Una cama para pasar el invierno
LUCÍA RAMOS - CANGAS DE ONÍS.
Lunes, 14 enero 2019, 16:31
Adormilado, 'Lolín' abre un ojo y se despereza en su cama cuando oye llegar a Ernesto y Nuria. Reacio a levantarse, escudriña las manos de sus cuidadores, para comprobar si le llevan algún bocado. Sonriente, ella le lanza un sobao y, como un resorte, el enorme oso pardo, de más de quinientos kilos de peso, se dirige hacia él, degustándolo con parsimonia. Mientras 'Lolín' disfruta del regalo, Junco acerca a la verja una brazada de hojarasca y otra de paja. Materiales de que forma inmediata comienza a coger el animal con sus garras para, acto seguido, ir colocándolos sobre su cama. De esta forma, no solo descansa sobre un lecho mullido, también se aísla del frío del suelo.
El pertrechar todos los días al animal de paja y hojarasca para que se fabrique su cama es una de las actividades que forman parte de la rutina invernal de los responsables del zoo La Grandera, emplazado en Cangas de Onís y que alberga en sus terrenos a más de cuatrocientos animales pertenecientes a unas noventa especies diferentes. La inmensa mayoría, indica el gerente del centro, Ernesto Junco, son ejemplares originarios de lugares fríos o están totalmente adaptados al clima de la zona, con lo que la llegada del invierno no precisa de cambios demasiado bruscos en sus cuidados habituales.
«Sí procuramos, por ejemplo, modificar un poco los horarios de comida de aquellos animales que tienen carne, pastas o papillas para evitar que se les congele si es muy pronto», explica Nuria Betanzos. Además, agrega, durante los meses de más frío también se suele incrementar la ración para que a sus animales no les falte energía con la que hacer frente a las bajas temperaturas. En el caso de 'Lolín', durante todo el otoño se le prepara una dieta rica en grasas para que engorde y esté más protegido.
En los últimos días, indica Betanzos, en La Grandera llegaron a estar a cinco grados bajo cero, si bien lo peor es que el zoo se encuentra en una zona umbría, en la que apenas da el sol en esta época del año, con lo que en jornadas de intensas heladas estas suelen tardar en desaparecer. Eso sí, con la experiencia que les da las tres décadas que llevan al frente del centro, sus responsables fueron aprendiendo trucos para hacer más sencilla la vida en Soto de Cangas. «Por ejemplo, nos dimos cuenta de que si mantenemos una capa de hojarasca sobre las pistas no se suelen helar, con lo que evitamos dos cosas: los resbalones y que el hielo agriete y rompa el cemento», explica Junco. Además, una vez identificadas las zonas más frías, se fueron destinando a albergar los recintos de aquellos animales procedentes de climas extremos, como los lobos polares y el lobo gris de Yellowstone, los búhos nivales y siberianos, las cabras alpinas y el lince boreal, entre otros. Aquellos que pueden ser más sensibles al frío, como el guacamayo, los turacos y los calaos terrestres, se encuentran en los recintos más cálidos y cuentan con refugios acondicionados. Bien pertrechados con reservas de comida y fardos de paja, Ernesto y Nuria no solo se preocupan de sus propios animales, también preparan comederos dentro y fuera del zoo destinados a los animales salvajes que les suelen visitar e incluso donan parte de su despensa a la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos.
Una cama para pasar el invierno
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