Corzos para Dummies

Crónica de ayer.

He empezado a pensar en montar algo fijo en el puesto. Una terracita con mesas y sillas, una neverita con algo de beber, patatas, olivas y berberechos.
El puesto es guapo, la verdad, un mirador con buena visibilidad y muy soleado, pero se ha corrido la voz y cada vez se me acopla alguien nuevo. Ayer, aparte de mi hijo pequeño, se me apuntó la señora. De nada me sirvió la prohibición de echarse perfume ni desodorante los dos días anteriores, ni la de ducharse sólo con agua la noche anterior, ni la de levantarse a las cuatro de la madrugada... se vino con nosotros al puesto.

El pequeño cogió el sueño de nuevo a eso de las siete y hubo que despertarlo a las once, para recoger los trastos y llegar a misa de doce. Luego, como es natural, el tío no paró de tocar la pera para conseguir hacer una espera por la tarde, porque tenía ganas de marcha después de haber dormido como un lirón.

La espera de la mañana fue un poquito rara, con un viento del carajo. Al llevar un par de horas en el puesto sin ver nada y sin dejar de mirar con los prismáticos, mi señora me dice:

- "¿Me dejas los prismáticos?"

- "Claro, claro. Toma"-  Le contesto.

Los coge, se los echa a la cara e inmediatamente (sin pasar ni cinco segundos) dice:

- "Anda! Qué corzo tan bonito. Y qué cuernos tan grandes tiene!" (nunca en su vida había visto un corzo)

Noto que el corazón me da un vuelco. Pienso que es imposible, que yo llevo dos horas de reloj mirando y no he visto nada, y que debe ser una rama.

- "Qué bonito es, y cómo corre por el sembrado!"

Las ramas no corren por los sembrados. Cojo el rifle, cojo los prismáticos (se los arranco de la cara, más bien) y empiezo a mirar mientras ella me explica dónde lo ha visto.
Me sitúo según los puntos que me da y...nada. Allí no hay nada. Me jura que sí, que era un corzo. Le replico (con buen criterio, creo yo) que cómo puñetas puede estar segura de que era un corzo si nunca ha visto un corzo. Y entonces, mientras sigo dándole caña con mis impecables argumentos (seguro que era una rama movida por el viento, podía ser un zorro, tal vez un conejo, las distancias engañan mucho) veo claramente al animal moviéndose por el límite de un campo.

De cuernos nada, porque es una corza, pero que es un capreolus es cosa segura. Está a unos 270 metros, justo donde lo vimos por primera vez en la primera espera de hace varias semanas, aunque en esa ocasión estaría a unos 700 metros y no pudimos ver si era un macho o una hembra.

Busco y rebusco al corzo de "los grandes cuernos" pero nada. Y paso el resto de la mañana y de la tarde buscándolo.

Tras someter a mi santa esposa al tercer grado "¿estás segura de haberle visto cuernos?" "¿no sería una rama?" la pobre ya no sabe si los ha visto o no, y acaba dudando de todo. De modo que yo no sé si eran una pareja y el macho ha desaparecido o bien era sólo una hembra y ha creído verle cuernos.

Hay que decir que, de nuevo, la corza se volatiliza. Tras un par de minutos viéndola aparecer y desaparecer, se la traga literalmente la tierra y no la vemos más. Se entiende de nuevo su apodo de "duendes", porque lo son.

Y esa es la crónica de un nuevo día de aguardo. El machete del otro día no aparece ni da señales de vida, o sí aparece y no lo he visto, porque el trigo está altísimo y podría pasar una procesión de corzos por mi lado sin verlos, a menos que asomaran la cabeza sobre el cereal.

Ahora mi duda es si creer o no lo de los cuernos, ya que esa zona donde estaba la corza permite un aguardo a menor distancia, que se justificaría si hubiese un macho "de grandes cuernos", pero no si es la hembra que ronda por ahí.
Tampoco sé si ahora las hembras están solas con sus crías o los machos las rondan también.

Una vez más se agradece cualquier consejo.

Un saludo.

Si te sirve de consuelo, te contaré mi crónica de este fin de semana. El viernes, aprovechando la buena luna, decidí ir a hacer una espera cochinera. Tengo puesta una cámara de fototrampeo y he visto que entran unos marranos, entre ellos uno bastante grande sobre la 3:00 AM. El caso es que la máquina ha captado en un par de ocasiones, al amanecer y a la anochecida, un caprelus macho con una bonita cornamenta.
¡¡El estado de la cuestión prometía una tarde/noche de grandes éxitos!!
Cuando llegué al coto me encontré con que el viento en lugar de venir del noroeste, que es el fetén para el sitio, venía del sureste, y como el puesto es en pié a tierra tuve que improvisar sobre la marcha.
Me situé en el lado contrario al habitual, más pensando en los cochinos que en el corzo, por eso de la mayor incertidumbre en el comportamiento de estos, sin darme cuenta, torpe que soy, de que me ponía justo en un sendil.
Cuando llevaba ya más de una hora puesto, me di cuenta de lo del sendil, que se adentraba en el bosque, y por tranquilizarme me dije a mi mismo que seguramente sería antiguo.
El caso es que cuando quedaba una media hora de luz mi amigo el de los cuernos se plantó a unos 15 metros por mi espalda, cosa que supe cuando no se por qué me giré para mirar casualmente. Tardó medio segundo en adentrarse en la espesura del bosque otra vez, eso sí, teniendo el detalle de no ladrarme.
Finalmente, cuando llegó la hora de la verdad de los cochinos, el viento empezó a dar revoques, haciendo que los guarros, que los vi también, no entraran al comedero.
No te quepa la menor duda que volveré a ese lugar las veces que haga falta por el duende, que para lo que te sirva te informo que venía solano.

Es que a los 55 ya fallan los reflejos

Muchas gracias!! Ya les preguntaré a los guarros el próximo día a ver que piensan....

Mi mujer insiste en lo de los cuernos (qué mal suena eso, por Dios ) y por eso esta tarde vamos a hacer la espera donde la hembra, pero más cerca. A ver si hay suerte y aparece el macho y mañana os puedo poner una crónica interesante.

Un saludo.

Suerte compañero!!!

Gracias por los buenos deseos, Sergio.

No hubo suerte. Por alguna extraña razón habían nacido doscientos millones de mosquitos que hicieron la espera digna de una película de terror, y no apareció corzo alguno en las inmediaciones del puesto.

Puede ser que los animales no estuvieran para muchas alegrías porque se avecinaba una tormenta de órdago. Dejé el puesto a las 21:15 y a las 21:45 se hundía el mundo, literalmente.

En fin, que habrá que seguir intentándolo.

Un saludo.

Si eres el mismo Juan Lobón que en el Facebook, ¿no tienes nada que contarnos?

Pues no, no sé lo que habrá hecho "ese" Juan Lobón en Facebook, pero yo no tengo cuenta en esa red social. Además, ese nick sólo lo utilizo en este foro.

¿No habrá cazado a mi corzo, verdad?

Un saludo.

PD: Esta tarde vuelvo a intentarlo, que el fin de semana no pude subir...

Es que vé que Michel Coya subía una foto de "el corzo de Juan Lobón" y como sigo tu historia, aunque no haya participado, me emocioné.

Que tengas mucha suerte!

Solostaral escribió:

Es que vé que Michel Coya subía una foto de "el corzo de Juan Lobón" y como sigo tu historia, aunque no haya participado, me emocioné.

Que tengas mucha suerte!

Pues muchas gracias por seguir mi "historia"  y por emocionarte al haber creído que la había culminado con éxito, Solostaral.  Intentaré ponerle un final digno, aunque ya te aviso que mi concepto de la dignidad en la caza incluye que los corzos me propinen una soberana paliza y acaben ganando ellos, je, je, je.



Y sin más paso a relataros mi experiencia de este sábado por la tarde, en la que ya os adelanto que disfruté como un enano...y que nadie resultó herido.


Acompañado por una de mis hijas, de catorce años y con gran ilusión por las cosas del campo, me puse en el puesto a eso de las 19:00, con un tiempo realmente excepcional, en contraposición al de la semana pasada, que me impidió finalmente salir al monte.

Lo de la elección del puesto debo agradecérselo al ejército de los Estados Unidos y a la democratización de su sistema de satélites GPS. Gracias a ellos y a Google Maps, elijo con calma de lunes a viernes y desde mi ordenador la posición exacta que me va a permitir una mayor visibilidad. Luego, una vez en el monte, es fácil orientarse y situarse en el lugar elegido.

Una cosechadora, seguida de una empacadora,  estaba haciendo su labor muy a lo lejos y transformaba en un tiempo asombrosamente breve una parcela de cereal en un rastrojo. Un rastrojo que parecía la barba de un adolescente, lampiño, sin lugares donde esconderse ni siquiera a las lagartijas, ocasión que aproveché para explicar a mi hija el daño que esto producía en la vida del campo, y cómo podría evitarse simplemente segando un poquito más alto, con una pérdida en la cantidad de paja recolectada  realmente insignificante, o dejando algún rinconcito minúsculo en cada margen sin segar donde la fauna pudiese encontrar refugio.

Pero ni siquiera la observación de lo mal que se hacen las cosas siendo tan sencillo hacerlas bien, podía estropear la visión de la naturaleza en todo su esplendor, porque aunque el verano ya empieza a abrirse paso, la primavera aún nos ofrece su lado más amable. La tarde transcurría bien, con una extraña ausencia de mosquitos y el sol iba bajando, como era su obligación.

A eso de las ocho y media, en la amplia ladera llena de matorral de nuestra derecha y a unos 250 metros, un zorro entra en nuestro campo de visión mientras inicia su ronda nocturna. Busca meticulosamente entre las piedras, se levanta, se agacha, se yergue sobre un punto elevado y se queda quieto, con las orejas bien tiesas y oteando los alrededores en busca de alguna señal que le indique que hay algo que echarse a la boca. Constituye un verdadero espectáculo verle cazar y el animal parece que se sepa observado, porque hace todo tipo de cabriolas y gestos graciosos, como si quisiera lucirse. Reconozco que en esos momentos pienso para mis adentros que si el observador fuese Búfalo, el pobre raboso iba a hacer su última función, pero yo no tengo permiso para tirar a los zorros y me conformo con gozar del espectáculo, que va para largo porque viene en nuestra dirección y se lo toma con mucha calma.

Son las nueve y media, la luz va de baja pero aún se ve aún muy bien. El zorro, que ya se llama Foxie, estará ahora a unos setenta metros y debe estar resfriado, amén de miope, porque le estamos echando el viento cargado con los fortísimos efluvios del antimosquitos que acabamos de rociarnos. Lo sitúo en la retícula de mi visor y mi hija lo observa con los prismáticos, gozándola ambos.

De repente todo se precipita. Oigo un profundo lamento a mi izquierda, como el sonido de un conejo al ser atrapado, pero muy prolongado. No recuerdo haberlo oído nunca y pienso en alguna rapaz nocturna, o  un chotacabras tal vez.
Ya he dejado el rifle y tomados los prismáticos para intentar localizar el origen de esos extraños sonidos cuando de repente tengo una visión completamente surrealista. Por un yermo, a unos 150 metros de mi posición, dos pájaros grandes corren dando saltos, agitando las alas y cayendo de nuevo al suelo. Mi primer pensamiento al verlos es que son dos hembras de faisán, pero con el cuello muy largo, o dos hembras de azulón, pero muy extrañas. Mi desconcierto es máximo cuando veo que tras ellos corren dos jabalíes, intentando darles alcance.

Por instinto dejo los prismáticos y tomo el rifle, perdiéndome parte de la escena mientras sitúo el punto rojo del visor en el codillo del segundo jabalí, que aún está a la vista. El dedo busca el gatillo, respiro hondo y...no tiro. No puedo tirar al jabalí ni al zorro, únicamente al macho de corzo. Lo que no me sube, me baja.  


El episodio habrá sido breve, pero se me ha hecho larguísimo. Poco a poco empiezo a deducir que lo que he visto, y muy posiblemente oído, han sido una pareja de alcaravanes. Debían tener el nido con la puesta o sus pollos por ahí y al acercarse los jabalíes habrán buscado la forma de llamar su atención con la finalidad de alejar el peligro.

Total, que volvemos al coche exultantes, habiendo sido espectadores de una de esas cosas que suelen ocurrir en la intimidad de la Naturaleza y que están reservadas como premio a los que la amamos de veras y pasamos nuestro tiempo dentro de ella, y habiendo constatado una vez más de lo que son capaces los jabalíes y el daño que pueden llegar a hacer al resto de especies cuando su número es demasiado elevado.

Un saludo.

PD: Me enrollo, lo sé. Pero he leído las Normas del Foro y creo que enrollarse no va en contra de ninguna de ellas...    

Compañero Juan Lobón, disfruto como un enano con tus relatos y andanzas con los corzos.
Tengo muchas ganas de ver una foto con tu primer corzo.
Un saludo y a por el!!!

Como bien has dicho Juan Lobon, esas escenas solo nos las brinda la naturaleza a los que amamos el campo y en esas ocasiones yo me alegro mas de lo vivido que de haber cazado.

acrata escribió:

Compañero Juan Lobón, disfruto como un enano con tus relatos y andanzas con los corzos.
Tengo muchas ganas de ver una foto con tu primer corzo.
Un saludo y a por el!!!

Pues me alegro un montón, acrata. Esperemos que ese corzo no se demore demasiado, porque quedan pocos días para subir a por él. El descaste y la media veda están a la vuelta de la esquina y... ¡ hay tantos compromisos familiares y tan poco tiempo para salir de caza!

DAVID H. escribió:

Como bien has dicho Juan Lobon, esas escenas solo nos las brinda la naturaleza a los que amamos el campo y en esas ocasiones yo me alegro mas de lo vivido que de haber cazado.

Pues sí señor, así es. A veces se disfruta más en una de estar tardes "sin heridos" pero con experiencias así, que en algunos grandes caceríos con muchos tiros y grandes perchas.

Un saludo y gracias por vuestros comentarios.

Crónica de un domingo afortunado.


Fiel a este hilo, que abrí hace dos meses justos, paso a relataros lo sucedido este domingo por la mañana, con la esperanza de haceros partícipes de lo que yo viví.

El plan era situarse en la misma posición del sábado pasado, en la que me pasaron los dos jabalíes y el raboso, pero esta vez y habiendo conseguido el oportuno "precinto" conyugal, poder salir el domingo por la mañana.
En junio amanece endiabladamente pronto, y dado que quería acompañarme mi hijo (el de diez años) hube de desplegar todos mis encantos para que mi santa esposa entendiese que nada tiene de raro que un padre despierte a su hijo un domingo a las 03:30 de la madrugada para llevárselo al campo para ver si aparece un corzo.

Habiendo cuajado finalmente mis insostenibles argumentos, conseguí despertar al pobre chaval a esa intempestiva hora, fui capaz de ponerle las botas, cargarle con las cosas necesarias, pintarle la cara con rayas negras y verdes, como si fuese un Marine, y bajarlo hasta el coche.

Ahí debo hacer un pequeño inciso para especificar que mi mujer es una santa, porque consiente por ejemplo en que el niño no vea el jabón ni se perfume desde el jueves por la tarde, y vaya al colegio el viernes empezando a oler como un hurón, o que nuestra ropa de caza no se haya lavado en los últimos treinta días y se guarde en una bolsa cerrada con ramas de tomillo
.
Decía que conseguí finalmente meterlo en el coche y me dirigí al vedado, con la intención de estar en el puesto a las 05:30, encomendándome a la luna llena para ser capaz de andar en la oscuridad de la noche y dar con el apostadero siendo oscuro aún.
No hizo falta la luna, ya que el día amanecía radiante y a las seis ya estábamos situados con luz más que suficiente para tirar. La sensación de frío era tremenda, porque estábamos sólo a ocho grados, hacía algo de viento (que luego paró por completo) y nuestra ropa no era de invierno. El niño dormía acurrucado sobre una piedra y daba realmente un poco de pena.

La primera hora transcurría con una maravillosa placidez y el sol empezaba a derramar sus rayos por todo el valle mientras se levantaba desde la sierra que teníamos a la espalda, cuando de repente, en un barbecho situado a unos 200 metros , veo la silueta de un corzo que justo acababa de trasponer desde un bosquete y se pone a pacer.
Despierto al chaval y empiezo a escudriñar la cabeza del corzo con mis prismáticos. ¿Tiene cuernos o no tiene cuernos? ¡Maldita sea! No hay forma de verlo bien porque justo el sol que está saliendo llena de claroscuros esa zona. Le paso los prismáticos al chaval, que rápidamente me dice que sí, que es un macho. El problema es que mi hijo tiene una vista de lince, pero tanta afición que puede ver cuernos donde no los hay, y no me fio.

Seguimos mirando mientras el animal se acerca poco a poco hasta nosotros, aunque una línea de arbustos en el borde del campo están a punto de taparlo. Ahora sí, levanta bien la cabeza y veo dos pequeños cuernos con claridad. Encaro el rifle, lo apoyo en el trípode, respiro hondo para tirar mientras intento dejar de moverme porque estoy literalmente tiritando de frío y... se tapa con los arbustos.
No pasa nada. Cuestión de esperar un poco para que vuelva a salir. Máxima tensión. Empiezo a pensar que debería haber disparado antes, que me lo pienso siempre demasiado. Pasan diez minutos. Sigue sin salir. Pasan diez más. ¿Dónde se habrá metido? ¿No se habrá colado por la izquierda y se subirá hacia la zona de la sierra que tenemos a la espalda, verdad? Pues verdad. Justo a nuestra espalda, a eso de cuarenta o cincuenta metros y justo donde está el sol oímos cinco o seis ladridos, los que da el puñetero antes de tomar las de Villadiego.

No entiendo por qué nos ha ladrado porque era imposible que nos viese desde ahí. ¿Le habremos dado los vientos tal vez?

Derrotado una vez más, empiezo a pensar que estos simpáticos animales son en realidad unos seres extraños dotados de poderes paranormales, y que se distraen pasando los festivos burlándose de cazadores como yo...

En estas veo otro por mi derecha. Ha aparecido en un campo sin sembrar que conserva un poquito, muy poquito, de hierba. Está paciendo justo donde la semana pasado un cuervo anduvo picoteando durante horas. Unos 250 metros se interponen entre nosotros, pero ofrece el flanco muy a huevo y está muy tranquilo. No ha oído la ladra, o le ha dado igual.

Tomo los prismáticos y ahora no hay duda ninguna; es una hembra. La observamos a placer mientras se acerca a nosotros en diagonal. Es preciosa, come, atraviesa algún campo de cereal con la máxima cautela, mordisquea alguna ramita y permanece siempre en los márgenes de los campos, evitando exponerse demasiado. Me extraño de no verla con crías, ya que imagino que debería tenerlas, no sé.
El espectáculo de la corza dura sus buenos quince minutos, pasados los cuales vuelve la tranquilidad al puesto hasta una hora después.

Sobre las ocho despierto de nuevo al chaval. Un corzo ha entrado corriendo desde la izquierda y está paciendo en un pequeño clarete. Como está a unos 150 metros me encaro directamente el rifle mientras mi hijo hace lo propio con los prismáticos. ¡Mierda! ¡No hay cuernos! ¡Será posible que sea otra hembra!
En esas estamos cuando aparece un rayo corriendo detrás. ¡El macho! Hay unos instantes de confusión porque los dos animales no paran quietos, corretean y no dejan de cruzarse, no quedando claro cuál es cuál. Nadie ve cuernos. ¡Maldita sea! ¿Cómo es posible que sean dos hembras? En estas que ni cortos ni perezosos enfilan directamente hacia nosotros. Mi visor se llena de corzo. Hay corzo por todas partes. Los observamos a placer. Están a unos increíbles 30 metros y confirmo que las pinturas de la cara han sido una buena idea. No nos ven.

Es cierto que uno de los dos tiene como unos pequeños bultitos en la cabeza, pero me digo que incluso para alguien que se conforma con muy poco como yo, eso es demasiado. Deben ser dos hermanos, un macho y una hembra. Pienso en la carne, y en que disfruto casi tanto en la cocina como en el campo, pero no. Mi dedo no aprieta el gatillo y los vemos marchar. Son la viva imagen de la felicidad corcina, y juegan completamente ajenos al peligro que acaban de dejar atrás. Constato que la adolescencia es igual de inconsciente en un corzo que en un humano.

Todo queda en paz de nuevo y el chaval ha vuelto a coger el sueño sobre la piedra. Es increíble; hoy hemos visto más corzos que en los siete días anteriores, y no sólo los hemos visto sino que los hemos contemplado a placer. Una gozada.

Son las ocho y media y me propongo quedarme hasta las nueve y media para exprimir al máximo la jornada, aunque sé que a esas horas ya es más difícil que me entre algo. El sol calienta ya con ganas y se agradece, aunque el jersey aún no sobra. A las nueve y veinte me saco los cascos un rato porque me sudan las orejas y pienso que son un rollo, pero que hay que llevarlos porque tenemos sólo dos oídos para toda la vida. Me calo la gorra y me los pongo de nuevo, me ajusto la montura de las gafas y... un corzo aparece corriendo desde mi derecha, por lo limpio y a unos 150 metros.

Despierto al chaval y le paso los prismáticos que a mí no me hacen falta, porque lo estoy viendo a través del visor de mi rifle. Es un macho porque veo con claridad dos pequeños cuernos.

El corazón me golpea en el pecho y el tiempo se detiene mientras lo intento situar en la retícula de mi visor. Afloja mucho el paso y el disparo me sorprende tanto como a él, que corre ileso. Ahora va muy deprisa, cruzado, en la misma dirección que traía. Bien apoyado en el trípode le sigo, lo centro, adelanto y disparo. La bala impacta claramente delante de él y le desconcierta. ¿La habrá oído? Confuso, ahora ha cambiado de dirección noventa grados y se aleja despacio, intentando localizar el peligro, mientras recuerdo que tengo sólo una bala en la recámara y que este BAR I es endiabladamente difícil de recargar si has tirado los tres tiros, de modo que sé que sólo me queda una oportunidad de abatir mi corzo.

Ha llegado al borde del llano y se gira. Está justo de frente ofreciendo muy poco blanco, porque casi le tapa un árbol que está delante, en la línea de tiro. Apunto al pecho y disparo de nuevo. Inmediatamente veo que acusa el impacto, pero se pone a dar vueltas en círculos, mientras yo intento hacer lo imposible : meter otra bala en este condenado rifle.

Ahora ha desaparecido de nuestra vista tapado por el árbol. Maldigo a mi rifle por ser tan difícil de cargar mientras le digo a mi hijo que se quede en el puesto y me indique cualquier señal del corzo por los campos que se controlan desde ahí. Reduzco al mínimo los aumentos de mi visor mientras me acerco corriendo a la zona donde lo hemos perdido de vista y rodeo rápidamente el bosquete de matorral que empieza justo detrás, con la esperanza de verlo correr por ahí. Nada.

Hago señales al chaval y me indica que no lo ha visto.

Me empieza a coger la angustia de pensar que lo vamos a perder y me dirijo hacia el punto del impacto, para ver si hay sangre y esta me dice algo. Efectivamente, sobre una piedra veo una gran proyección de sangre y poco más allá restos de intestinos, lo que me indica a las claras que mi bala ha ido demasiado baja y lo ha alcanzado en las tripas. Me desespero aún más, pero veo mucha más sangre por donde el animal hacía los círculos y eso me da ánimos, porque la herida debe ser gravísima y no puede haber ido muy lejos.

De pronto, a no más de cinco metros de donde estoy mirando, veo algo que parece una piedra dentro de una gran garriga. Es grande y ...muy rojiza. ¡No es una piedra, es la espalda del corzo!

Lo saco de ahí y me pongo a gritarle a mi hijo, que viene corriendo como un loco. Besos, abrazos, las fotos de rigor en todas las posturas imaginables para inmortalizar el momento, la colocación del precinto y la llamada a los Agentes Rurales para comunicar su captura, como es preceptivo al menos en mi comunidad.

Finalmente, tras dos meses de pedir y recibir consejos, de madrugar, de fracasar...¡¡¡hemos abatido el corzo!!!


Muchas gracias a todos los que me habéis animado y aconsejado durante estas semanas. De verdad que ha sido un placer hacer este camino así, un poquito entre todos.

¡Enhorabuena Lobón!  Una magnífica cacería, con una estupenda historia. Me alegro mucho, ¡felicidades!

Saludos.

Enhorabuena por vuestro corzo , cobrado en el mes más difícil y dentro de este en los días más difíciles , con la luna brillando toda la noche .
Ahora a disfrutarlo en el recuerdo y en la mesa .

Bien hecho !

Muchas gracias a los dos!

Esta mañana no podía, pero ahora no me resisto a colgaros un par de fotos del mejor trofeo de corzo que cazaré nunca, aunque sea un poco canijo...

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Felicidades compañero, ese lo guardarás siempre en tu memoria, enhorabuena!

Felicidades, ahora seguro sufridas de corcitis de por vida.

enhorabuena compañero! vaya mañana más entretenida tuvisteis....

Enhorabuena Juan, trabajado corzo
Un saludo

Muchas gracias, Bufalo.

¡Trabajado por todos!

Bien te lo ha currado Juan Lobón. Enhorabuena.