Recuerdo el año 1986, cuando el desastre de Chernóbil, en el que se aconsejó no consumir aves migratorias por su posible procedencia de Ucrania. Incluso un día llevé una cerceta y un rabudo a la Universidad de Barcelona, ya que habían solicitado que se llevasen aves para su análisis.
Aquello fue para poner los pelos de punta, y aún hoy pagamos las consecuencias. ¡A saber lo de Japón!
Un saludo.