Dedicada al amigo Jumevi y a todas aquellas buenas personas que he conocido con la excusa de la caza:
Llevaba algunos años oyendo hablar de Mediacacha, siempre oí que es una de las fincas más monteras de la Sierra de San Pedro, y estos últimos años al pasar Aliseda y contemplar desde la carretera su sierra y sus morras, soñaba con cazar algún día su agreste paisaje.
Este año había cogido con Enrique los dos días de otra mítica finca que linda con Mediacacha: Cantillana. Y fue precisamente tras cazar la primera de las dos manchas de Cantillana La Nueva, cuando un servidor y la segunda pata de la collera comenzamos a darle vueltas al asunto.
Eche cuentas, y la insistencia de mi compañero, me hizo caer... La verdad que tampoco opuse mucha resistencia.
Decidimos ir a Las Morras, pues nosotros somos más de cervuno, y quizás esta parte baja de la finca garantizaba más número de éstos.
Finalmente y unos días antes convencimos también a algún buen amigo de Murcia, y el re-poker se completó con la sorpresa que nos dio el mismo viernes por la noche mi tocayo don Javier.
Durante la cena de esa noche muchas risas acompañados de algún buen amigo de Aliseda, muchos deseos de pasar un buen día, y muchas ganas de cazar con quien mejor lo he visto hacer en mi corta vida de montero.
Finalmente llegó el día, y desperté pronto a cuenta de las voces y portazos de los palomeros vascos que salían raudos a la sierra tras los grandes bandos de la Sierra de San Pedro. Tarde poco en ducharme, me vestí y pasé a la cafetería a tomar algo y a esperar a que llegara la hora de la reunión que tendría lugar allí mismo.
Finalmente a eso de las 9.00, se escuchó eso de: "¡Nos vamos!".
Corto camino hasta la casa, enterarse uno de que postura le correspondía y amena charla con gente como Félix, Jorge, Toti y otros muchos que allí estaban además de los amigos referidos. Salen las primeras armadas, y creo que los terceros o los cuartos, nos toca a nosotros. Nos pone un postor que he conocido este año, lleva muchos años cazando con esta gente, y es atento y amable como pocos.
Nos montamos en el coche de un señor con bigote bastante agradable al que acompaña su hija, y tardamos muy poco en llegar al segundo puesto de nuestra armada, que es el que nos ha correspondido.
Un pequeño canalón salpicado de jaras y encinas, con tiradero corto, salvo en la loma que encajona el siguiente regato, a nuestra derecha, y que nos permite como mucho un tiro de unos 40 ó 50 metros. La siguiente loma está ya muy larga para intentar cualquier lance, y además allí estaríamos cortando la caza a los puestos colindantes.
Nada más ponernos cargamos rápido pues se levanta cerca un grupo de ciervas, y a pesar de que pueden tirarse decidimos no hacerlo. Es más a lo largo de la mañana, de las casi 30 que vimos, tan sólo tiramos una que venía sola, ya casi a última hora, y que ofrecía sobre todo un lance interesante.
Se comienzan a oír algunos disparos, y parece que aquello está bueno. Andamos muy muy atentos a cualquier ruido y seguimos viendo más reses, pero esta vez lo lejos. En esas estamos, cuando ni siquiera han soltado, cuando los ruidos en nuestra postura se hacen más latentes, aparecen a nuestra derecha, por la parte baja del canalón, tres cochinos, vienen derechos, y a escasos ocho pasos se paran y la cochina que comanda, parece que nos saca... demasiado tarde, se lleva un tiro por la parte alta del cuello, tuercen a nuestra izquierda, y Jose cerrojeando muy muy rápido la dispara otras dos veces. El animal desde luego va muy tocado, y no pasan 5 segundos cuando oímos el pataleo, ante el temor de que esté agonizante, nos acercamos por si hay que rematar, está a no más de veinte metros del puesto, pero no la veíamos con las copas de las encinas y las jaras. Tiene los tres tiros, y es muy grande.
Continuamos la espera en la misma plica, y esta vez agarro yo el Sauer. Hace frío, sopla aire y la luz del sol está velada por unas nubes altas. Sueltan. Ahora aumenta el jaleo en la mancha. Carreras, ladras, voces, y los tiros van a más.
En esas estamos, cuando por nuestra izquierda y por detrás oímos romper monte de manera muy fuerte, creemos que es una res, agarro el rifle con fuerza y pongo el dedo para quitar el seguro, para encarar rápido y disparar por si es un venado... Pero... NO LO ES. Se presenta a no más de 20 metros el marrano más grande que he visto en mi vida, me encaro y lo espero tras la encina que va a pasar, lo voy a tirar a huevo. O al menos eso creía yo. Desaparece el cochino, no lo entiendo, y me doy cuenta que ha girado a su izquierda totalmente. Corre de espaldas a la encina y ésta me lo tapa. De seguir así no lo voy a poder tirar. Todo pasa en segundos, gira de nuevo a su derecha y ahora sí, lo meto en el visor, voy a disparar y veo que me quedo fuera, corro la mano, la cruz y el punto están sobre su pelo negro... ¡¡¡PUUUUMM!!!
"¿Dónde se ha metido pienso?". Ha cambiado la marcha y ahora rompe jaras por el viso tras cambiar de nuevo de dirección a su derecha, cerrojeo pero ahí no puedo tirar, vuelca y el cochino se pierde.
Jose cree que lo he tocado, piensa que trasero, y yo le digo que lo he tirado muy bien, que tarde en hacerlo, eso sí, por el quiebro que pegó en la encina. No oímos romper monte después, ni pataleo, y el 1, no tira. Mi compañero dice también que era enorme, que le ha diferenciado claramente sus partes nobles... Los dos coincidimos y opinamos que era un señor macareno. La verdad, prefiero no albergar muchas esperanzas para el posterior pisteo cuando recojamos, pues pienso que un animal de esa envergadura, o lo paras de un perfecto tiro en cabeza o cuello, o se tiene que llevar otros dos o tres más para pararlo. Además estamos tirando con un calibre medio como es el 30-06, y con puntas blandas, por lo que la "avería" que puede llevar si realmente lo he enganchado, no es comparable a la que le produciría otro calibre superior. Tenia que haberle pegado en la cepa de la oreja. Pena del quiebro que pego al llegar a la encina, sino lo hubiera tirado a placer.
Seguimos con el jaleo, acaban de soltar y ya hemos tenido un lance cada uno. De la tensión del puesto orino cuatro veces en una hora y cuarto. Jose por su parte tiembla de frío, pero el traqueteo de su pierna delata también que tiembla ante como está la mancha y las continuas carreras y ladras que oímos. Vemos cochinos a lo lejos. Tres de ellos como auténticos caballos. Estos acaban en el 3, y el tiempo nos da la razón al verlo cuando termina el monteo. Lo primero que encabezaba el grupo era una cochina de cerca de 150 kilos.
Aquello sigue por sus derroteros, hay cochinos a patadas, y nos llegan noticias de Jesús, que ya lleva cuatro marranos en su cuenta. Uno de ellos además presenta un buen trofeo. Se lo está pasando en grande, y anda con los mismos nervios que nosotros... ¡¡Dichosos cochinos!!.
Más y más ciervas a lo lejos, no vemos ni un sólo venado en toda la mañana; pero seguimos disfrutando pues vemos de nuevo más cochinos subiendo y bajando las morras a lo lejos.
Llegan los perros a nuestra altura, a esas horas hemos visto ya 13 cochinos y hemos tenido dos lances. Comento a Borja, y a un perrero que se llama Eusebio lo del cochino grande. Estarán atentos. Siguen adelante y no dicen nada. Cada vez albergo menos esperanzas, pero extrañamente no me molesta. Estoy disfrutando tanto que me da exactamente lo mismo.
Las voces de los perreros alegran la montería. Nos embarga una sensación de felicidad tonta al oír sus voces de ánimos a las recovas, y quizás así aplacamos lo que llevamos por dentro. Tenemos el corazón a mil por hora, y es que son muchas las carreras que nos pasan cerca, y escuchamos también ruidos propios de algún cerdoso zorreado. Además el viento no ayuda, y por momentos nos engaña.
Siguen pasando ciervas, vemos también dos zorros, pero no hacemos ni caso. Ahora bien, con la carrera de alguna orejona a Jose casi le da algo.
Más noticias de Jesús, ya van seis. Javi sólo ha visto ciervas y el señor Gómez ha pinchado un venao. Todos coincidimos por el dichoso invento del WhatsApp: La mancha está hasta arriba de cochinos, y faltan algunos venaos.
En esas estamos cuando vemos más cochinos a lo lejos, uno va por la loma que divisamos pero que no queremos tirar, y no es chico. Entonces, en un momento de tranquilidad levanto la cabeza, y se nos cuela un cochino a la espalda de Jose. Ha sido visto y no visto, y pasan al poco detrás dos perros. No era grande, pero nos la jugó. Así es esto. Mi compañero ni lo ha visto. Pasa un minuto y por los mismos pasos veo otra cosa negra unas centésimas de segundo, todavía ahora, a día de hoy, no sé si era un perro o un guarro.
La montería continúa alegre, los disparos se suceden, y charlamos en bajito de vez en cuando. Cuando en un momento levanto la cabeza, y por debajo del que se nos coló entra uno derecho: "Mira Jose, un guarro". Lo encara, el bicho se para a tantear, pega dos pasos... SECO. Otra vez alegría en el puesto, y la tensión también nos baja. Y es que los lances en estos puestos tan cochineros, hacen de bálsamo.
Tomo de nuevo el "fierro", comentamos algo y entra una cierva sola a toda mecha, va a recorrer el canalón entero. Mi collera me anima, me encaro y la pego en las costillas haciéndole un agujero tremendo. Continua la carrera con la inercia, pero va muerta, la pego otro tiro, pero esta vez fallo. No caerá muy lejos.
"Buen tiro" me dice Jose. Ambos coincidimos en que era bueno que tuviera yo otro lance para quitarme dudas de como estoy tirando. Cada vez estoy más convencido de haber enganchado el guarro grande, repaso el lance mentalmente, pero también cada vez estoy más convencido de que va a ser tarea imposible cobrarlo.
Sigo atento, y Jose me avisa: "Oigo algo donde está la cochina muerta, es un guarro seguro". Agudizo los sentidos, y espero el lance casi a nuestros pies, pasa como medio minuto, y al final del canalón, al llegar al regato y la loma que nos hace de tope, justo en lo más bajo, veo el lomo de un jabalí, encaro... y se lo come la tierra. Me la ha jugado. Me maldigo mil veces y me llamo de todo. Sé que era casi imposible, tenía que haber averiguado por donde pasaría y haber estado encarado para que me hubiera dado tiempo. Vamos, una quimera, coincidimos ambos.
Veo algún guarro más lo lejos, y a los poco minutos, por donde pensé que rompería el anterior que se coló, aparece otro cochino, lo tengo en la cruz y el punto, se para... SECO, patalea algo y por ello me acerco a rematarlo a cuchillo. Lo hago y compruebo que es un macho pequeño, pero apenas tiene trofeo. Aún así la alegría es tremenda, nuevo bajón de tensión, abrazos, y... ¡¡Madre mía qué puesto!!
Ya es tarde no debe quedar mucho a pesar de que muy a lo lejos se oye de nuevo alguna ladra y disparos. Charlamos y lejísimos veo algún que otro guarro zorrearse. Ya hemos visto 18 que se dice pronto.
Cada vez queda menos para que se termine la montería propiamente dicha. Escuchamos coches y aparecen vecinos de armada, el postor y los muleros con sus animales. Me acerco y les cuento todo lo sucedido. Sacamos los tres cobrados seguro, echo alguna foto y procedemos a buscar el grande que tire. No vemos nada, sólo alguna huella bien clavada, pero ni sangre ni cualquier otro rastro. O le toque muy muy poco, pues sigo pensando que lo tiré excepcionalmente aunque algo tarde, o se fue con más vida que la que llevaba. Sólo lo sabe Dios.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]La mula arrastra los cochinos, los suben al remolque, vemos las dos tremendas cochinas que ha matado el 3. Una de ellas es la que vimos a lo lejos. Tras ello nos subimos nosotros a la parte trasera del Land Rover.
No tardamos en llegar al cortijo, y el camino se hace corto por la amena charla que tenemos con nuestro postor y quien lo acompaña.
Allí nos esperan Javi, Toti y Jorge. Comentamos lances y pormenores, y pasamos a comer. No pillamos sitio pero nos apañamos de pie en una mesa del fondo, y disfrutamos de una comida casera, pero muy rica. Tarda en llegar Jesús que finalmente ha cobrado seis, dos de ellos con buenas navajas, sobre todo uno de ellos que es tremendo de cuerpo. No tardo en ponerme una copichuela, y después el resto de amigos hacen lo propio, eso si, yo sólo una, que luego toca vuelta y volante.
Nuestros amigos murcianos nos regalan las hortalizas que siempre traen de su tierra y los mismo hacen con nuestros anfitriones. Disfrutamos de la junta de carnes y al llegar un tremendo cochino, se forma el corrillo. Hay también un buen venado, largo, bonito, estará rondando los 155 puntos, pero allí el que manda es el macareno. Tiene unas navajas muy largas, una despuntada, son también muy anchas, y las amoladeras son gordas y abrochadas. Es el cochino con el que sueña todo montero. Probablemente y volviendo a los dichosos puntos... toque el más alto de los viles metales.
Allí nadie toca un bicho, sólo las ciervas son aviadas por los empleados de la empresa de carnes.
Se completa casi el tapete (falta un remolque), y se procede a la típica foto de familia. Se aplaude a la propiedad por la excelente montería de cochinos, y "se rompen filas". Últimas conversaciones, despedida de amigos y anfitriones, y el sabor que queda es tremendo... EXCEPCIONAL. Pura montería, una mancha preciosa y todo con amigos. Mediacacha ha sido mejor de lo que pensaba, y eso que no he visto un sólo venado... ¿Por qué será entonces esta sensación? No lo sabe ni el corazón...
Un fuerte abrazo
Fotografía: F. J. López Maraver. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS