Bueno, pues para romper el hielo no se me ocurre nada mejor que haceros un relato de la montería a la que asistí este noviembre pasado. Me ha salido larga, la verdad, pero espero que os resulte entretenida.
Para poneros en antecedentes os diré que siempre he sido cazador de menor, y aunque alguna que otra vez, hace ya años, había hecho algún escarceo con la mayor (aguardos, ganchitos) la verdad es que mi experiencia era casi nula.
También es bueno que sepáis que, por circunstancias ajenas a mi voluntad, hube de hacer un parón en mi actividad cinegética de unos quince años ,entre los 33 y los 48 años. En ese parón dejé en la Guardia Civil todas mis armas (cortas, rifles, carabinas, escopetas) y fueron subastadas con dolor de mi corazón.
Así las cosas, y habiendo retomado mi afición la temporada pasada, un amigo me regaló una Beretta del 12 y un rifle BAR del 30.06, ambos con treinta años de antigüedad sobre sus costillas. Compré un buen visor para mi viejo rifle e hice apenas unos cuantos disparos en el coto de menor para ponerlo a tiro (apoyado sobre el capó del coche, de mala manera).
Con tamaña preparación, me propuse asistir a una montería. Busqué y rebusqué hasta que finalmente me decidí por una que se celebraba en Córdoba, en finca abierta y con un cupo de cuatro venados, un muflón y jabalí libre. Puestos a hacerlo, hagámoslo bien.
Acompañado de mi hijo de 10 años y de mi mujer, viví los preliminares de la cacería con una intensidad difícil de explicar. El ambiente en la cena del día anterior, la noche sin poder pegar ojo, el desayuno con las migas, el sorteo... Una amalgama de sensaciones que se han grabado en mi memoria para siempre.
Mientras salían las diferentes armadas yo me sentía como el patito feo del grupo. Pensaba "¿pero qué haces exactamente aquí, rodeado de todos estos experimentados monteros, si apenas has pegado diez tiros con tu rifle y jamás has disparado con un visor?" Sinceramente os digo que tenía miedo de no estar a la altura, de hacer el ridículo delante de mi familia y de quedar fatal cuando acabara la montería.
Siempre, desde que he tenido uso de razón, he tirado. Con armas cortas (22 LR, 38 especial, 9 mm Parabellum, 357 Magnum), con armas largas del 22 y hasta un rifle BSA del 300 Win Mag con el que disparé algunos tiros, con armas de guerra cuando hice la mili, y con todo tipo de escopetas de distintos calibres. Tal vez por eso era muy consciente de que uno no se puede meter en un "fregao" así sin tener su arma bien por la mano y llevando quince años en el dique seco.
Bueno, en estas que llegamos al puesto y el postor me da las indicaciones en un andaluz tan cerrado que apenas me entero de nada. Pregunto dos veces más y lo dejo por imposible. Tan solo me queda un poco claro dónde tirar y dónde no tirar. Como soy un obseso de la seguridad, si tengo alguna duda no tiro y punto.
Se marcha y me quedo solo ante el peligro. En mi vida he visto una res (jabalíes sí) y me pongo a repasar mentalmente qué debo hacer si me entra algo. Adelantar, pero poco. Tirar al codillo...
No pasa ni media hora cuando cruzan unas ciervas y algún vareto. ¡Qué preciosidad! ¡Pero qué hermosos son esos animales!
Media hora más y cruzan un grupo de venados. Son pequeños, pero yo los veo gigantes. Se paran un segundo a unos 120 metros y apunto al codillo de uno de ellos. Disparo , da un elegante salto y sale corriendo, perdiéndose de vista. Sé, por haberlo visto en vídeos y haberlo leído, que ha encajado el disparo en el codillo y no tardará en caer. Me siento como un rey. En una nube.
Pasa otro rato y tras unas ciervas veo a un macho parado y oculto tras una encina, lejos. Tiro y veo el impacto en el tronco, repito los otros dos. El venado a criar.
Nuevas carreras de ciervas y varetos hasta que por la izquierda entra una pelota de hembras ,varetos y horquillones con un bonito macho, al trote. Me encaro el rifle, adelanto un poco y tiro. El venado cae, pero se levanta y corre arrastrando un poco los cuartos traseros. Repito el disparo y queda en el suelo, pero vivo. Ahí me caliento y me sale el cazador de menor que llevo dentro y el "chip" del doblete, abatiendo otro venado con el tercer tiro, que le alcanza en la cabeza. Es poco más que un horquillón y lo lamento profundamente.
El primer venado queda herido en el suelo y varios perros empiezan a morderle. No soy capaz de aguantarlo y me acerco a rematarlo con el cuchillo. Me da impresión, pero los perros lo tienen bien amarrado y me atrevo. Sorprendentemente cuando estoy encima los perros desaparecen y me dejan solo con él, "¡pues menos mal que no era un marrano!", pienso. Aún así no sé cómo, lo remato clavando mi cuchillo en su corazón. Lo paso realmente mal teniendo que hacer eso a un animal tan magnífico, pero no podía permitir contemplar impasible lo que le hacían los perros.
No me lo puedo creer, pero en poco rato tengo tres venados muertos junto a mi puesto.
La cosa no acaba ahí. Al poco vemos acercarse al trote un venadete muy bonito, desde unos doscientos metros. Va con la cabeza bien alta y las orejas tiesas y orientadas hacia nosotros. Nos mira. Debe chocarle algo, nuestros bultos tal vez, pero estamos quietos y sigue adelante. Le tengo en mi visor desde el principio. Se para un segundo, mirándonos directamente a unos 120 o 130 metros. Aprieto el gatillo y cae...¡pero se levanta! Sale zumbando en diagonal y repito el segundo tiro. Cae de nuevo y se queda en el suelo, intentando avanzar pero herido de muerte.
Es increíble, pero repito la experiencia del cuchillo esquivando los cuernos de la res, que no quería rendirse con facilidad.
¡Cuatro venados yacen en el suelo! Está hecho el cupo de venados y sólo cabe que den la cara los jabalíes o los muflones.
Son casi las dos y a la montería le queda poco. Dos sombras irrumpen en mi campo visual por la derecha , son dos muflonas. Veo una grande y una pequeña y por instinto voy a tirar a la grande. Justo cuando aprieto el gatillo mi cerebro envía la orden al dedo de parar. No son dos muflonas sino... ¡¡ una madre con su cría!! El primer disparo sale, pero con el arma mal encarada. Afortunadamente la bala va lejos y los animales nos cruzan por delante, alejándose indemnes.
Parece que el glorioso día llega a su fin y están a punto de sonar las caracolas cuando otra hembra de muflón aparece corriendo por la derecha también, como una bala. La fijo en la retícula, adelanto y...¡fallo! Ahora aún corre más. Repito y fallo de nuevo. Ahora no corre...¡vuela! Y con un limpio disparo en el cuello la dejo seca . No me lo creo ni yo. Me siento como un dios del Olimpo.
Cinco reses abatidas. Increible.
Como digna despedida de un día tan inolvidable vemos acercarse un pedazo de venado con un trofeo más grande que los de mis cuatro ciervos juntos. Es tan hermoso y tan noble que nos deja boquiabiertos. Viene directo al puesto y yo le veo los detalles a través de mi visor; la cuerna, la lengua fuera, el vaho de su respiración, su mirada fija en mí. No nos separan más de cuarenta metros cuando se para, permanece unos larguísimos segundos y luego se marcha a la carrera en diagonal. No se oyen disparos y me alegro mucho por él.
La montería ha acabado y yo estoy en una nube.He disparado trece cartuchos y he abatido cinco reses.
Ahora a esperar al año que viene.