Pues esto empezó a principios de verano, donde recibo un email en el que me dicen que he sido agraciado con un permiso de rececho para un Sarrio Selectivo en la Reserva de caza de Panticosa-Viñamala. Lo primero que pensé, sin ver el remitente del email, en que mis amigos me habían mandado un email, a modo de broma, ya que sabían la ilusión que me hacía (y hace) cazar un sarrio, rebeco o isard. Así que, devolví el email diciendo que sí que estaba interesado. A los pocos días, tenía en casa una carta en la que me indicaba el inicio de lo que voy a relatar en esta crónica.
Pues bien, realizado el pago correspondiente, recibo el permiso del Gobierno de Aragón en el que se me indican los días de caza, así como un teléfono de contacto para asignarme un guarda.
Pasan los días y la posibilidad de escaparme lo voy viendo cada vez más remoto. El trabajo y otros asuntos hacen que, hasta la semana antes de la fecha asignada en el permiso, no me ponga en contacto con el guarda que me acompañaría. Si a esto le unimos, que la web del tiempo, daba lluvias para los dos días asignados, parecía que todo se iba a aliar para que lo que podría ser una nueva experiencia de caza, diese al traste por completo.
A medida que avanza la última semana, veo que se me va despejando el horizonte y que, si no hay ningún otro contratiempo, podré cumplir uno de mis sueños cinegéticos.
El viernes marcho desde mi amada Extremadura dirección a mi querida Zaragoza. El fin de semana se me hace interminable, hasta que el domingo por la tarde pongo rumbo a Tramacastilla de Tena, pueblo en el que pernoctaría los días de rececho. Coronado el Monrepós, aparece lo que para mí es una de las siete maravillas de la naturaleza. Los Pirineos. Llego al hotel, cena ligera y a intentar dormir (cosa que no pude).
Al día siguiente, a la hora acordada, estaba esperándome el guarda en el punto de encuentro. Trucos al coche y carretera dirección el Portalet. En el desvío de la estación de esquí de Anayet, nos desviamos y cogemos dirección a los remontes de la misma estación. Revisamos documentación y todo listo. Me dice Sergio, el guarda, la zona que vamos a cazar, la cual se podía divisar desde el punto de partida. Me gustaría hablaros de Sergio. Sergio es un tío sano, noble, amante de la naturaleza, cazador y un buen sabedor de la montaña y de todo lo que la rodea. Me dice que esa es su forma de vida, y que si le faltase el monte, no sería feliz. Yo asiento..... Resulta que Sergio conoce a algún que otro integrante del foro.
Entre conversación y conversación, empezamos a divisar los primeros sarrios.
La mañana transcurría fría, con niebla en los altos y con un aire gélido del norte. Sergio me dice que eso es porque en Francia está lloviendo. Apuntar que estamos a 2-3 km de la frontera francesa, en un inmenso valle a los pies del pico Anayet.
Pues como digo, vamos viendo los primeros sarrios. Vemos alguna hembra que podría valer, me dice Sergio, pero es muy pronto aún para terminar la cacería y poner fin a lo que iba a ser un gran día de caza.
Me dice comenta el guarda, que con mi permiso se puede tirar a una hembra vieja y machorra o a un macho selectivo (que tenga partido un cuerno, por ejemplo). Le digo, que si no le importa, me gustaría cazar, si fuera posible, una hembra “guapa”. Me dice que intentaremos buscar una, pero que no va a ser tarea sencilla.
Al cruzar el primer barranco, el tío se va al suelo. Pega el rifle en el talud del arroyo y lo primero que pienso es : “me he cargado el visor”. Pero no fue nada. Un poco de tierra en el guardamanos y poco más. He de deciros que las piedras estaban completamente heladas y que la suela de mis botas parecía de mantequilla.
Empezamos a subir. Y cuando digo subir es subir. Llegamos a la cota de 2500 m. Buscamos en cada hoya, recoveco, ladera, pedriza… una hembra que cumpliese las expectativas. Vieja, machorra y sin chivo. Pero la que destacaba, o bien era joven, o bien llevaba cría. Vemos algún que otro macho, unos con presente estupendo (lástima de permiso de trofeo) y otros con mucho futuro.
Cuatro horas de camino por pendientes que en mi vida había pensado pisar, zonas heladas y resbaladizas, pero disfrutando con un enano. Se me venía a la cabeza una conversación con el guarda, cuando me preguntó si tenía vértigo... Ahora lo comprendía.
Damos vista a una gran hoya, en la que Sergio divisa a un rebaño de unos 15-16 ejemplares. Hembras con chivos, alguna que cumplía lo que buscábamos y un viejo macho al que le faltaba un cuerno. Sergio me dice que el macho podría ser objeto de caza de mi permiso, dándome la opción de tirarlo, cosa que desisto. Miramos bien y vemos un par de hembras “buenas” sin chivos y que entran en el estándar que andamos buscando.
Los animales se encuentran a más de 300 m., distancia que para mí es insalvable. Me dice Sergio que nos esperemos a ver si el macho las carea y las acerca algunos metros más. Comienza la espera, y pasado unos 20 minutos, el macho, con un celo del copón, corre al grupo acercándolas a nuestra posición. Me dice Sergio que alimente el rifle y me prepare. Monto el Harris, meto aumentos al visor y me acomodo para tener una posición de tiro lo mejor posible.
El guarda me señala la hembra a tirar. Echa el telémetro y canta unos 230 m. Nos aseguramos que la cabra que él me dice y la que veo a través del visor, es la misma. Me da el ok. Meto el brazo izquierdo debajo del codo derecho, quito el seguro, apunto a la paletilla del animal y voy acariciando poco a poco el gatillo hasta que un estruendo suena y veo como la cabra sale rodando ladera abajo. Sergio me dice que la cabra está muerta con un disparo en el codillo. Por cierto, tengo que dar las gracias a Búfalo por aconsejarme el reglaje que debía hacer al visor para realizar tiros de este tipo. Y así fue, el rifle estaba “al pelo”.
Bajamos a cobrar el animal y al llegar a él, me invade una sensación de alegría inmensa. "Es una cabra maja”, dice el guarda. Yo soy neófito en el tema, pero a mí me parece una preciosidad. Tenía un pelo brillante y estaba muy gorda, denotando el buen estado de salud de las poblaciones de sarrios del Pirineo.
Nos hacemos alguna foto y procedemos a la medición, pesaje y recogida de datos del animal. Después, un buen taco a base de productos de mi tierra, y descenso hacia el coche.
Y así acaba un gran día de caza. Una jornada que nunca olvidaré, por ser mi primer día de caza en alta montaña. Y por haber cazado en uno de los lugares más fascinantes de la Península Ibérica.
Equipo utilizado:
Blaser R93 Profesional en 300 WM.
Visor Kahles helia C 2,5-10x50
Munición: Core Lock PSP 180 gr.
Bípode Harris.
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