El agarre

Lejano escucho el llanto lastimero  de mi hermano pidiendo ayuda, le siento al fondo del valle junto a la torrentera, aceleradamente acudo a su llamada, el boscaje hiere mis carnes… sigo sin lamento esperando llegar a tiempo, la guerra desatada, solo escucho quejidos y llantos, puedo ya sentir el olor a muerte, la imagen es dantesca, dos compañeros de mil cruzadas yacen inertes apenas separados un par de metros, la brega continua torrente abajo…, ahí está mi tato aferrado valientemente a la guadaña de la muerte, sajado el gollete brota caliente la sangre pintándole el pecho, sin pensarlo entro en lucha cerrando mi cizalla en la barbada de la bestia, durante unos segundos parece sometida, el odio de mis ojos se refleja en el miedo de los suyos, sin fuerza ya por la sangría mi hermano afloja la acometida aprovechando la bestia para arremeterme hundiendo su mandoble en mi paleta, no siento dolor sino calor, calor de mi propio plasma chorreándome la piel, zafado huye el enemigo, magullado me incorporo y sigo al coloso, lo alcanzo de nuevo, lo paro aferrándome fuertemente de su belfo mientras me zarandea por los aires, no suelto, dos compañeros mas se unen a la contienda uno se prende de la oreja el otro del dídimo, el zafio patán se duele… oigo ya gritar a nuestro salvador, su aliento nos hace perseverar en la presa, montándose en el lomo del salvaje hunde su acero hasta partir el corazón. Ya sin aliento el bicho sigo mordiendo con rabia hasta que el cansancio me hace tumbarme junto al caído, mi amo se acerca, trae a mi hermano inerte en sus brazos, lo acuesta junto a su verdugo, lamo sus heridas de valiente guerrero, rozo mi cara contra su cabeza esperando tener alguna repuesta … no la hay, nunca la habrá ya.

Tumbado sobre la tierra, mi amo cose mis heridas, sus mejillas húmedas por  lágrimas que a borbotones  salen de su retina  regando esa tierra bañada antes por la sangre de sus valientes perros batiéndose ante un fiero jabalí.