LA FAUNA SIN CONTROL
La importancia de la diversidad biológica de Asturias nadie la duda, pero con lo que no mucha gente está de acuerdo es con la gestión de la fauna que hace la Administración regional. Las principales críticas de investigadores, conservacionistas y cazadores es por la falta de control de las diversas especies, cinegéticas o no, que pueblan el Paraíso Natural. El caso es que desde mediados de la década de 2000 se dejaron de hacer censos de los animales salvajes, algo que se considera fundamental para su correcta gestión. La Universidad de Oviedo tiene sus propios trabajos pero, paradójicamente, el Principado no consulta con los científicos cómo gestionar los muchos problemas con los que se encuentran numerosas especies en Asturias.
Carlos Nores, profesor de Biología de Organismos y Sistemas, es uno de los principales expertos en la materia de la Universidad de Oviedo e indica que «llama la atención que la Administración regional no llama a la universidad para tratar estos asuntos». Lo cierto es que Nores aporta datos sobre las poblaciones en Asturias de las principales especies en base a los estudios que pudo realizar la universidad. Los número son, cuanto menos, llamativos: unos 60.000 jabalíes, 18.000 rebecos y en torno a 6.000 corzos. Pero este experto también alerta sobre la población lobera, que calcula se incrementa entre el 4% y el 7% cada año.
La presencia de jabalíes cerca de núcleos habitados e, incluso, en el centro de Oviedo, ha llamado la atención de la ciudadanía y es un claro síntoma de que algo pasa. Desde la década de 1980, el jabalí ha venido creciendo una media de un 8% anual, «según los datos que proporcionan los cotos al Principado. Sabemos cuántos animales se cazan y el número de cacerías, lo que nos da esos resultados. Actualmente, hay zonas en las que siguen creciendo y otras en las que su desarrollo se detuvo porque la población llegó al máximo que puede soportar el medio», indica Nores.
Pero el caso es que «la gente piensa que hay más jabalíes en las montañas. Era así hace 40 años, pero ahora no, porque hay menos alimento que en las zonas bajas. Sus estudios también indican que «el mínimo de jabalíes en Asturias se registró a mediados del siglo XIX. Luego hubo un desarrollo muy lento, pero en la segunda mitad del XX hubo un incremento espectacular. A partir de 1990 aparecieron jabalíes en las playas, que no se había visto nunca».
¿Cuál fue el motivo? Este experto lo tiene claro: «La reforestación y el abandono del campo por el envejecimiento de la población. Hay un cambio del hábitat y el jabalí lo aprovecha». Además, recuerda cómo hace unos 20 años aparecieron muchos ejemplares en Barcelona, «cuando aquí ni sospechábamos que fuera un problema. Ahora, la población ha tenido una expansión y los jabalíes se encuentran con que los mejores lugares ya están ocupados y los más jóvenes van a la periferia de las ciudades. No es su hábitat ideal, pero tienen refugio, alimento y no se les mata».
Eso da lugar a problemas. Por un lado, los animales pueden perder el miedo al hombre y, por otro, causar accidentes, como ya está ocurriendo en muchas carreteras. Por ello, «habría que explicar a la gente qué no debe hacer si se encuentra con uno», indica Carlos Nores.
Enfermedades
La Universidad de Oviedo también realizó estudios sobre otras especies. Sus datos indican que el número mínimo de corzos en Asturias tuvo lugar a mediados del siglo XX. Tienen estudios desde 1800 hasta 1993. Actualmente, los corzos pasan una mala época: «En los últimos 10 años, apareció la enfermedad de la mosca de la nariz y la población bajó a la tercera parte. Es un problema ecológico gravísimo», explica este experto. Algo parecido pasa con el rebeco, muy afectado por la sarna y con una población que cayó a la cuarta parte. «No se les puede dar medicinas, pero sí decir a los cazadores qué deben y qué no deben hacer, como por ejemplo no dejar que se caiga ni una larva del corzo, porque aparecerá un nuevo foco de infección», apunta. Y los datos apuntan que en la Cordillera Cantábrica hay unos 18.000 rebecos, mientras que había 24.000 corzos antes de la aparición de la mosca de la nariz.
Una especie muy controvertida es el lobo. Carlos Nores critica la guerra de cifras que hay entre la Administración, los defensores del lobo y sus detractores. Pero es tajante: «Los lobos aumentan entre el 4% y el 7% anual. Creo que hay miedo a dar datos que tengan un respaldo científico».
Rolando Rodríguez, biólogo investigador de la Universidad de Exeter (Reino Unido) e integrante de la asociación Geotrupes, está especializado en una de las especies en peligro de extinción de Asturias, como es el urogallo. Se queja de que las autoridades «prácticamente no hacen seguimientos al respecto, de modo que no sabemos qué está pasando». Y tiene claro que «la responsabilidad de esa falta de información es de la Administración, y eso es algo que también sería bueno que toda la sociedad tenga muy claro».
El último censo de urogallos data de 2009 y Rodríguez indica que «se están gastando millones de euros en actuaciones totalmente especulativas para salvar la especie y ni un euro en averiguar cómo va su población». Lo achaca a una «gestión anárquica» de Asturias y de Castilla y León. Sobre el futuro del urogallo, apunta que «es posible que acabe por extinguirse, pero será sin duda por problemas derivados de una mala gestión y no por causas naturales o porque sea su destino. Creo que, con una gestión adecuada, la Cordillera Cantábrica tendría potencial para albergar una población de 10.000 urogallos».
Rolando Rodríguez pone como ejemplo de mala gestión que el año pasado Cantabria autorizó la mayor colonia de avión zapador conocida en el Cantábrico, con unos 400 nidos, en el río Deva, junto a la frontera con Asturias. Pero el Principado, que «estaba perfectamente informado», «se lavó las manos porque estaba al otro lado del río». Y todo a pesar de que esa colonia de aves estaba en un espacio protegido por la legislación europea y por la normativa asturiana, al ser una especie catalogada.
Un punto de vista diferente es el que aporta Valentín Morán, presidente de la Federación de Caza del Principado de Asturias. Reconoce que «el corzo se nota que bajó, aunque ahora parece que repunta y se recupera de la enfermedad del gusano que le sale en las fosas nasales». El que sí goza de buena salud, en su opinión, es el jabalí, aunque «en algunos cotos parece que bajó un poco, debido a los ataques de lobos, pero es que ya se ven en los pueblos. El aumento de jabalíes se debe al abandono del medio rural, donde ya no encuentran ni castañas ni cerezas, por lo que bajan hacia las ciudades, donde encuentran refugio».
Morán cree que la población de rebecos se mantiene, según la experiencia de los cazadores, mientras que los venados se han visto mermados «por la sarna y por los ataques de los lobos. Además, las nevadas de hace dos inviernos produjeron muchas muertes».
Distribución irregular
La distribución de las especies en la geografía asturiana no parece ser muy homogénea. Ernesto Junco es responsable del zoo de La Grandera (Cangas de Onís) y toda su vida ha estado dedicada a la fauna asturiana. Defiende que en el Oriente asturiano bajó la población de jabalí: «Sigue habiendo daños, pero se ven pocos ejemplares», indica Junco, que explica su presencia en el centro de Oviedo porque la capital «tiene un cinturón de seguridad respecto a la caza y los jabalíes se refugian allí. Lo mismo ocurre en Cangas de Onís, porque en invierno bajan del parque nacional y su presencia es patente».
Lo mismo piensa el presidente del Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas), Roberto Hartasánchez, quien advierte de que «el abandono del mundo rural y el descenso de la actividad agraria hacen que los jabalíes no encuentren tanta comida y vayan a zonas pobladas. Pero esto ocurre en toda Europa y, por ejemplo, se calcula que hay 10.000 ejemplares en los parques de Londres, mientras aquí nos coge la situación por sorpresa».
Por su parte, el lobo está causando estragos en la cabaña ganadera de la zona oriental asturiana. Ernesto Junco apunta que acaban de aparecer individuos con sarna, lo que «puede traer problemas, si evoluciona como con los zorros, que ahora están muy afectados en la zona de Ponga. Los lobos son muy descarados y por la necesidad pierden el miedo en busca de comida, lo que puede llegar a ser un problema para el hombre».
A pesar de ser conservacionista, Junco es firme defensor del papel de los cazadores y pone como ejemplo lo que ocurre con el urogallo. «Se prohibió su caza hace casi 40 años y mira ahora cómo están. Los cazadores, tanto que se les critica, ayudan a mantener el equilibrio de la fauna».
Lo que ocurrió con el gamo en Asturias es muy diferente. A finales de la década de 1950 fue introducido en la sierra del Sueve para la caza. Llegó a superar los 1.200 ejemplares, lo que hizo necesario un mayor control sobre la especie y actualmente está estabilizado en 529.
El oso pardo, un éxito
Pero si en Asturias hay una especie emblemática esa es el oso pardo, con unos 220 ejemplares en territorio asturiano. Este sí es un buen ejemplo de gestión exitosa por parte de la Administración y de las entidades conservacionistas que colaboran en la recuperación de un animal que llegó a estar prácticamente extinguido de nuestras montañas.
Pero también tiene sus problemas. Carlos Nores advierte de que «hay gente que piensa que son peluches». A pesar de que en Cantabria y Palencia es donde menos población osera hay, «es donde más ataques a las personas se produce. En Asturias, que es donde hay más osos, no hay ataques. Se debe al comportamiento de la gente, porque aquí hubo campañas muy intensas por parte de la Fundación Oso Pardo».
Otro problema es la aparición de osos huérfanos. Nores se pregunta «¿cómo es posible que en los centros de interpretación no se dé a la gente una hoja diciendo qué hacer? Si se coge un osezno y la madre está cerca, puede ocurrir una desgracia. En los parques de Estados Unidos y Canadá lo primero que te dan es información sobre lo que no puedes hacer, como dar de comer a los osos, bajo riesgo de una multa de 3.000 dólares», apunta este experto.
FUENTE EL COMERCIO DE GIJON
MARCO MENÉNDEZ
GIJÓN
La fauna, sin control
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