EL OFICIO DE MAESTRO ARMEROEl oficio de
armero, tal como algunos otros, sólo existe una manera de ejercerlo: aprendiendo durante mucho, mucho tiempo; desde chico. No admite atajos ni cursos acelerados.
El de
maestro armero, además, requiere un dominio absoluto de los fundamentos que hacen trabajar a las armas bajo todos sus parámetros, y gozar de un sentido común especial para enfrentarse a determinados mecanismos y a algunos otros nunca antes vistos.
Y el de
maestro armero artesano de armas finas, además de ser un maestro, precisa de la más amplia visión del panorama armero global. Estar enterado de las innovaciones que repercutan de una manera u otra en los productos que ofrece a sus clientes, debe ser capaz –de un plumazo- de alcanzar la excelencia en sus armas y de detectar la menor deficiencia que no pase el corte del estándar de calidad que se ha establecido.
A principios del siglo XX esto se traducía en conocer los más diversos tipos de llaves, de sistemas de apertura, de calidad de aceros, de barrenado de cañones, de la procedencia del mejor nogal, de la importancia de una recámara bien acabada, de los diversos sistemas de expulsión, grabados, etc, etc… En definitiva, una vida dedicada al oficio.
Pero si además de todo esto, esta figura es autodidacta (sin maestro que lo forme), entonces es muy posible que con una sola vida no le baste para conseguirlo.
Puede salir un buen culatero, un buen cañonista o un buen ajustador. Pero no saldrá un gran maestro de refinado gusto y con conocimientos al día que aplicar a sus armas, porque eso es imposible.
Lo antedicho es contrastable en base a los métodos de trabajo de las grandes casas armeras, en las cuales la escuela de aprendices era absolutamente indispensable para su subsistencia en el tiempo, y cada segmento de fabricación tenía los suyos. El periodo de aprendizaje giraba en torno a los 7 años, siempre bajo la enseñanza de un maestro, cuyo pupilo llegaría a ser maestro en ese solo segmento.
Como es natural, el supervisor era aquel maestro de maestros que, dominando la fabricación en su conjunto, era capaz de juzgar con precisión el trabajo de cada uno de los demás maestros intervinientes en cada arma fabricada.
Una de las grandes preocupaciones de la casa
Purdey en sendas
Guerras Mundiales, fue (aparte del descenso vertiginoso de los pedidos) que la llamada a filas suponía prescindir de la práctica totalidad de jóvenes en avanzado estado de aprendizaje, que debían tomar en breve posesión de su puesto de trabajo como maestros en lo que fuese.
*Cita de don Victor Sarasqueta en su catálogo de 1907.Dicho lo cual, y dando validez –aunque sea relativa- a las fechas barajadas, y dándole poca a lo no esencial, surge una pregunta importante:
¿Podría un joven de 18-20 años, de familia acomodada alemana, haber gozado del aprendizaje mínimo necesario para formarse como armero?1. No hay tradición armera en su familia. Es verdad que existen armeros de apellido
Schilling tanto en
Suhl como en
Zella-Melhis, pero no existe conexión con los Schilling de
Freiburg-Waldshut. Por tanto no pudo haberse iniciado por tradición familiar.
2. De no ser por tradición familiar,
Eduardo sólo podría haberlo hecho como aprendiz. Pero me parece improbable que un funcionario de justicia de alto rango admita que el futuro de su primer hijo varón, no tenga más aspiración que la de formarse con 10 o 12 años como aprendiz de armero. Cualquiera en la posición de su padre aspiraría a algo más con su hijo.
3. Pero admitamos la posibilidad o incluso la rebeldía del hijo, que marcha por su cuenta o por la de su padre a formarse como armero. La primera consecuencia sería la de haber imprimido en sus armas alguna característica, aunque fuese mínima, alemana o austriaca. Y esto no es así. De hecho en el futuro, en lo tocante a armas, salvo para la adquisición de maquinaria a
Loewe y algunos drilling,
Eduardo no tiene relación alguna con las armas alemanas; lo que para un armero o medio-armero alemán es poco explicable.
Demasiadas desconexiones o inconexiones como para albergar la idea de que cuando
Eduardo abandona Baden, llevase consigo conocimientos armeros. Ni por tradición, ni por voluntad paterna, ni por edad.
Me parece más plausible la idea de que en su juventud conociese de cerca la armería inglesa, bien porque en efecto vivió allí algunos años, o por alguna otra razón que se me escapa. El caso es que, en mi opinión, si
Schilling trajo a
España algún conocimiento sobre armería, no lo trajo de
Alemania.
¿Es esta la imagen de un señor que vive en el
Paseo de Gracia, que forma parte activa de la dirección del
Club Excursionista de Barcelona (del que forman parte algunos de sus hijos) y que acude como miembro desde los 30 años al
Ateneo de Barcelona?
Eduardo Schilling se establece en
Eibar en 1893 (como mínimo 10 años después de formar parte formal del negocio de su suegro
Luis Vives) lo que algunos denominan fábrica y otros taller.
Según la
Matrícula de Eibar de esos años, en 1894 declara un taller con 4 empleados y en 1895 declara 27, en lo que parece clarísimamente una labor de reclutamiento, ya que no resulta nada razonable que un taller pase de ese número al otro en virtud de la demanda en el plazo de un solo año.
También en 1893, el 18 de diciembre, registra la que sería la primera marca de escopetas en España:
“Jabalí”.
En 1894 registra las dos únicas patentes puramente armeras que aparecen a su nombre o el de sus empresas, ambas sobre armas cortas. Dato curioso es que en la filiación de las patentes aparece con domicilio y profesión “desconocidos”
Lo único que parece claro de este corto periodo en
Eibar es que las intenciones de don
Eduardo eran las reunir material humano para establecer su propia empresa en
Barcelona, por lo que abandona
Eibar a finales de 1895 y así lo acomete bajo su propia razón social
Eduardo Schilling, Fabricante de Armas. Entre la gente que acompaña a
Schilling para lanzar su proyecto, figurarían sin duda, su maestro armero don
Pedro Paguaga Zabala y los jóvenes y futuros fundadores de
AYA Miguel Aguirre y Nicolás Aranzábal.
Por prestigio, personalidad y avales, si bien es cierto que eso sería un poco después, podríamos decir que uno de los más relevantes armeros era en ese tiempo ya don
Victor Sarasqueta Suinaga (
Bittor Sarasketa para los que se atreven a cambiar la ortografía del nombre ajeno sin permiso ni consideración). La personalidad no se forja de un día para otro, si no que desde temprano “apunta maneras”. Y las de don
Victor no debieron ser “moco de pavo”.
Me es imposible pensar que no existiese choque entre el eibarrés más legendario y un armero “intruso”. Hago un pequeño paréntesis para decir que, si bien se ganó el aprecio y respeto de la gran mayoría, mi inolvidado amigo
Diego Godoy nunca sintió que fuese “uno de ellos”, como él solía llamar a sus colegas vascos. Y eso que desde los 13 años vivió, trabajó y murió entre ellos. No imagino cómo sería la situación de
Eduardo Schilling al llegar a
Eibar, pero debió de ser de todo menos de una cariñosa bienvenida.
De hecho me es muy difícil aceptar que
Schilling estableciese una fábrica y no un simple despacho con alguna maquinaria para trasladarla dos años después sin un motivo de peso. Digo lo de “sin motivo”, porque el traslado al depósito de
Luis Vives (readaptado como fábrica) parece una maniobra un tanto precipitada. El paso por
Eibar, desde luego, no dejó profunda huella.
Y siguiendo ese mismo rumbo pregunto: ¿Es que es acaso lógico que alguien monte toda una fábrica -queda claro que no es una oficina (que la reseña en Barcelona) o un tallercito, ya que cuenta con electricidad (en esa época era notable) y no sería motivo de “
mérito por dotar a España de una fabricación nueva”-, para cerrarla a los dos años?
Yo me atrevería a asegurar que la tal fábrica no se creo con un fin de semejante provisionalidad, si no con una vocación de permanencia más prolongada de lo que resultó. Así que si la marcha de
Eibar no fue voluntaria, tuvo que ser forzada.
Imagino, porque lo he vivido, lo que sucede entre dos empresas cuando una intenta o de hecho capta a alguno o algunos de los mejores empleados de la otra. Y dado que después contrata armeros extranjeros cualificados, no parece que figurase entre los planes de
Schilling esperar eternamente a formar aprendices. Y así pasa de 4 a 27 en un solo año, como ya hemos dicho. Ahí debió seguramente surgir algún tipo de desencuentro con los maestros armeros más destacados de
Eibar.
Los dardos que
Victor Sarasqueta lanza en alguno de sus catálogos, nos permite intuir el objetivo de los mismos y apuntar también a la realidad de don
Eduardo. Veamos alguna de esas perlas:
Efectivamente. ¿Qué armero fabricante traía paralelamente armas extranjeras para revenderlas, a la vez que fabricaba las suyas, y no especialmente mal hechas? ¿Lo hizo alguno? Yo desde luego no lo conozco, salvo los dos barceloneses:
Schilling y su amigo
Beristain. Nadie más.
Sí es cierto que otros talleres de
Eibar se procuraban armas en blanco para terminar, según cuenta también el propio
Sarasqueta. En Eibar existían otros vicios, pero no ese.
Vamos con esos otros vicios:
La copia, fusilamiento o imitación.Las armas de españolas, desde los albores de la armería de retorcarga, pusieron sus ojos en
Inglaterra y de allí no salieron, hasta que la
Kemen se las tuvo tiesas con la
Perazzi.
Lo que doy en llamar “
el factor copia” en la armería española es algo digno de estudio, habida cuenta las proporciones que alcanzó. No se libraron de la falsificación ni los punzones del mismísimo
Banco de Pruebas. Cuando se profundiza en ello, causa realmente sonrojo ver cómo los calificados como “
inescrupulosos” (como los llamaba don
Víctor) no se detenían ante nada y copiaban catálogos íntegros de otros fabricantes, clichés, cartas de presentación, etc, etc…, variando el precio de manera arbitraria pero indefectiblemente a la baja y sin criterio alguno.
Se entra de lleno en el más absoluto de los ridículos al observar que uno de los más acérrimos denunciantes de esta coyuntura (don
Joaquín Fernández), calca la hoja de servicio post-venta de
Eduardo Schilling, incluidos los precios.
No parece que escape nadie, debiendo por tanto otorgar mayor reconocimientos a los más antiguos, pues de ellos arrancan los demás.
Esto no fue algo puntual en el tiempo, si no continuado en el mismo hasta perpetuarse como una seña de identidad de nuestra armería.
Solamente el hecho de que en la segunda mitad del siglo XX , y sobre todo a finales del mismo, se lograse alcanzar por parte de algunos talleres la excelencia en la construcción de escopetas, puede servir como justificación. El fin justifica los medios.
No puedo pasar por alto, sin embargo, que un arma de caza de dos cañones es un mundo de reducidas dimensiones, y no podemos pretender que, una vez inventado su fundamento, puedan existir enormes campos exploratorios donde poner a prueba la originalidad humana. Y ese mérito hay que concederlo sin reservas a la armería inglesa. Los armeros ingleses no inventaron la retrocarga, pero la llevaron a su perfeccionamiento definitivo. Una vez instalados en él, no cejaron en buscar cada uno (en términos relativos) su particular firma o seña de identidad, desarrollando multitud de sistemas de llaves, de expulsión, de fabricación de cañones, etc unido todo a un exquisito gusto. El caso es que la palma de la armería moderna se la lleva
Inglaterra y de
Inglaterra partió todo o casi todo. Por tanto el otro gran centro armero,
Lieja, tampoco se ve libre de perseguir la estela inglesa.
Donde quiero ir a parar es al hecho de que cuanto triunfó en el mundo de la armería, malo, regular, bueno o excelente, se imitó o trató de imitar en
España.
Todo, salvo las “best quality” de Eduardo Schilling, que son a su vez tomadas de modelos altos de gama belgas e inglesas, tal vez de
Lebeau y de
Westley Richards de los que la Casa era agente (y yo creo que cliente) . La cuestión no sorprende lo más mínimo; lo que sí sorprende es que NINGÚN otro armero vasco llegó a copiar las básculas que
Schilling utilizaba en los modelos
Jabalí de mayor fama.
¿Por qué?ÚNICO ANUNCIO DE LA ETAPA DE EIBAR (1895) QUE HE SIDO CAPAZ DE ENCONTRAR