No soy propenso a los relatos de mis cacerías ya que además es algo que no se me da bien, ni me gusta. Sin embargo hoy voy a hacer una excepción con la última montería a la que he asistido por la que la zona representa para los cazadores españoles y especialmente para mí.
Aunque extremeño de nacimiento, vivo en Madrid, por lo que el desplazamiento a Extremadura donde cazo con bastante frecuencia me supone un esfuerzo añadido, y a veces excesivo. Esto me hace desistir de cazar en zonas en las que a veces me apetecería mucho y esta ocasión era una de ellas, ahora sí estaba dispuesto a hacer el esfuerzo.
Cuando me llamaron para decirme que me podrían conseguir un puesto para la finca “Alpotrequillo” que se monteaba el 11 de enero en el término de Villar del Rey (Badajoz), enseguida vinieron a mi mente numerosos recuerdos de aventuras y mil batallas tras cochinos y venados que tantas veces había leído en los extraordinarios relatos del ilustre maestro y decano de los cazadores españoles D. Antonio Covarsí.
Soy aficionado a la lectura de libros cinegéticos y en especial gran admirador de D. Antonio, sus relatos de caza son el mejor sedante contra la falta de sueño.
Sin pensarlo dos veces dije que sí y el sábado 11 a las cinco de la mañana estaba ya camino de Villar del Rey para llegar a la junta en un conocido bar de esta localidad a las 9. Tenía por delante más de 400 kilómetros que con la ilusión que llevaba me parecieron muchos menos.
La organización cumplió con lo esperado y el sorteo fue rápido y bien realizado, algo que hoy en día no se puede decir de muchas monterías a las que asistimos. Me tocó el puesto 4 de la armada del Sopié que no es precisamente de las que me gustan, y pensé: “con la mala suerte que tengo habitualmente para los puestos, lo que me hace falta”.
A las 10,30 ya estábamos en los vehículos camino de las armadas formando caravana tras nuestro correspondiente postor. El camino fue largo, aunque para mí entrañable, pasamos por lugares cuyos nombres conocía por enumerarlos multitud de veces D. Antonio en sus obras y que traían a mi mente el recuerdo de los geniales relatos de D. Antonio y sus andanzas por aquellos lugares.
Al pasar por la famosa Portilla de Alpotreque pude ver la placa que en 1987 se colocó en ese lugar en homenaje al ilustre montero. Los peñones situados al otro lado de la carretera, frente a este lugar, estaban repletos de buitres que parecían esperar el desenlace de lo que se avecinaba. Un poco más adelante y a la izquierda, pasamos por la entrada de la famosa “Dehesa de Azagala” cien veces nombrada por el maestro en sus correrías por la zona.
Finalmente tras desviarnos por un largo camino llegamos al cruce de Alpotreque y nos desviamos hacia el cortijo de la finca que se iba a dar y a las manchas a cazar, que era parte de la mancha Portilla de Alpotreque y la de Alpotrequillo entera, siendo ambas terreno abierto.
Al llegar al puesto se confirmaron mis temores, una alambrada discurría paralela a nuestra armada a unos 100 metros por detrás de nosotros. El puesto tenía alrededor un buen tiradero despejado por ambos lados, aunque con bastantes encinas dispersas que había que evitar en el disparo. Estaba situado a unos 80 metros frente a la mancha de monte, fuera de este y dominando una espesa ladera en la que no se veía nada. A mi izquierda era más o menos llano, sin embargo, a mi derecha tenía una suave loma que ocultaba los restantes puestos de la armada y eliminaba el peligro que pudiera haber.
Sobre las 12 se soltaron los perros y enseguida comenzaron los primeros disparos. Las abundantes ladras y frecuentes tiros en todas direcciones hacían presagiar que iba a ser una excelente montería.
Por la ladera de monte que tenía frente a mí, a unos 200 metros en el único claro existente de apenas 7 u 8 metros vi pasar un cochino como un meteoro, aunque la espesura no me permitió verlo ni dos segundos. Imposible tirar.
A lo largo de la montería pasaron varios más seguidos de perros, pero la prudencia pedía a gritos no tirar a tenazón en un sitio sin la visibilidad necesaria, por la espesura existente y las continuas apariciones de perros por el claro.
La montería discurría con normalidad, con abundantes ladras, disparos y hasta varios agarres, uno de ello frente a mi puesto. Yo seguía esperando el milagro ya que estaba seguro de que por lo abierto no iba a romper ningún cochino, como no saltara algún venado desesperado……
Nos habían avisado que no se podía tirar a las ciervas y a mitad de la montería un par de ellas salieron fuera del monte para esquivar a los perros, corriendo unos 200 metros paralelas a la mancha, sin separarse apenas 10 metros de ella pasándome por delante, entrando de nuevo en lo espeso una vez logrado su propósito de haber despistado a los canes.
Llegaron los perreros frente a mi puesto y apenas lo habían sobrepasado unos 400 metros dieron la vuelta hacía atrás para volver al punto de suelta. Cuando la rehala más próxima llegaba de nuevo frente a mí puesto ya un poco por debajo de donde había venido antes, de repente se inicia una fuerte ladra y arranca un venado en mi dirección que debía estar allí encamado, solo pude verle la cabeza de frente para confirmar que aunque malo, era tirable. El venado al galope y velocidad máxima venía arrollando el monte que tenía delante, siendo seguido muy de cerca por casi la mitad de la rehala.
Por fin rompe a lo limpio y me pasa a toda velocidad a algo más de 100 metros por mi derecha en dirección hacia la alambrada, ya le estaba esperando medio encarado, lo intento meter en el visor cuando en ese momento caigo que lo había puesto a 6 aumentos para ver los cochinos que pasaban por el pequeño claro, primer error.
Consigo meterle la cruz en pecho y oprimo el disparador enviándole una Power Point de 180 grains del 300 W,Mag. que aparentemente no lo toca, a pesar de que creía haberle apuntado bien y que por el Khales me parece apreciar un pequeño punto rojo en la zona del codillo. Acerrojo rápido, lo meto de nuevo en la cruz y disparo….. “click” …… ¡mierda!....pienso, segundo error. A la vez tiro de nuevo de la palanca a toda velocidad y alimento otro cartucho, se me va a tapar con unas encinas y le largo otra Power Point algo precipitado y antes de que se tape, tampoco le hace ni cosquillas.
El venado sigue al galope directo a la alambrada con los perros a escasos 40 metros, pienso que es mi última oportunidad, con una bala nueva en la recámara le meto de nuevo en la cruz y esta vez le largo una Accutip de 180 granis, al disparo cae fulminado doblando las patas bajo el cuerpo, apenas a veinte metros de la alambrada donde de haberla saltado lo hubiera perdido definitivamente.
Ya relajado, coloco el visor en los 2,5 aumentos habituales y medito lo sucedido, me doy cuenta que acostumbrado a las acciones Mauser 98 que expulsan la vaina al final del recorrido, el que me he traído hoy que es nuevo y acción tipo Mauser con expulsor activo, al expulsar el casquillo disparado por el pitón de la cabeza del cerrojo (como todos los rifles modernos), al ver saltar el casquillo he vuelto a acerrojar y no he llegado con la palanca al final de su recorrido, consecuencia: alimentación en vacío……pensé: “menos mal que era un venado, que si llega a ser un Búfalo y viene a por mí”.
Después dándole vueltas al tema llego a la conclusión que hay que entrenar más en casa y con este tipo de rifles modernos y unos aliviamuelles llevar la palanca hasta el final de su recorrido para que pueda alimentar un nuevo cartucho.
La montería continúa y se siguen escuchando disparos y ladras, mientras me relajo un poco y hago un pequeño receso, la imaginación vuela hasta finales del siglo XIX y principios del XX imaginándome al maestro Covarsí por lo alto de la loma que discurre frente a mí, a lomos de su caballo el cuchillo al cinto y su escopeta de perrillos terciada en bandolera, por supuesto acompañado de sus queridos podencos y algún que otro alano español.
La montería llega a su fin y es hora de ir a marcar las reses para su recogida. Cuando llego al venado que yacía a unos 140 metros de mi puesto observo con perplejidad que tiene el primer tiro en el codillo ligeramente atrás y se aprecia un pequeño orificio rojo de entrada, el segundo disparo algo alto sobre el codillo le había pasado por debajo de la columna sin tocar órganos vitales, y el último, le impactó en los dos omóplatos y es el que le había dejado KO.
A pesar de la experiencia y haberlo visto muchas veces siempre nos resulta increíble la resistencia de estos animales cuando la adrenalina corre por sus venas, con el primer disparo estaba “técnicamente” muerto y aún así había corrido más de 120 metros a toda velocidad. El venado era bueno de cuerpo pero muy mediocre de cuerna, aún así me hizo mucha ilusión por haberlo abatido en una finca tan emblemática para mí.
Una buena comida puso punto y final a un estupendo día en lo climatológico y en lo cinegético.
El resultado final cumplió sobradamente con las expectativas que llevábamos, ya que a la Junta de Carnes llegaron cincuenta y cuatro cochinos y dieciocho venados, lo que no está nada mal para una finca en abierto y confirma la bondad de los terrenos para la caza mayor en los que cazaba Don Antonio.
Disculpad que me haya salido un relato tan largo, espero que al menos no os hayáis aburrido y os haya resultado un poco entretenido. Mi intención no ha sido otra con esta pequeña crónica que además de contaros un buen día de montería, hacer un pequeño homenaje a nuestro ilustre “montero de Alpotreque” D. Antonio Covarsí.
Si consigo alguna foto más de las fincas, iré complementando el hilo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Imágenes del puesto y la mancha de monte al fondo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]El venadete en cuestión.