Mi primera liebre echada....

Era costumbre, allá por los años sesenta y setenta del pasado siglo, que muchos jornaleros de mi pueblo acudieran al bar que regentaba mi padre, en la Plaza de Palenciana, a la hora del vino -la una del medio día, aproximadamente- a tomarse unos cuantos vasos -que no copas, sino vasos del agua- de Fino Madrid, el vino de Alvear que tanto gustaba a los palencianeros, junto con unas ricas tapas que preparaba mi madre con lo que daba el mercado ese día.

Sabedores de la afición a la caza de Pauseno el de la Taberna, los jornaleros le comentaban por donde habían visto el bando de perdices o los conejillos careando, en su jornada campera de trabajo. Y sobre todo, lo que ponía nervioso a mi progenitor, era cuando le avisaban de que había una liebre echada en tal o cual sitio, ya que mi padre era un devoto del arroz con liebre. En este caso, después de que pasara la bulla de la taberna, a las cuatro de la tarde aproximadamente, cogía la escopeta y la moto y se iba en busca de la liebre, que la mayoría de las veces estaba allí todavía, pues la gente del campo saben perfectamente que si la ves echada y sigues hablando como si tal cosa, la liebre entiende que no te has percatado de su presencia y continúa agazapada en la cama, aunque con los ojos como platos y las orejas expectantes.

Andaba por allí ese día, el electricista de mi pueblo, el maestro Angel, que además de mantener funcionando la precaria red eléctrica de la Compañía Sevillana que abastecía mi pueblo, se dedicaba a arreglar escopetas -era asombroso verlo hacer una aguja percutora con un tornillo y una lima, en cinco minutos- y a reparar cualquier tipo de cacharro mecánico o eléctrico. Y encima, era cazador. Precisamente el único 'pachonero' que había en el pueblo, al último cazador del que yo recuerdo haberle visto los antiguos pachones ibéricos, que poco se parecen a los actuales. Escuchó el electricista la conversación de Pepe el Tomate, encargado del cortijo El Almazán, con mi padre, avisándole de la liebre echada en el tercer olivo de la esquina de El Almazán, lindando con El aguardo de la Pita. Mi padre se percató de la situación y antes de terminar la conversación, le dijo al electricista:

- ¡Que no vayas a coger el dos caballos e irte corriendo en busca de la liebre, que te conozco!.

A lo que respondió el maestro Angel:

- ¡Si hombre, van a ser tuyas todas las liebres del ruedo!. ¡Ni para ti ni para mí, la liebre que la tire el niño!. (el niño era yo, que andaba siempre curioseando por el bar y preguntándole a los parroquianos las cosas mas peregrinas que se me ocurrían).

Así que a las cuatro de la tarde, fuimos, en el viejo citroen dos caballos del maestro electricista, Angel, mi padre y un servidor, que contaba por entonces unos ocho años, con la escopeta Hispano Inglesa del 16, de mi padre, armada, aunque descargada, dentro del coche (entonces la Guardia Civil, que también andaba por mi casa casi siempre festejando el Fino Madrid, de válvula, no ponía tantos peros). Todo el camino, los dos me fueron dando consejos de como tirarla, andando ligero, como si estuviera ocupado en otra cosa, sin dirigirme derecho a ella, sino más bien cejado, para que no se escamara y, sobre todo, sin dejar de hablar en mi aproximación (el objetivo, a mi corta edad, era tirarla echada).

Al llegar a la esquina de los olivos del Almazán, que pasaba el carril haciendo linde, paró Angel el coche dejando el motor funcionando para que la liebre no se extrañanara. Mi padre y yo nos bajamos por el lado contrario de donde estaba echada y mi padre introdujo un cartucho recargado en el cañón derecho de la escopeta, diciéndome mientras miraba fijamente al pequeño bulto pardo que había a la sombra del olivo:

- ¿La vés?. Allí está echada. Lo que te he dicho, empieza a andar saliendo por detrás del coche, a la par del camino, hasta ponerte a la altura de ella .... Y la apuntas bien sin dejar de hablar, cuando llegues al olivo de al lado.

Yo era un manojo de nervios al que le temblaban las piernas, con la escopetiilla -para mi un escopetón- aferrada con las dos manos y andando todo lo ligero que podía por los terrones. Afortunadamente la liebre no se movió. Y al llegar al olivo contiguo la apunté con cuidado mientras decía '... Y el Miño, nace en Fuente Miña, provincia de Lugo,...' ya que fui recitando los ríos de España que me estaban enseñando en la escuela, en la aproximación.

El tiro cubrió por completo el bulto, del que salió una enorme polvareda propia de aquel caluroso día de Octubre, pero no ví la liebre patalear, ni arrancarse. Pensé que la había dejado seca y salí corriendo para la cama. Al llegar allí, mis ojos de niño se abrieron como platos, mientras gritaba:

- ¡Papá, venir para acá corriendo!

Los dos dejaron el coche arrancado y se acercaron hacia el punto de la polvareda. La sorpresa fué mayúscula y las risas brotaron nerviosas de sus bocas. Lo que aparentaba ser una liebre echada no era otra cosa que el esparto de una vieja espuerta aceitunera, medio enterrada por la labranza, que, indudablemente, Pepe el Tomate confundió con una liebre y no comprobó bien, para no 'espantarla', ya que vive Dios que el tono pardo rubio era el mismo y que parecían los espartos rotos, mismamente los pelos del lomo de la liebre.

Entre risas y anécdotas similares, junto con las típicas bromas hacia mi persona, nos volvimos para el pueblo, ellos a tomar café en la Taberna de la Plaza y yo a continuar repasando los rios de España.....

Bonito relato si señor

Gran relato, y muy buena anéctoda, aunque me quedo con la imagen del acercamiento a la liebre recitando los rios de nuestra geografía

!! Buenísima y entrañable !! Muchas gracias por compartirla.
Qué tiempos ......

Podenco, enhorabuena por esos relatos y, gracias por compartirlos con nosotros.

Soy casi paisano tuyo, de Lucena, así que cualquier día (si te parece bien) te envío un mensaje y quedamos para tomarnos unas cervecitas en esa plaza de Palenciana.

Un saludo.

Zorzal, desgraciadamente, la Taberna de la Plaza ya no existe. En su lugar hay una tienda de regalos. Pero bueno, podemos tomar una cerveza en EL Cristo o en Los Bronces.

Saludos.

podenco escribió:

Zorzal, desgraciadamente, la Taberna de la Plaza ya no existe. En su lugar hay una tienda de regalos. Pero bueno, podemos tomar una cerveza en EL Cristo o en Los Bronces.

Saludos.

Cuando Vd. quiera, solo tiene que decirme el día, la hora y el lugar que más le convenga, ya todas las obligaciones que tengo son: cazar (bien, a gusto y con amigos) y charlar de caza sin prisas ninguna.

Un saludo.

Siempre he tenido sana envidia de los que sabeis escribir y transmitir los lances y vivencias de caza, de manera amena y sencilla, sin adornos ni florituras, sino tal y como deben ser, toda un suerte el tener esa facultad. El relato muy bonito y entretenido.

Un fuerte abrazo.
Antonio.

Hola AC.

Yo no se escribir, aunque es una afición que me encanta y el día que me jubile, si me queda algo de mente lúcida, tengo intención de dedicarme a aprender.

Hablo de vez en cuando con D. Mariano Aguayo, con quien guardo buena amistad, al que si considero un maestro en esa manera, a lo Delibes, de contar las cosas sin grandes aspavientos retóricos. Ahora menos, pues un pequeño infarto cerebral lo tiene alejado del papel y la pluma. Siempre hemos comentado que el escribir un relato, debe parecerse bastante a como se suele contar verbalmente, en 'román paladín' y, aunque de manera gramaticalmente correcta, siendo lo más directo posible y que te entienda toda la gente que pueda leerlo. Luego, la calidad de lo contado debe estar en el fondo, mas que en la forma. Aunque la historia literaria está llena de contraejemplos, de autores cuyas tramas son banales y donde se apoyan es en la forma en que lo cuentan. Para gustos los colores.

Saludos.

Me ha gustado y me he reído mucho Podenco, no dejes de contarnos tus historias por favor... Enhorabuena!

Escribir, escribes y lo haces muy bien. Una de las cosas mas importantes que valoro en los escritores es que transmitan, sensaciones, emociones y sentimientos, y tú, amigo lo haces, un relato no es una novela, ni otra figura literaria, es relatar echos o acontecimientos, cuanto mas sencillo y emotivo, mejor, por lo que afirmo que eres un buen escritor de relatos.

A D. Mariano Aguayo lo conozco, desde hace muchos años, al igual que a parte de su familia, desde las Monterias de Nava el Sach, principio de la decada de los 90, despues he coincidido con ellos en algunas Monterias de las Sierras de Cordoba, a las que hace unos años, yo era muy dado a asistir, siempre se mostro como lo que es, un Caballero y un Montero. En cuanto a escritor, en mi humilde opinión, aun gustandome lo que escribe, me gusta mas lo que pinta, en especial esos podencos campaneros. No sabia nada de su dolencia, pero me alegro que ande por el buen camino y siga dandoles tralla a esos cochinos montaraces y salvajes a los que tanto le gusta cazar y que bien valora.

Yo soy de un pueblo de Jaén, Torredonjimeno, a 80 kms de Cordoba, tengo alli muy buenos amigos y compeñeros de cacerias, mi armeria habitual es Varona, son muy amigos mios Rafa y Jose, que a su vez son grandes profesionales del sector, con D. Pedro Vargas me une una gran amistad de años, admiración y respeto, por lo que estoy muy ligado a tu tierra, que por cierto, tiene el mejor Salmorejo y los mejores flamenquines del mundo, sin olvidar las tartas de Roldán, jejejejejeje.

Un fuerte abrazo y animo con la escritura, que se te dá muy bien.
Antonio.

Realmente maravilloso ¡¡¡¡¡

La sencillez con la que redactas hace grande el relato. Muy bueno.