de distancia y contamos con un rifle de extralargo alcance, no necesitamos molestarnos ni activar instinto alguno. Además, esa acción no es cazar, es matar, no más. Por el contrario, si sólo disponemos de una escopeta y unos cartuchos de bala, sólo estudiar la entrada al animal nos consumirá dosis importante de materia gris y, si finalmente damos muerte al animal, habremos cazado y potenciado el instinto cazador, que es de lo que se trata.



Las modalidades de caza inciden en el desarrollo del instinto. A mayor dependencia de sí mismo del hombre en la acción venatoria, mayor pureza y menor dependencia de terceros, (humanos o animales), colmando el éxtasis íntimo que debe constituir la razón última de la caza.



Días atrás, leyendo por enésima vez a Miguel Delibes, disentía para mis zahones de su análisis sobre la caza en solitario con perro como “súmmum” y modalidad paradigmática de la caza pura.



Para mí, la caza más pura, -modalidad cinegética- es la que practica el cazador en solitario, sin perro, en busca de la perdiz, la liebre o el conejo. El perro es un ayudante eficaz, que desarrolla acciones que el cazador se ahorra. Este se limita a dirigir a aquél, pero no suple su función, se apoya y beneficia de ella. La búsqueda del animal la dirige el hombre pero la ejecuta el perro. Cazando sin perro, el hombre ha de autodirigirse en la búsqueda y llevarla a cabo, es decir, ejecuta la totalidad de la acción venadora, intuyendo el lugar donde se encuentran las piezas, buscándolas, persiguiéndolas, -perdiz- y finalmente, si hay suerte, capturándolas. El ciclo venatorio completo realizado por una sola persona: caza esencialmente pura.



Por ello entiendo que cazando en solitario, sin perro, sin mayor compañía que el arma, el instinto forzosamente ha de potenciarse, so pena de volver a casa “bolos”, en toledana expresión. En definitiva, el cazador errático y novel que por herencia genética vino al mundo, se va haciendo, se va forjando, adquiriendo el instinto cinegético que le diferencia de otros seres humanos, incluso de otros cazadores menos virtuosos o menos proclives a aprender del campo y sus criaturas.



Sirva como término y resumen de lo expuesto, la excelsa cita que Berenguer puso en boca de Juan Lobón: “Soy cazador como soy moreno y, cuando se mienta a un cazador, se mienta a quien se ha casado con la caza, no al que chicolea con ella por la reja”.



Pues eso…

Fuente: MONTEROSYCAZADORES.COM

Es evidente que el cazador con afición desmesurada, el cazador como yo digo de vicio (mi caso) que desatiende obligaciones familiares, sociales y laborales para cazar, nace, no se hace.  Otra cosa son los muchos aficionados que por circunstancias de la vida se acercan a la cinegética y la practican por uno u otro motivo y disfrutan de la caza pero podrían vivir sin ella, lo que no es mi caso.
Esto ya lo describe muy bien el gran Miguel Delibes en su Diario de un cazador en donde cuenta cómo cuando al perder la mano el padre deLorenzo y ver este que no puede cazar manco, simplemente se apaga y fallece sin mediar razón mi motivo aparente de salud. Ese libro para mí es la biblia del cazador y debería ser currículum obligatorio en las escuelas.
También conozco muchos casos de hombres muy cazadores que han tenido varios hijos, han tenido todos la misma facilidad, ambiente y educación para cazar y alguno ha salido tanto o más cazador que el padre y alguno no ha tenido afición. Esto siempre ha sido así.
Del tema de las chicas, he de decir que llevo observando en mi trabajo que la mayoría no comparte la afición de los chicos por cosas como juegos bélicos, deportes de riesgo, juegos de ordenador de guerras , etc. etc y supongo que con la caza ocurre lo mismo, pero no me cabe duda de que si sale alguna con sangre cazadora superará con creces a la mayoría de los varones.
Naturalmente existe una explicación antropológica, pero cada vez que la cuento me tildan de machista, de todos modos ahí va:
No debemos juzgar a la especie por los últimos 4000 años de historia sino que debemos contemplar todo el proceso evolutivo, si nos remontamos a los últimos 150.000 años, ya con el cromañón en escena, no se escapa a ninguna mente avispada que el estado natural de las mujeres era estar embarazadas y criando a su descendencia y que la caza que en aquellos tiempos tendría muchísimo de riesgo no era la actividad más adecuada para que una hembra asegurara la supervivencia de la especie que en definitiva es de lo que se trata.
Por eso las hembras se encargaban de recolectar y los machos de asumir la penosa y peligrosísima tarea de cazar y guerrear en un medio salvaje y hostil y tampoco serían todos los machos, sino sólo los mejores, luego ya se fue diversificando la cosa, apareció el poder, la ambición etc etc inherentes al ser humano.
Sólo dos reflexiones, no olvidemos que el hombre se convirtió en lo que es gracias al hecho de comer carne que propició la menor presión de la musculatura masticatoria y el consiguiente aumento de la capacidad craneana.
Y que las mujeres hoy en día ven el trasero como la parte más atractiva de los hombres, cosa que casualmente era el signo de identidad de un buen cazador que andaba cada día de sol o sol y que naturalmente aseguraba el sustento de la familia y el que se saliera adelante, pero claro estamos hablando de hace 100.000 años.
En nuestros días.........................      que también asegurará la supervivencia de la prole.
En cuanto a la parte que señala al cazador puro sin perro, lamento no estar de acuerdo.           El perro ennoblece y engrandece la venatoria, es indispensable para evitar dejar piezas heridas y sufriendo en el campo, por eso sobre todo al hablar de menor me atrevo a decir que un cazador sin perro no es un cazador aunque claro, cada uno hace lo que puede y si no puede tenerlo me parece que realiza una actividad muy digna, pero de ahí a decir que es algo más puro porque realiza el sólo todas las fases, pues va un abismo.
En cuanto al tema de los instintos, ese señor no lo tiene muy claro ya que conducta instintiva es por definición innata y no aprendida, vamos que se nace con ella, no se aprende. Ahí si que se confunde un poco con sus aseveraciones. De todos modos buen artículo.

Saludos a todos amigos!

El cazador o el motero nace, aunque no le venga de herencia genética, como fue mi caso.

PD. En cuanto a ser Delibes de lectura obligatoria en los colegios, por desgracia no lo es ni siquiera con sus obras que en nada o en poco hace referencia a la caza, pero si a la España de la postguerra, que sería muy interesante para los alumnos. Así que imagínate en poner "Diario de un cazador" de lectura obligatoria en los colegios con la actual fobia anticaza que campa en nuestro país. La caza, dicen, que es inductiva a la violencia, falta de sentimientos y un delito contra la fauna admitido por nuestras actuales leyes

pepdark,te estoy leyendo y veo en tu escrito un fiel reflejo de mi pensamiento,a ver si vamos a estar ¨clonaos¨,pero es que la has clavado

Estoy con roncador. Pepe el oscuro lo has bordado! Con mayúsculas. BORDADO.