Antes de comenzar este relato verídico, debo hacer algunas consideraciones, a tener en cuenta, por parte de los posibles lectores:
Si estas líneas, que acompañan a los documentos adjuntos, les distraen, agradézcanselo a mi/ nuestro amigo VITI; él fue el que en varias y largas conversaciones telefónicas que mantuvimos, y en las que yo le contaba de la existencia de estos documentos originales 100%, de principios del siglo XX, y que yo tengo en mi poder, me sugirió la posibilidad, de incluirlos en el foro, porque además de a él, estaba convencido de que a muchos de los intervinientes, también les resultaría interesante, o al menos curiosos.
Si por el contrario, no fuera así, este aprendiz de escritor, entonaría un “mea culpa”, por creerse lo que no es.
Las anécdotas que aquí se citan, son verídicas, aunque no sé si totalmente exactas; nos han sido narradas, a mi hermana Mª Carmen y a mi, por nuestro padre, allá por los años 50 del siglo pasado. Tanto mi hermana como yo mismo creo que aún tenemos la mente suficientemente lúcida como para recordarlas, hay que ser conscientes de que han pasado ya 60 años o más, y seguro que algún detalle se nos escapa, pero la esencia de todas y cada una de ellas, es totalmente fidedigna.
Algunas de dichas anécdotas, puede que hieran susceptibilidades de espíritus proteccionistas de hoy día, pero hay que situarse entre el 25 de Mayo de 1905 y el 10 de noviembre de 1930, en un entorno tan especial, como era el Monte de El Pardo, a pocos kilómetros en línea recta de la Puerta del Sol de Madrid.
Pues bien, si hechas estas consideraciones, a modo de preámbulo o introducción Vds. creen
que pueden distraerles, las batallitas de este abuelo que ya soy, del suyo que fue,
EL ABUELO VICTORIANO
Cuando los ecos del segundo disparo dejaron de oírse, solo se escuchó el silencio, interrumpido en aquella mañana fría y nublada, de otoño, solo por un par de cuchichí-cuchichí de alguna perdigocha llamando, al resto del bando, y varios txack-txack, más lejanos aún, de alguna marica ,que como la perdiz, buscaba la, compañía de algún congénere.
El abuelo Victoriano, vio la luz el 16 de Marzo de 1878 en Las Rozas (Madrid), hijo de Gabino y Manuela. Me imagino, que como cada hijo, de familia humilde, se ganaría la vida como jornalero, y a salto de mata; en 1880, no se sabe a ciencia cierta, si el 2 ó el 5 de Noviembre, según los papeles y apuntes de mi padre,nace en Torrelodones mi abuela Eusebia.
No tengo constancia de cómo y cuando se conocieron ,pero seguro que no fue ni en una discoteca ,ni a través de un chat de internet; pero mire Vd. por donde, van y se casan ; también ignoro donde y cuando, pero de lo que sí tengo conocimiento, es de que mi padre Atanasio (Tana para familiares y amigos), nace el 19 de Julio de 1909, en una de las múltiples casas del Monte de El Pardo, concretamente,en la de Navachescas, donde vivía la familia Palacios-Gonzalez, con los tres hijas – Claudia, Gregoria y Consuelo, que precedieron a mi padre.
Llegados a este punto, es el abuelo Victoriano el que cobra protagonismo, debido a los documentos que mi padre guardó celosamente, hasta que tras su muerte, y haciendo limpieza en sus archivos, encontré, y también celosamente sigo guardando, hasta que Viti, ha considerado que a alguien le podrían resultar, cuanto menos curiosos.
Como puede verse en estos documentos manuscritos, que en mi época de mozo, allá por los años 1950/60, se llamaba papel-barba, de una galga gruesa, áspero al tacto, pero en el que la tinta se incrustaba, debido a su porosidad, y en él se guardaba para siempre, puede conocerse su vida institucional:
El 25 de Mayo de 1905, S.M. el Rey nuestro Señor, por la fecha Alfonso XIII, nombra al abuelo Victoriano, Guarda de a Pie, del Real Patrimonio de El Pardo, con el nada despreciable sueldo (seguro que en aquella época no lo era), de novecientas doce pesetas con cincuenta céntimos anuales…., y además seguro, o sea, como hoy, que a la de que te descuidas,¡ zas ! , te la han clavado, y cobras un 25% menos, si tienes suerte, si no, ya sabes, a buscar la cola al lagarto, que decía el abuelo.
El 1 de Junio de 1905, el abuelo Victoriano, jura servir bien y fielmente a S.M. el Rey D. Alfonso XIII, en la plaza de Guarda de a Pie.
El 14 de Junio, el Sr. Alcalde Constitucional del Real Sitio del Pardo, le concede el título de Guarda Jurado.
El 14 de Octubre de 1905, “Vista su instancia (¡que pena, esta no la he encontrado!) y certificado facultativo, la Administración del Real Patrimonio de El Pardo, le concede permiso para tener una CABRA, siempre que….” ; fue bautizada por la familia, como Eduvigis.
El 21 de Julio de 1909, el Comandante Jefe del Batallón…., le concede la licencia absoluta, por haber permanecido DOCE AÑOS en el Servicio Militar….., o sea que el pobre abuelo Victoriano, hizo más mili que Cascorro………
El 1 de Agosto de 1916, se le asciende a Guarda a Caballo, eso sí, cobrando ya, ni más ni menos
que Mil doscientas setenta y siete con noventa céntimos anuales…… ¡ casi na…..¡.
El mismo día jura el nuevo cargo.
El 14 de Mayo de 1918, se le confirma en el puesto de Guarda a Caballo; es decir, casi dos años después. La Administración, empieza a parecerse a la actual….
El 29 de Diciembre de 1919, se le nombra Celador de Guardas del Real Patrimonio de El Pardo, con un sueldo de mil quinientas Pesetas…., esta vez redondas, sin céntimos; debió de sentirse “el rey del mambo”.
El 1 de Enero de 1920, jura de nuevo cargo…., aunque ya me extraña que el día de Año Nuevo de 1920 trabajaran en el Real Sitio de El Pardo; claro que vaya Vd. a saber, como eran entonces los Años Nuevos…
Y así, entre nombramiento y nombramiento, y de jura en jura de cada cargo, transcurrían los días y las estaciones del año, cada una con su quehacer específico.
“Abril hueveril, y Mayo pajaril”; en abril había que localizar nidos de perdiz, para quitarle los huevos, y así provocar una segunda puesta, aunque fuera menor, y de paso poner los huevos robados, a alguna gallina clueca que hubiera en el corral – no era difícil que alguna estuviera echada, porque había un buen número de ellas y proporcionaban buena parte del sustento, ya que para esta especie, no era necesaria una autorización, como con la cabra - y así, los perdigones, nacían al mismo tiempo que los pollos, con lo que no era raro, ver la gallina con 15 ó 20 pollos, y un buen número de perdigones; como campeaban a sus anchas, no era difícil ver disminuir el grupo, gracias a jinetas, garduñas, comadrejas y otras alimañas (así se llamaban entonces según la Ley de Caza de 1903), y rapaces, sobre todo diurnas como azores, águilas de varias especies, halcones y reptiles, como las serpientes, tanto bastardas como de escalera, lagartos, etc. La sola presentación de cabezas, garras, colas, según la especie, por parte de los miembros de la guardería, al Celador de Guardas de turno, suponía, y también en función de la especie, de un premio en metálico por unidad, que complementaba el salario mensual, y que hoy en día sería, para muchos, un sacrilegio biológico.
También en Abril, se iniciaba la recogida de cuernas de venado, y se seguía en Mayo son las de gamo; era un proceso que no finalizaba, puesto que en cualquier época se encontraba alguna, en los parajes más recónditos, pero el mayor volumen, se cosechaba entre Abril y Junio; cuando avisaban del Patrimonio, se reunían todas en una choza que hacía las veces de almacén, y la camioneta las retiraba para la venta a fábricas o artesanos, que las hacían servir para cachas de cuchillos, navajas , machetes, y ornamentos varios, como perchas, soportes para armas o simplemente como trofeos de caza, si tenían más de 10 ó 12 puntas; era raro encontrar ejemplares mejores, ya que la consanguinidad era grande, al ser un recinto, que aunque de gran superficie - cerca de 16.000 has., es decir, más de 19.000 campos de futbol – estaba y continua estando, vallado, con una tapia de mampostería de casi 2 m. de altura, y 0,50 m. de grosor, salvo en los tramos de curso de agua, como el arroyo del Trofa o el propio Manzanares del que éste era afluente, donde era de malla, para permitir el paso del agua.
Siempre quedaba por recoger, alguna que, ”involuntariamente” se supone, quedaba perdida, para ser permutada en alguna armería de Madrid, por perdigones de varios gramajes, postas para el jabalí, pólvora, negra, que era más barata, tacos y pistones, que serían para recargar los cartuchos, cuyo cartón aguantaba es buen estado, tras ser utilizado.
Como los perdigones ,los de perdíz ,no los de plomo, necesitan una gran cantidad de proteínas, para ,en pocos meses, ser del tamaño de sus padres, era conveniente un suplemento alimenticio, que las mozas de la familia tenían encomendada por el abuelo, y no era otra ,que la captura de saltamontes de los que en aquella época abundaban de todos los tamaños, y en gran cantidad, ya que entonces no se le echaban al campo las gorrinadas, en forma química de las que hoy se abusa ,y que a este paso, acabaran, de hecho ya han empezado, con todo bicho viviente.
Pues bien, provistas de un bote de conserva con la tapa sin terminar de cortar, para que sirviera de impedimento a la fuga de las capturas, y de sendas ramas de retama, a ramazo y tente tieso, llenaban el bote de saltamontes, no sin antes arrancarles las patas traseras para eliminar la sierra , que pudiera herir al tragarlas, tanto a los perdigones como a los pollitos, que también participaban del festín……., y era un espectáculo ver las carreras de toda la grey en crecimiento, en dirección a mis futuras tías, en cuanto las veían aparecer por cualquier esquina de la casa ,de la que la madre no se apartaba mucho, por temor a los peligros “aéreos” ,y de los que junto al edificio ,se sentían más amparados.
En Mayo, pajaril, la labor era la de capturar a la carrera, cuantos pollos se pudiera, porque las bajas también eran cuantiosas, bien por lo que hoy llamamos estrés, entonces, vaya Vd. a saber como se denominaba, o bien al cambio de pluma, y ello, debido a que había que tener siempre, al menos una docena entre machos y hembras de ejemplares adultos, “valientes” como suele decirse, para en su época, servir de reclamo, a los cazadores que anunciaban con antelación su visita, y así tener preparado el pájaro que correspondiera.
Entre Junio y Julio, había que ir a espigar, esta era una labor en la que también colaboraban las mujeres de la familia, para una vez desgranadas las espigas, servir el grano, como complemento alimenticio de las gallinas; servía también el grano, como cebo para las perdices en Agosto y Septiembre y tras comprobar, por las huellas de las patas, en la arena que se extendía en el suelo, y sobre la que se regaban los granos de trigo, se procedía al sacrificio.
Si se veían las huellas, y faltaba el grano, era señal evidente, que los pobres animales, acudían invariablemente al rayar el día….., y era esa su perdición; mi padre y/o mi abuelo ,el día elegido ,ya las esperaban mucho antes de hacerse de día, en el tollo, previamente preparado con muchos días de antelación, para no levantar sospechas en las pobres perdices, y ese día, el cebo era un ramillete de espigas, bien clavado en el suelo, de forma que solo asomaban las espigas ; al llegar el bando, se juntaban diez, doce o más cabecitas ,dependía del número que formaran el bando, picoteando con avidez, y de esta forma se optimizaba el tiro, cobrando un buen porcentaje de ejemplares, con un solo disparo.
Era un acto infame, pero la familia tenía que salir adelante; eran seis miembros, los abuelos y sus cuatro hijos, mi padre y sus tres hermanas ,y de vez en cuando algún allegado ,que venía a pasar alguna temporada con la familia ; entre las mujeres, desplumaban las perdices – las plumas suaves se guardaban en sacos, para rellenar las almohadas – y las proteínas pasaban a reponer, las extraídas en pitanzas anteriores,-una vez escabechadas convenientemente - , de la olla roja, grande y panzuda, donde se mezclaban despiezadas, torcaces, perdices, conejos y liebres sobre todo.
El campo y el monte cubrían prácticamente las necesidades alimenticias familiares ; el huerto anejo a la casa, los huevos, la carne de caza menor recién capturada , hacían que el abuelo, dijera que “el hambre pasaba por la puerta, pero no entraba en la casa”, porque la despensa, - entonces solo había fresqueras ,no existían los frigoríficos - estaba también fuera de la ella , en forma de caza.
Cuando llegaba el otoño, era la época de las enormes bandadas de torcaces, que acudían a la bellota de la encina, dulce y gruesa sobre todo la de la variedad “ rotundifolia “, de la especie Quercus ilex; su abundancia y producción eran inmensas ; no solo las torcaces eran bien recibidas en la cocina de a la abuela Eusebia ,para terminar de rellenar la olla de carne escabechada ,sino también las bellotas.
Se escogían las más gordas y marrones – el color era signo de madurez - ,se rajaban a lo largo, y se colocaban en las arandelas de la cocina de carbón ,y a medida que se iban tostando ,se retiraban con el gancho de rascar el culo a la cocina para sacar las escorias ,se dejaban enfriar un poco… ,y aquello era “ teta de novicia “,tan bueno o mejor que las castañas ,que de vez en cuando ,alguien que venía de visita ,solía traer ,si era la época naturalmente , y contribuían entre unas y otras ,a “ relamernos el morro “,como solía decir el abuelo ; si no se rajaban, tanto las castañas ,como las bellotas , saltaban del fuego ,y si te pillaban la cara ,te dejaban señal.
Tampoco venía nada mal, la cosecha de setas de cardo, tanto en primavera como en otoño; aquí también colaboraban las mujeres, no solo recolectándolas ,sino también preparando tarros de conserva ,aunque era más complicado encontrar recipientes de cristal suficientes, que rellenarlos, tal era la abundancia de setas y la escasez de recolectores ( o sea, más o menos como ahora…).
En las noches de finales de verano, toda la familia se reunía, alrededor del barreño grande, con el embudo, el palo afilado ,los polvos (ahora se que son de ácido salicílico),la aceitera ,y la vela ,que solo se encendía cuando había unas cuantas botellas que sellar con cera el tapón, justo donde coincidían cristal y corcho; estoy hablando ,naturalmente, de preparar la conserva de tomate para el invierno ; esos momentos familiares eran los mejores, se comentaban los incidentes, las aventuras, se programaban las tareas y las faenas de cada cual para el día siguiente, en un ambiente relajado, tranquilo, y entre las mozas había su miajilla de coña ,con que si el hijo del guarda de la parte de Torrelodones miraba mucho a …,o el del pupitre de al lado de la escuela del pueblo ,le ponía ojitos a..; a las más timoratas ,se les subía el pavo…,porque claro , la madre estaba delante y no debía enterarse de según que cosas de las mocetas ; y así entre jijís y jajás ,llegaba el momento en que la abuela Eusebia anunciaba : “cuando se acabe este barreño, todo el mundo a la cama, que mañana es día de escuela”; el abuelo Victoriano ya llevaba horas durmiendo, porque para él, el día comenzaba antes de amanecer.
El embutido y el jamón, también solían acabarse, pero siempre estaba de repuesto ,el cerdo del año que aunque no fuera de pata negra, como su alimento natural era la bellota, y lo que pillara en la montanera, puesto que el animal vivía suelto ,y solo entraba a la cochiquera al hacerse de noche; se complementaba su engorde con las patatas más pequeñas , cocidas y mezcladas con salvado que le preparaba la abuela. El resultado aseguraba mi padre, no envidiaba al de las mejores tiendas.
Con un jabalí terciado, y un gamo o ciervo al año, era suficiente…., aunque si algún año era necesario, se repetía la jugada.
No obstante, y ya que el alimento familiar estaba prácticamente asegurado, había que conseguirlo también para los “inquilinos” ,que de forma temporal o permanente pasaban a formar parte del entorno familiar, como Nicomedes (el búho real), Hilario (el grajo).
Así tan pronto mi padre tuvo edad para arrimar el hombro a la faena, le enseñó a colocar ballestas, para cazar ratones que roían los sacos de arpillera, para comerse el grano de trigo y cebada espigado tras la siega; igualmente servían para capturar jilguerillos ,pinzones, cogujadas, totovías alondras…,o cualquier otro pajarillo ,que al igual que los ratones, servían de alimento a Nicomedes, el búho real, que un día apareció cerca de la casa con un ala rota, posiblemente herido, al intentar capturar algún pollo tomatero, al rayar el día, que es cuando comenzaba a vivir el gallinero. Como no podía volar, no tuvo más remedio, que, aunque defendiéndose, “dejarse” capturar, curar… y enclaustrar, en un jaulón construido con ramas de encina y malla gallinera…., pero claro también tenía la costumbre de comer; contaba mi padre que vivió muchos años, llegando a coger la comida de la mano de cualquier miembro de la familia, pero la jaula se le quedaba pequeña para esconderse (tenía ramas dentro de la jaula para saltar de una a otra, imitando a la naturaleza de la mejor manera posible), cuando llegaba algún cazador, o notaba una presencia no habitual ,y por tanto ,extraña para él.
Hilario, el grajo, fue de pleno, uno más de la familia; también apareció un día , escuálido, cerca de la casa, pero tan débil estaba, que apenas opuso resistencia a ser capturado; no tenía heridas en las alas ,sus patas estaban íntegras….¡que coño tenía aquel grajo! ; debía de estar enfermo… espera , espera…; el abuelo Victoriano sentenció : éste la diña del hambre que tiene…;fijaros que tiene la punta de la parte inferior del pico más corta ; está rota, y claro, así no hay manera de poder coger la comida, una parte del pico es más larga que la otra y picotear le es imposible ; a ver si le sacamos p´alante.
El animalito se dejo hacer, las chicas y la abuela con su instinto maternal le prepararon unas sopas de leche, que el pobre Hilario, tras permitir que le abrieran el pico, le fueron introduciendo poco a poco, y esa fue su salvación…
Perseguía, graznando a la abuela, cuando andaba en la cocina, reclamando alimento, el que fuera, era como todos los de su especie, omnívoro, pero claro, como no podía comer, tras un graznido, en un acto reflejo, abría el pico….., y allí le caía lo que fuera, retales de tajadas de conejo, un trocito de tocino, migas de pan, en fin, lo que cayera bien recibido era. Lo que sí debía de ser un espectáculo, era la hora de la comida familiar. Aunque no se le viera en toda la mañana – vivía su vida como cualquier grajo, al aire libre – alrededor de las dos, ya rondaba la mesa y en cuanto estaba cada cual en su silla ,se instalaba en el hombro de cualquiera o en la parte superior del respaldo de la silla y tras cada graznido, abría el pico…,si no recibía nada ,saltaba a otro hombro o a otro respaldo , hasta que le caía un par de garbanzos, de alubias, un trozo de patata, incluso un poquito de sopa, y en allí se quedaba ; así que, en poco tiempo recuperó la salud, engordó, las plumas negro-irisadas, cobraron su tono brillante,y según decía mi padre, era el grajo más lustroso de todo el Monte de El Pardo; en los meses de buen tiempo, solía dormir en una encina junto a la casa, pero cuando llegaba Octubre, al caer la tarde, graznaba pidiendo entrar en la casa, donde la lumbre baja caldeaba la gran cocina donde se hacía la vida.
Llegado el otoño, a las seis de la tarde ya era de noche, entonces no había el invento del adelanto y retraso de las horas, se trabajaba de sol a sol, marcara el reloj, la hora que quisiera; entonces era el momento de sacar los sacos donde se guardaban los cartuchos vacíos y las cajas donde se guardaban los ingredientes, y los trastos - cartuchos recortados a la medida del volumen de pólvora, de los perdigones de distinto calibre, tacos, máquina para rebordear, palo a medida del diámetro del cartucho, del calibre 12 o del 16, etc.,etc. - y a la faena, hasta la hora de cenar, entre el padre y el hijo ; las mozas se dedicaban a reponer plumas en las almohadas, remendar sábanas….., es decir, sus labores.
Al final del invierno solía aparecer invariablemente, el alimañero, el abuelo y él, organizaban la campaña contra los zorros antes de que comenzara el celo; macho capturado no se reproducía; hembra preñada caída en el lazo tampoco, y si estaba recién parida , los zorrillos morían de hambre. También caía algún tejón, jineta, garduña, y en un par de ocasiones, hasta el lobo, porque en aquellos años, en el Monte de El Pardo, no muchos, pero había lobos.
El alimañero se daba por pagado con las pieles que luego vendía a algún curtidor de Madrid.
Laceaba el monte por zonas, y sus capturas eran espectaculares, pero nadie conseguía su destreza…., al cabo de los años, consiguió sacarle el abuelo “el truco”; extraía a las hembras la vejiga urinaria con gran habilidad, y con ella, rastreaba los pasos que dejaban los zorros, y en los que colocaba los lazos…., y era mano de santo. De nuevo llegaba, la primavera, y vuelta a empezar.
Entre los años 1915 y 1919, la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, construyó, en una gran explanada, entre los Kms. 21 y 22,500 de la línea Madrid-Irún, y como a un par de Km. de la casa de Navachescas, una gran estación de clasificación, para formar los trenes, con vagones de mercancías cuyo destino fuera común, hacia el norte de la península, Medina del Campo, Venta de Baños, Irún, Asturias , Galicia…
Cuando Tana cumplió 16 años, solicitó el ingreso, como meritorio ,hoy se le llamaría becario ,en la Clasificación ( Clasi ,como se la conoció después, toda la vida), con un sueldo cuasi miserable, pero que con el tiempo, el que tenía paciencia, y era medianamente buen aprendiz, terminaba por ser empleado de aquella Compañía, que al poco tiempo pasó a llamarse RENFE ( hoy día, ni los propios empleado, saben como se llama ,que si Adif ,que si leches ; como decía un compañero de mi padre : “desde que se inventaron los piensos compuestos y el bidé ,ya nada sabe a lo que tiene que saber ,ni el jamón sabe a jamón,ni el... “ ; es fácil de adivinar lo que falta , lo dejo al ingenio del lector) ; pues eso mismo les pasa a los ferroviarios de hoy , que ya no saben ni para qué empresa trabajan.
El primero en tocar diana, era el abuelo, que tras “echar una firma”, en las cenizas de la lumbre de la chimenea ,que al ir a la cama se dejaban tapadas con ceniza ,para que al día siguiente solo fuera necesario retirarlas, o sea , echar la firma , ponía a calentar el agua para lavarse, a continuación colar lo que eufemísticamente llamaban café, que no era otra cosa que malta o achicoria, o bien una mezcla de ambas, para a continuación , añadir la leche que proporcionaba Eduvigis – la cabra que estaba autorizado a tener – y llenar el tazón de trozos de pan, que era el desayuno diario del abuelo y de Tana, que diligente se levantaba tras el padre, y como no , ¡del inefable Hilario! , el grajo, que siempre estaba dispuesto a engullir lo que fuera y a cualquier hora.
A partir de este momento cada cual a su faena, el abuelo a echar de comer a cabras, gallinas, búho…., Tana a Clasi , y el grajo, a revolotear alrededor del abuelo, por si caía, o sobraba algo del primer pienso del día de la pequeña graja. Tanto si pillaba algún resto, como si no, levantaba el vuelo para acompañar a Tana, algunos días hasta la propia Clasificación, donde terminó por integrarse interesadamente ,con el personal ,que le proporcionaba trozos de lo que ese día ,hubiera en la fiambrera de cada cual.
Terminó Tana , por hacerle volver a la casa al llegar a la tapia, porque a partir de ella, ya no había monte, solo retamas, tomillos y grandes extensiones de cereal, por lo que no tenía refugio ante posible ataques de las rapaces que abundaban, puesto que ni los vedados de Barranco Hondo ni el de Genaro ,ofrecían la más mínima protección al indefenso Hilario.
Hechos los deberes matutinos, el abuelo, recorría cada día una zona de El Monte de El Pardo, cambiando impresiones con el Guarda de turno, quien facilitaba las novedades sobre su cuartel, paridera, si era la época ,abundancia y distribución de las reses , de palomas, de setas , novedades familiares si las había…,echaban un pito o los que fuese menester, pero sobre todo, y lo más importante , eran las incursiones de los furtivos, ya fueran los fijos, o alguno ocasional.
Hay que tener en cuenta la hambruna que existía, y la abundancia de alimento, que a un precio relativamente barato, si no te pillaba el guarda ,se podía conseguir ,hacía que cada vez se arriesgaran más los vecinos de los municipios colindantes con el Monte de El Pardo , que no eran pocos ,y todos ellos de escasos recursos, Colmenar Viejo,Hoyo de Manzanares, Torrelodones, con la pedanía de los Peñascales, Las Rozas, con la de Las Matas, Aravaca Fuencarral ; si a eso se añade ,la facilidad con que se podían contemplar ,nada más asomarte a la tapia, las reses ,los bandos de torcaces ,etc. ,la tentación se unía a la necesidad ,y de ahí a correr el riesgo ,no había más que un suspiro.
Ello hacía que el número de Guardas estuviera distribuido estratégicamente, a lo largo de la tapia, por los puntos más conflictivos, en las distintas casas que existían, y todo ello, naturalmente, porque los cazadores que frecuentaban El Pardo, eran todos ellos ,miembros de la realeza, familiares, aristócratas ,personal del Gobierno de turno, etc., pero siempre, invitados o acompañados por algún miembro de la Familia Real. En cierta ocasión, una tarde de verano como tantas otras, acudió a casa del abuelo, uno de los miembros de la casa real – por discreción no dare su nombre – para que supiera que, si se oían tiros era él; tenía la costumbre, de ir siempre solo, volvía entre dos luces, y el conductor le esperaba con el coche en casa del abuelo….., pero ese día, no acudió al hacerse oscuro; la preocupación y el temor, fue aumentando a medida que pasaba el tiempo, y aunque el abuelo, mi padre y el conductor salieron en su busca, no le localizaron hasta que empezó a rayar el día ; vieron la escopeta al pie de una encina, sobre la cual, y a horcajadas entre varias ramas gruesas que le hacían de soporte, le hallaron dormido.
Cuando pudo, explicó lo sucedido; al parece se topó con una cochina seguida de varios rayones de cuatro o cinco meses, cuando volvía hacia el coche, y tuvo la feliz idea de tirar a uno, al que luego encontraron muerto a unos metros, pero debió de ser tal el escándalo que armó, que la cochina le persiguió hasta la encina donde tras soltar el arma, para poder utilizar ambas manos, tuvo que refugiarse ; pero la cochina, se tumbó con el resto de la camada alrededor de la encina como diciendo…. ¡ya bajaras!.
Lo cierto es que, cuando la expedición de búsqueda le localizó, la cochina ya no estaba, posiblemente huida, por las voces que el trío de expedicionarios daba, en su labor de búsqueda y captura, no de la caza, sino del cazador.
Contaba mi padre, que el pobre conductor rompió a llorar, porque la que se le venía encima, era para temblar, además de que al parecer el entendimiento y el afecto entre ambos, era grande, porque llevaban juntos bastante tiempo, y ya se sabe que “el roce hace el cariño”.
El jabato muerto ,naturalmente se cobró y se llevó a casa del abuelo ,donde a los dos días sirvió de merienda a toda la familia ,así como a su cazador y al conductor ,bien rustidito al horno de la abuela ,y claro con el consiguiente pitorreo ,que el propio cazador inició.
No había pasado un año desde el nombramiento del abuelo Victoriano, como Celador de Guardas del Real Patrimonio de El Pardo, cuando uno de los guardas – mi padre no recordaba con certeza, si fue “Pasostristes” o “Cagalástimas” – le hizo saber al abuelo, que había un furtivo que se estaba pasando de la raya, y a pesar de sus advertencias (el furtiveo razonable ,al parecer, era tolerado), hacía oídos sordos.
El 10 de Noviembre de 1930, al salir de casa con las primeras luces del día, le dijo a la abuela Eusebia, que iba a ver a Paco, “el cojo”, porque según parecía, ya se estaba pasando de castaño oscuro, y le iba a dar un tararí de alerta, y que volvería a la hora de comer. Mi padre volvía de Clasi, alrededor de las tres de la tarde a casa, aunque salía de trabajar a las catorce, “según horario ferroviario”, y el abuelo no había vuelto a comer; la abuela, ya estaba “mosca”, y antes de que se hiciera más oscuro, largó a mi padre un trozo de pan y otro de chorizo de venado ,para que fuera comiendo por el camino, en busca del abuelo, en dirección al huerto que Paco “el cojo”, tenía cerca de la tapia, en el término de Fuencarral; recogió por el camino al Guarda informador, y ambos fueron en busca de Paco….
Los ecos del segundo disparo dejaron de oírse, y también el cuchichí-cuchichí de la perdiz, y el txack-txack de la marica, como si el sonido del estampido hubiera puesto un silenciador al Monte….; el espectáculo que mi padre, y el Guarda de aquel cuartel se encontraron, fue dantesco; al otro lado de la tapia, y junto al chozo del huerto del Paco “el cojo”, se hallaban tendidos los dos cuerpos, y la escopeta de Paco junto a él.
Nadie, lógicamente, ha podido saber nunca lo que allí sucedió; los únicos que lo presenciaron, no pudieron contarlo jamás, pero lo cierto, es que los dos cuerpos yacían próximos, el rifle del abuelo Victoriano seguía cargado, y la escopeta de Paco, próxima a él...,pero con los dos cartuchos disparados; es fácil, deducir lo que debió de ocurrir…..
Vecinos del pueblo, comentaron después, que días antes, en el bar del pueblo, tras trasegar media botella de vino, comento con cierto retintín ,que ya le estaban tocando los cojones “ los mamporreros de su majestad”, y que al primero que pillara, se iba a enterar; no le dieron demasiada importancia a aquellas palabras, porque como, al parecer era un bravucón, aficionado al vino peleón, no era la primera vez que se las oían…., pero en esta ocasión, si fueron ciertas, y terminaron con la vida de quién no tuve ocasión de conocer ,y por tanto , de querer, de disfrutar ,ni de compartir juegos y enseñanzas, aunque Tana, su hijo y mi padre, me enseñó a todo ello; aquel hombre con quien no pude coincidir en esta vida,pero que sin duda coincidiré algún día ,fue
EL ABUELO VICTORIANO
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Una vez finalizado el relato, recopilando los papeles de mi padre, para volver a colocarlos en orden, encontré una carta de su amigo y compañero Manolo Delgado, que se me había pasado por alto, en la que, enterado por “ la prensa de Madrid”, - Manolo, escribía a mi padre desde La Garriga, en la provincia de Barcelona, donde había sido trasladado al ascender a Jefe de Estación, por la “Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España”, precursora de RENFE - , para trasmitirle sus condolencias, tras enterarse por la prensa ,del luctuoso suceso acaecido al padre de su amigo, compañero, y al parecer, también primer profesor, según se desprende del escrito, que
tuvo mi padre en su vida profesional de empleado de RENFE, hasta su jubilación.
Mi hermana y yo, ignorábamos esta circunstancia de que el suceso se hubiera publicado en letras de imprenta, por lo que, aunque solo fuera por curiosidad, comencé a indagar, tras 84 años de ignorancia, la posibilidad de conseguir las reseñas del suceso, en el/los diario/s, y en cuáles de ellos, se publicaba entre el 11 y el 13/ XI /1930,ya que la carta del Sr. Delgado, estaba fechada el día 14, luego la noticia se debió de publicar entre esas fechas.
Luego de muchos e infructuosos intentos, solo me quedaba recurrir a la Biblioteca Nacional de España, ya que teóricamente, en ella existen
referencias, de prácticamente todas las publicaciones editadas en España ; y en efecto, así parece ser, mejor dicho, es; en la centralita de la BNE, me pasaron con la Hemeroteca Digital, donde, gracias a María Toral España, que fue llevando de la mano a mi mujer, para localizar periódicos, fechas y noticias de aquellos días; consiguió las reseñas que a continuación se adjuntan con la luctuosa noticia ocurrida el día 10 de Noviembre de 1930 , en los diarios El Imparcial y El Sol de fecha 12 / XI / 1930.
Si bien las versiones de ambas publicaciones son muy similares, difieren un tanto, en cuanto a las circunstancias del suceso, aunque yo me quedo con la versión que mi padre nos transmitió a mi hermana y a mí, ya
que él fue el único, que desgraciadamente hubo de vivirla.
Y, después de este inesperado hallazgo de la carta del amigo de mi padre, Manuel Delgado, y de la inestimable ayuda y colaboración de María, así como de la paciencia de mi mujer, Chelo, creo que se podría dar por finalizado este relato sobre EL ABUELO VICTORIANO…, si no surge algún otro documento impensable, que lo haga reabrir de nuevo, para volver a completarlo.
Tarragona 25 de Marzo de 2014.
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