Esto más que una crónica es una nota de agradecimiento, pues la escapada no dio para más. El viaje en sí era de turismo, pero pisar un país como Argentina, todo un paraíso para nosotros y no cazarlo es como cometer un pecado, así que “bueno” que es uno, me metí presto a colarle a mí mujer en el programa turístico un día de caza, total, nos íbamos a “aburrir” de tanto turismo…
En este punto es donde te das cuenta de lo beneficioso que son los foros de caza como medio de intercambiar experiencias y poner en contacto a personas que se encuentran en la otra punta del mundo, pero claro, esta es la parte fácil, lo difícil es contactar con un buen compañero de afición que se preste, le dedique su tiempo altruistamente y aguante tus rocambolescas ideas y es aquí donde tengo que agradecer a nuestro compañero de foro Diego (jr) que se portara como un auténtico caballero y anfitrión perfecto, joven pero rebosante de experiencia, ameno de conversación y exquisito en el trato, en fin un lujo conocerlo. Se apuntó rápidamente para acompañarme personalmente y cuidó los detalles para que terminase con un buen sabor de boca.
La palestra de opciones que ofrece Argentina es una maravilla, pasando por ser el paraíso de la menor, a tener una amplia variedad de opciones en mayor, ciervos, chanchos, búfalos y antílopes desfilaban por mi imaginación, es como cuando estás de niño en una juguetería, pero claro te llega tu padre y te dice tienes que elegir uno… Teníamos un condicionante principal, el tiempo, tenía que ser un día en concreto y lógicamente no muy distante de Buenos Aires, estuve a punto de aceptar por la mañana a los chanchos a caballo y por la tarde a los antílopes, pero luego pensé en aquello de que quien mucho abarca…, de tal guisa opté por centrarnos en los antíopes, puesto que me atraía la especie y asegurar el objetivo y la experiencia.
Llegó por fin el día del encuentro, Diego se presentó puntual a recogernos a mi mujer y a mí en el hotel. Abrazos y presentaciones para ponernos en marcha lo antes posible. No podía haber elegido otro día peor en lo climatológico una tormenta de tres pares de conones nos acompañaba constantemente, los relámpagos y la cantidad de agua nos hacían barruntar que aquello no iba a ser tan fácil como creíamos. El viaje se me hizo muy placentero con tanta charla y sin darnos cuenta estábamos recogiendo a nuestro guía camino del cazadero. La lluvia nos hizo que cambiásemos de zona, pues la finca inicial a la que íbamos resultaba imposible de acceder por lo embarrado del camino. Tras un rato de carretera llegamos al cazadero, una amplia llanura de siembra se abría en un día que empezaba a despuntar, ya desde la carretera vimos un par de grupetes con algún macho, jolín, pensé para mí, pues si esta tiene poca densidad cómo será la que tiene mucha.
Pie a tierra, preparamos el equipo y la emoción empieza a recorrer el cuerpo, sitio nuevo, amigos nuevos, caza distinta y ese olor a campo mojado que embriaga el ambiente como el mejor perfume. Poco me importaba que estuviese lloviendo y que nos fuésemos a calar, que consiguiésemos el objetivo o que no, estaba ya disfrutando como un niño. Examino el equipo, Diego, como buen amante de las armas me cedía su magnífico 25-06, rifle equilibrado, suave de acción y con un disparador dulce, el cual había tenido la amabilidad de ir el día antes al campo de tiro para asegurarse que todo estaba correcto y dejarlo centrado a 150m. Me apena que se vaya a empapar le digo, no pasa nada, las armas están para usarse me contesta. El visor, fijo de X6, se me antoja corto de aumentos, Diego, buen purista le gusta darle ventaja a la caza, es más, en el 243 que trae para él lo tiene con miras abiertas, complicadillo para este terreno y tipo de animal, pero lo que es un hándicap para uno es un aliciente para otros.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Sin más dilaciones y aprovechando un rato que escampa me lanzo junto al guía (disculpadme, pero no recuerdo el nombre) a intentar dar con el grupo que habíamos visto desde la carretera. Diego amablemente me cede el turno y se queda con mi mujer esperando el coche para evitarle la previsible chupa de agua que nos íbamos a meter en la jornada. Nos desplazamos por una zona llana, cómoda de andar y que únicamente ofrecía de protección algunos pequeños puntos de vegetación tipo junqueras y las siembras, donde se escondían con una facilidad pasmosa, según me comentaban el día tampoco ayudaba mucho, pues al estar nublado las hembras no se presentaban ese típico brillo dorado que tienen los días soleados y facilita su localización. Vimos varios grupos de hembras, e incluso algún machete en nuestro desplazamiento, pero de los dos machos que habíamos visto ni rastro, parece mentira que en un sitio tan aparentemente limpio pudieran desaparecer en segundos, pero claro, viendo la velocidad a la que se mueven y lo fácil que ponen tierra de por medio, se deduce que jugar en su terreno no es la perita en dulce que me había imaginado. Aquellas hembras cercanas fueron las únicas que conseguimos tener a una distancia razonable, todo lo demás que vi mantenían una distancia de seguridad tremenda y al más mínimo signo de movimiento se lanzaban en una grácil y saltarina carrera hasta desaparecer de la vista.
Decidimos cambiar de zona del cazadero e ir a una parte de la finca donde había un techado desde el que se veía mucho terreno y en el que me comentaban que siempre había caza, agradecí la sugerencia pues el agua ya empezaba a apretar. De camino la tormenta empezó a mostrar su cara, el agua arreciaba, los truenos sonaban cada vez más cercanos, apretamos el paso, un rayo cayó a unos 400m del lugar en el que nos encontrábamos, pon el caño del rifle hacía abajo me dice, seguimos un poco acojonados hasta que por fin alcanzamos el techado. Aprovechamos para quitarnos los abrigos ya empapados y otear el horizonte, tenía razón, vemos varios grupos con machos, hay uno que estará a unos 700m de donde nos encontrábamos y está cercano a una alambrada ganadera, lo que va a facilitar la aproximación.
Tras reponernos y descansar unos minutos planificamos la entrada, la alambrada nos va a permitir ocultarnos unos trescientos metros a gatas, pero luego habría que ir cuerpo a tierra un centenar de metros y hacer un tiro presumiblemente largo. Dicho y hecho, nos ponemos a la labor de gatear para ofrecer el mínimo de bulto posible pues hay muy poca cobertura, voy contando los postes separados 50 metros, vaya, se me está haciendo largo el acercamiento, la lluvia cae cada vez más fuerte. Vamos haciendo paradas para comprobar la situación de los grupos y su evolución y de paso tomar aliento. Hemos recorrido unos doscientos metros y la cosa se complica, hay que pasar del gateo al cuerpo a tierra pues ya no hay prácticamente protección del pasto y el macho de la izquierda, que es el que pretendemos cazar pues los la derecha se están cada vez distanciando más, se encuentra inquieto siguiendo a las hembras que no paran de andar mientras pastan.
Al principio resulta divertido recordar los tiempos de la mili en los que te arrastrabas con los codos, a los quince minutos estaba cruzando charcos completamente empapado y con tal dolor en los brazos que tuve que ceder “gentilmente” el rifle porque ya no podía con mis brazos. El lance se presumía cada vez más cercano y recibimos una llamada por la emisora del encargado de la finca preguntándonos que tenían que hacer, pues habían pasado tres horas y estaban aburridos de esperar. El guía les comunica que se vayan al techado con los coches y que esperen acontecimientos.
Seguimos con nuestra penuria particular y recortando metros, ya atisbo a simple vista los movimientos del macho, apenas nos separan unos 400m, el lance se presume inminente, recortamos otros 50m e intentamos el tiro, me comenta, a esas alturas se me ha quitado el frío, cansancio, molestias,…, ya solo pienso en culminar la entrada, qué dulce momento¡¡¡ De pronto las hembras se ponen a correr arrastrando al macho en su huida, noooo¡¡¡, ¿qué ha podido pasar?, el aire está perfecto y os aseguro que nuestro culo no se levanta una cuarta del suelo en el arrastre, miramos para atrás y vemos a lo lejos los dos coches que acababan de llegar. Bufff, qué bajona, lo empiezo a ver realmente complicado, el día no ofrece muchas oportunidades y después de chapotear entre charcos y barro, tenerlo al alcance de la punta de los dedos y esfumarse, para que os voy a contar, todos lo hemos experimentado.
Regresamos cabizbajos al punto de encuentro, comentamos lo ocurrido y el encargado de la finca nos propone cambiar de zona a unas siembras de trigo donde hay algo de altura y siempre se encuentran buenos grupos. Mientras nos desplazamos en el todo terreno la tormenta aprieta con ganas, el coche va pegando bandazos por el barro y no podemos ni bajar las ventanillas para mirar de la cantidad de agua que entra. Llegamos tras un rato de pista y con mucha dificultad a la otra punta de la estancia, nada más bajarnos vemos un grupo enorme salir a correr, qué espectáculo, hay por lo menos 100 ejemplares que se alejan rápidamente con sus saltos.
Avanzamos hacia un promontorio en el que se sube a mirar con los prismáticos, la lluvia no lo pone fácil pero localiza varios grupos y entre ellos hay tres machos separados, los observamos y planificamos la entrada, el aire está bueno, pero la distancia es muy grande, sobre un kilómetro y lo único que nos da cobertura es una incipiente siembra de unas dos cuartas, ¿te atreves?, me pregunta, a eso hemos venido… Mientras gateamos voy marruscando la idea que aquella probablemente va a ser la última carta, vamos haciendo paradas y comprobando la situación, los tres machos están mirando en la misma dirección culo a la lluvia, como las vacas, y aguantando el chaparrón lo mejor que pueden, sinceramente creo que están aguantando nuestra aproximación porque la que está cayendo enmascara nuestros movimientos. Los últimos centenares de metros se me hacen bastante duros, me duelen rodillas, codos y los antebrazos y no deja de rondarme la idea que nos vean en el último momento y peguen la estampida.
Nos situamos a unos 350m, el guía me mira y me pregunta si arriesgamos unos metros más, descarto la idea ya que prácticamente no tenemos siembra que nos tape y hay uno de los machos que mira en nuestra dirección presintiendo algo raro. Abro el bípode, la postura es incomodísima pero no puedo levantarme más pues me vería, además hay hierbas por medio y temo que se pueda desviar la bala, hay que arriesgar, descarto el que tiene los cuernos más abiertos pues está sesgado, apunto lo mejor que puedo y suena el disparo, estoy convencido que le he alcanzado pero el antílope sale corriendo sin signos de estar tocado, disparo nuevamente a la carrera con el lógico fallo, el guía me dice que me espere, que seguro que para nuevamente pues no nos ha localizado, efectivamente tras un par de segundos el animal se para y ahora sí cae desplomado con un tiro afortunado. Creo que mi compañero está más feliz que yo, pensó que no lo conseguíamos, me repite varias veces que no era un día para cazar y que las arrastradas que nos hemos metido para el cuerpo han sido de campeonato, hay que tener afición para esto. En el fondo me alegro, ya sabemos lo sufrido que somos los cazadores y el sinsabor que nos proporciona un lance fácil, nos gusta el reto, lo complicado, lo auténtico. Me habían narrado esta cacería como algo sencillo, pero las condiciones y el momento me la han hecho disfrutar de lo lindo, atrás quedan cinco bonitas horas de rececho.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Regresamos al techado, nuestros amigos esperan un tanto impacientes, les gastamos la broma del fallo, caras de decepción que se tornan en risas cuando bajamos el antílope, no la teníamos todas con nosotros. Aviamos el animal para su aprovechamiento y disfrutamos de unas exquisitas empanadas de antílope preparadas magníficamente por nuestro amigo Diego, comida que aderezamos como no con un buen jamón ibérico extremeño. Nuestro guía convence a Diego que desista en su intento de conseguir su antílope, el día no acompaña para nada y ya tendrá nuevas oportunidades, lo siento compañero, te has portado como un caballero, espero que San Huberto te recompense con los mejores lances.
El regreso se me hizo aún más corto que la ida, habrá que repetir con nuevos objetivos, Dios dirá. El resto del viaje turístico fue una gozada, glaciares en el sur y cataratas en el norte, qué magnífico país, un espectáculo, hay que visitarlo y disfrutarlo¡¡¡
Solo me queda instar a que se aproveche cualquier ocasión que se tenga para disfrutar de nuestra pasión, siempre habrá algún alma caritativa que nos eche una mano, ¡¡¡¡Gracias Diego¡¡¡ y gracias también a mi mujer por dejarse colar estos goles, bendita paciencia…