CAPITULO I EL RUBIO
Debido al color amarillento de mi pelo,se me conoce en esta sierra,donde llevo un tiempo viviendo,como “el rubio”.
Llevo toda la noche de campeo y pronto amanecerá.Tengo que llegar al encame,antes de que las claras del dia me sorprendan.
No ha sido mala la noche.Me he bañado en el barranco hondo,el sitio que mas me gusta para mi aseo.Un estrecho cañon de paredes verticales de roca,cubierto de espesas coscojas a los lados,que acaban uniéndose por arriba,formando una bóveda protectora.
No creo que ninguno de esos hombres,tan mermados de facultades para la vida en el monte,tenga conocimiento de la charca que esta bóveda esconde en su interior.Incluso conociendo su existencia,seria imposible que accedieran a ella,con esas ridículas patas que la madre naturaleza les dado.
No tuvieron mucha fortuna los hombres cuando fueron creados.Su olfato es muy escaso comparado con el nuestro,su oído tampoco es ninguna maravilla y en algunos ejemplares viejos,prácticamente inexistente.Incluso su vista,probablemente el mejor de sus sentidos,también es defectuosa en muchos de ellos.
De las cuatro patas,con las que han sido dotados,solo son capaces de emplear dos de ellas,para desplazarse torpemente.Asi que,difícilmente podrían acceder a mi lugar de aseo favorito.
Aun siendo consciente de la torpeza del hombre,he esperado pacientemente a que “la sombra” y sus bermejos,se bañasen antes para asegurarme de que no había ningún peligro.Esta es una de las formas en que nosotros,los jabalíes,tratamos de esquivar las innumerables trampas que el hombre nos pone,para acabar con nuestras vidas.
“La sombra”.La llaman asi los hombres,por el modo en que hace sus apariciones,sorprendiéndoles siempre y desapareciendo antes de que puedan reaccionar ante su presencia,llevándose con ella a la piara que le acompaña.Su astucia le ha llevado a cumplir los seis años y es una de mis hembras favoritas,con la que me he apareado varias veces,consiguiendo sacar adelante,un gran numero de mis descendientes.
Despues de haberme frotado a conciencia,con el tronco de un viejo pino y dejar una buena capa de resina entre mis cerdas,el hambre aha comenzado a apretarme,asi que he ido hasta la encina que hay próxima a las cuevas de las monedas,donde las bellotas que de ella caen,son tan dulces e irresistibles, como el aroma que desprende “la sombra” cuando esta en celo.
Al llegar me he encontrado con un pariente lejano,”el cojo”.Se le conoce con este nombre,porque quedo lisiado de una pata,por un maldito lazo de esos que ponen los hombres para atraparnos.
Han sido necesarios un par de buenos empujones,para echarlo de allí.Le tengo dicho que esa es mi encina preferida y que no quiero verlo por allí.Pero siempre aprovecha mi ausencia,para cebarse con sus dulces bellotas.
“El cojo” es un jabalí imponente,que pasa sobradamente de los siete años.Tiene una temibles defensas,pero no son todo lo efectivas que pudieran ser,debido a su cojera.Gracias a ella,consegui imponerme a el,la noche que nos enfrentamos bajao las ramas de esta misma encina.
Se ha alejado lentamente,como maldiciéndome,pero consciente de mi superioridad física.Todos los jabalíes de esta sierra,tratamos de evitar la trochas que utiliza “el cojo” en sus desplazamientos.Su huella es inconfundible y sabedores del tamaño de sus colmillos,los hombres andan tras el sin descanso.
A pesar de la torpeza de los hombres.tienen unos palos terribles que arrojan fuego,capaces de matar a gran distancia y no son pocas las veces,que el cojo ha escapado del alcance de dichos palos de fuego.
A “el cojo”,le divierte ir a lo que los hombres llaman cebaderos,para burlarse de ellos.Los hombres dejan en ellos,un monton de maíz o alguna otra golosina para atraernos,que tapan después con algunas piedras por encima.
Según cuenta el,le gusta acompañarse de algún jabatillo con ganas de aventura,al que hace entrar por delante para que derribe las piedras.Mientras el,dando vueltas en silencio,captando los olores y ruidos del entorno,consigue descubrir y ponerse a escasos metros del hombre,que con sus pobres y atrofiados sentidos,es incapaz de percatarse de su presencia.
En el momento que el jabatillo,derriba el monton de piedras y el hombre esta mas concentrado tratando de acabar con su vida,”el cojo” con un fuerte gruñido,da un susto al hombre que acaba soltando su palo de fuego y sale corriendo o no acierta con el sobre el jabatillo,que huye rápidamente.
Son cientos de historias de este tipo las que nos ha contado a todos los jabalíes de esta sierra,pero yo se que se calla que en muchas ocasiones,el hombre no se ha asustado como el cuenta y al jabatillo le ha costado la vida por su osadia.
Quizas no todos los hombres sean tan torpes como a nosotros nos parecen.
Tras saciar el hambre con las deliciosas bellotas,he vuelto a la protección del monte donde me he tomado un descanso,para después continuar mi careo arrancando y comiendo algunas sabrosas raíces y volteando algunas piedras,en busca de algunos bichejos de esos que tanto me gustan.
He pasado por una trocha que lleva hasta la fuente fresca.Pensaba saciar allí mi sed provocada por la bellotas y darme un ultimo baño antes de retirarme a mi encame para pasar el dia.Pero llegando a las proximidades de la fuente,ha llegado hasta mi jeta,el desagradable tufo del hombre y rápidamente he cambiado de idea.
Falta poco para que amanezca y todavía esta el hombre,esperando a que algún incauto jabalí,se ponga ala alcance de su palo de fuego.¿Es que nunca se dan por vencidos?
Malditos hombres.
En vista de los acontecimientos,me dirigía definitivamente hacia mi encame,cuando me he encontrado a la raposa,degustando el ultimo bocado de una perdiz,a la que había sorprendido mientras dormia.
-Vaya,rubio.Que ¿ya vas a encamarte?.
-Pues si.Falta poco para que el sol comience su ascenso y quiero estar en mi cama cuando llegue ese momento.
-¿Y hacia donde te dirijes hoy?
-Voy para las peñas de los buitres.Pronto el sol comenzara a calentar el lugar y me apetece sentir su calorcillo después de mi caminata nocturna.
-Pues tienes via libre.Hace poco que he bajado por esas trochas y no hay ningún peligro.
-Gracias raposa y cuídate de los hombres,que ya sabes que te odian incluso mas que a nosotros.
Los jabalíes solemos fiarnos de los consejos de las raposas.Son conocidas por todos los habitantes de la sierra,por su astucia y sigilo para la caza,asi como por su precaucion a la hora de desplazarse.
Pronto el sol asomara en el horizonte,cuando por fin me acomodo en mi encame,a la espera de la llegada de una nueva noche de correrías.