La memoria.

La presente historia me la ha recordado un libro que me regalaron hace meses, el cual leo cuando el tiempo y las ganas me permiten. Y es que lo que le pasó a su autor, me pasó a mí unos ocho años antes. Pero para contar bien las cosas, hay que contarlas desde el principio, así que… .


                                                                                 LA MEMORIA


Eran las vacaciones de verano de un año a mediados de los ochenta, y estando paseando por una playa onubense a media tarde, me dan una voz desde un chiringuito en el cual recalaba yo a diario para almorzar, por lo que tanto el dueño como los camareros me tenían en cierta estima.


Desde lejos identifiqué al vocinglero, que acompañaba sus gritos con grandes aspavientos de brazos, tal que parecía se les fueran a salir de su tronco con tal de llamar mi atención. Una levantada de mano mía dio descanso a su viejo organismo. Allí en la balaustrada de madera del chiringo estaba Abilio, con el cual tenía yo tratos desde hacía años. Como ya era finales de verano, tenía este la piel tan quemada por sus largas vacaciones de más de tres meses en la playa, que exhibía la pinta de un viejo pirata. Un parche en un ojo y un pendiente en la oreja hubiera rematado la faena, por suerte no los llevaba pues el viejo Abilio era un hombre muy clásico, como correspondía a su edad.


Nos abrazamos calurosamente, nunca mejor dicho pues intercambiamos sudores mutuos ya que ambos íbamos en bañador, y nos sentamos a charlar. Abilio estaba allí “echando” su whisky vespertino, y yo me uní a él sin tener que pedir nada, ya que casi antes de sentarnos uno de los camareros con un "aquí tiene lo suyo D. Francisco", me había puesto sobre la mesa lo de siempre a esa hora, un copazo de 103 con hielo.


Y entre charlas de las familias y del campo, me recordó que teníamos que vernos en septiembre para ultimar un asunto común, aunque a mí no se me había olvidado.  Faltaría ya poco para que el Sol se aplastara en el horizonte, cuando me preguntó que si iba otra vez a la primera montería del año en la finca de su hijo. El año anterior había ido también a esa montería, y estuve en un puesto que no se me dio mal, pues maté dos cochinos y un venadete muy apañado, por lo que le pedí al viejo repetir ese puesto.


También le recordé lo que dijeron algunos monteros la pasada temporada, que habían visto un venado de categoría, y que varios lo tiraron, pero que todos lo fallaron, y me dijo Abilio que el guarda lo había visto varias veces desde entonces, y cuando me vio Abilio los ojillos de “a ver si lo pillo”, se apresuró a decirme que la próxima montería solo sería de cochinos, que su hijo quería darle descanso a los venaos al menos un año, así que la próxima temporada solo sería de guarros.


No lo dejé pagar la convidá a pesar de su cabreo, y nos despedimos, pero antes Abilio me confirmó que me pusiera en el puesto del año pasado tal y como le había yo pedido, y que me acordara de que nada de tirar venaos, a lo cual le aseguré que ni los miraría si me entraban... tonto de mi.


Bueno, sabiendo cómo estaba la finca de buenos guarros, no había que pensárselo, y más yendo invitado porque la mayoría de puestos iban de paganini, y no era precisamente barato el puesto. Nos volvimos a ver en septiembre, y después de rematar nuestro asunto, solo me recordó la fecha de la montería, y nada más me dijo.  


Llegó el día y allí me planté, después de la rutina de todas las monterías, saludos, desayuno, historias y rezo, nos fuimos a los puestos con una ligera llovizna que cesó en cuanto el monte tomó vida.


Las carreras y ladras se sucedían, el ruido del campo relataba como un libro abierto los acontecimientos que se estaban desarrollando. Ya llevaba casi una hora y cerca de mí puesto solo había oído tiros en los dos puestos de mi derecha, en uno de ellos por dos veces, así que la entrada de reses tal y como estaban batiendo en esa primera hora las realas, era por allí, así que el primero había pillado al menos una res y fallado otra que la había matado o rematado mi vecino de al lado.


No sé por qué, pero empezó a entrarme un poco de somnolencia, el express me pesaba en los brazos, y en esas estaba, cuando tras unos parpadeos, abro los ojos, y me veo plantado frente a mí, en todo en medio del puesto, como a unos diez metros mía y mirándome de frente.. EL VENAO, así, con mayúsculas.  Me quedé extasiado, era enorme y la cuerna… uuffffff, indescriptible.


Como tenía muy asumido que NO se podían tirar venaos, los brazos ni se movieron… al principio. Pero como los cazadores somos como somos, levanté poco a poco el express, y lo tuve apuntado al cuello lo que a mí me pareció al menos un minuto. El animal ni se movió, solo me miraba mientras yo levanté el rifle, y lo tuve apuntado… y ni se inmutó. Era como si supiera que yo no le iba a disparar.  Pero como ya no podía aguantar más aquella situación pues se me cansaban los brazos y se resentiría la puntería… le disparé.


Al rato me entró un guarro muy bueno el cual fallé de mala manera porque solo pensaba en el venao, y poco después otro guarro buenísimo que también fallé a unos treinta metros por el mismo motivo que el anterior.


Terminó la montería, recogí los bártulos me monté en Land y me fui a la junta.  Tal vez por los momentos vividos se me había aflojado el muelle, y entré del tirón en el WC, y allí estuve un buen rato, más que "soltando", pensando en lo sucedido.  Ya más tranquilo, salí del excusado y me fui a reunir con la gente. Más vale que me hubiera ido a mi casa por la puerta de atrás sin ver nada ni a nadie.


En cuanto salgo de la casa, lo primero que veo es pasar ante mi el remolque de la finca con reses recogidas en el monte, y allí, dentro del remoque… MI VENAOOOOOOOOO, ¡¡¡ y otros muchos más !!!.


Le disparé sí, pero entre las patas y para que dejara ya de ponerme los dientes largos y de cachondearse de mí, y para que se largara de una vez de mi puesto, así me concentraba en la puñetera montería y me olvidaba de él de una jodida vez, pues no iba yo a cargarme la faena con mis anfitriones matando un venao, y menos el pavo aquel.  Y mira por donde, otro lo mató por mí, y es que por lo visto, el hijo de Abilio había cambiado de idea de no tirar venaos aquel mismo verano, y cuando nos vimos Abilio y yo en la playa, aún el hijo no le había dicho nada, se lo dijo cuando terminaron las vacaciones, y cuando nos vimos en septiembre ya lo sabía Abilio, pero NO se acordó de decírmelo. En la charla de la mañana, nada se habló de ese asunto pues todos los monteros sabían que se podían tirar… menos yo.


No dije nada a nadie, pero la cara que tendría yo sería de antología porque me tropecé al hijo de Abilio, y me lo notó, y al preguntarme por la cara larga, le conté lo que me había pasado con el venao, y ahí me dijo lo que ya he contado. Abilio me pidió perdón por su olvido allí mismo, cosa de la cual le excusé y casi me enfadé por excusarse, pues estaría bueno de que encima de que me invitaban, también le fuera yo a poner mala cara al buenazo de Abilio por no acordarse de decírmelo. Le di un abrazo y de nuevo las gracias por invitarme y le conté un chiste de viejos, que tanto le gustaban,  rompimos a reír y como ya era hora nos fuimos a almorzar y a tomarnos un pelotazo con su hijo.

Ambos me hicieron contarles el lance completo del venao al menos dos veces, a lo cual me dijo el viejo… Paco, el otro lo tendrá colgao en su casa, pero ese lance lo tendrás tú en la memoria mientras vivas.

Palabras premonitorias las suyas, primero porque así es, y segundo, porque pocos meses después, el viejo se nos fue, se lo llevó un “alzheimer  salvaje”, según el médico.

Durante el funeral, el hijo me miraba, no sé si con aquella mirada quería decirme que tal vez aquel maldito y feroz alzheimer había sido el causante del olvido de su padre, eso me daba igual, ya no podría nunca más tomarme un pelotazo con él, ni contarle chistes de viejos, ni hablar de manchas ni de lances, eso era lo único que me importaba, y sobre todo, lo mucho que lo echaría de menos.

Todo eso es lo único que recuerdo de él, además de lo que me dijo sobre aquel lance. El viejo Abilio, como siempre, tenía razón, y porque lo tengo en la memoria, es por lo que hoy os lo he podido contar.  

gracias maestro

Todo sentimiento, Paco. Enhorabuena.

¡Menudos recuerdos!

Gracias por compartirlos.

Fantástico relato ! Me ha gustado leerlo. Gracias Enjarao.

Precioso relato, gracias por compartirlo.

Un relato precioso Paco. Vamos, como todos lo tuyos.

Maravilloso como siempre. Y todo un ejemplo a seguir de saber estar y comportarse en el campo y en la vida. Le animo a recoger sus relatos en un libro.
Un saludo!

Gracias a todos por leer mis cosas, de las cuales de vez en cuando me acuerdo de alguna cuando algo surge por el foro y me la recuerda, o cuando me encuentro a un viejo compañero y me recuerda alguna. Muchas gracias.

pepdark escribió:

Maravilloso como siempre. Y todo un ejemplo a seguir de saber estar y comportarse en el campo y en la vida. Le animo a recoger sus relatos en un libro.
Un saludo!

Creo que antes va el libro de historias moteras, que con esas si que me han pasado un montón de cosas y muchas muy raras, como más de una vez he dicho por aquí.

Bien contado y muy evocador final. Supongo que no seré el único al que medio se le han humedecido los ojos al leer los dos últimos párrafos.
Nuestros recuerdos de caza no son sólo los trofeos que cuelgan de nuestras paredes; a la edad que ya tenemos algunos, colgados en nuestro corazón llevamos las mil vivencias disfrutadas con aquéllos que ya no están con nosotros.

Gracias Enjarao

Roedeerer escribió:

Bien contado y muy evocador final. Supongo que no seré el único al que medio se le han humedecido los ojos al leer los dos últimos párrafos.
Nuestros recuerdos de caza no son sólo los trofeos que cuelgan de nuestras paredes; a la edad que ya tenemos algunos, colgados en nuestro corazón llevamos las mil vivencias disfrutadas con aquéllos que ya no están con nosotros.

Gracias Enjarao

Ten por seguro que no, a mi me costó trabajo escribirlo. Por cierto, que después de publicado me acordé del termino exacto que le dio el médico a su alzheimer al contárselo a la familia, no dijo "salvaje", sino... "galopante".

Me sorprendió cuando me lo contaron, porque no me pareció una definición muy académica para venir de un cirujano, pero recordando que diez años después, el neurocirujano que trató y operó a mi madre me definió su tumor cerebral como... el más "agresivo" que he visto en venticinco años de oficio, dejé de extrañarme de las definiciones médicas, después de todo, quienes somos nosotros, personas legas en terminologías médicas y no digamos si se trata de cirugías, para que nos digan la definición técnica exacta de estas cosas, y menos cuando nos encontramos en las circunstancias de tener de cuerpo presente a tu ser querido.

¡Qué bonito Don Francisco! Un relato así, merece el Don que el camarero del chiringo te puso con toda la razón del mundo. Recordar a tu AMIGO, así con mayúsculas, Abilio, es lo "más mejor" del relato. Y me trae a la memoria el día que dimos tierra a mi padre.
Para mí fue un orgullo que la iglesia, aunque no fuera muy grande, se llenara, igual que la plaza del pueblo. Eso era señal que mi padre era un hombre, quiero pensar que querido en el pueblo, y en los de alrededor, incluso en el Pueblo Grande de la capital del reino.
Pues bien, llegando a casa ya de vuelta, vi que en la puerta había un coche parado. Era un taxi con matrícula de Zamora. En él venía, Manolo, un AMIGO de mi padre. Acababa de llegar a Zamora desde Madrid, cuando uno de sus hijos le avisó del fallecimiento de mi padre. No lo dudó. Tomó aquel taxi, y para Las Matas, a 25 km. de Madrid se vino. Llegamos a casa casi al mismo tiempo. Él desde Zamora y yo desde el cementerio.
Todavía en la calle, se me colgó del cuello y rompió a llorar. Y yo, que había aguantado como un jabato el día, llorando y roto por dentro como cualquier hijo, pero sin que se me escapara una lágrima..., no pude aguantar más, y lloré con él.
Cuando pude hablar, le dije que hasta que él no me abrazó - y lo hicieron mil personas en aquel día - había sido capaz de aguantar el tipo.
Por toda respuesta me dijo que, era normal que llorara ..., y cito palabras textuales de Manolo : El que se ha ido era tu padre, pero también ERA MI AMIGO. y me volvió a abrazar, y los dos juntos volvimos a llorar.
Eso ocurrió el 21 de Mayo de 1997. Y no se me olvidará jamás.
Es grande tener UN AMIGO, DON FRANCISCO.
Y por cierto, Don Francisco, precioso y emotivo relato.

Buen relato, enhorabuena

Gracias a todos por vuestras opiniones y también por compartir sus expreriencias y sentimientos en este hilo (JM Palacios).

Os adelanto, que esta historia de Abilio, y la proximidad de la Semana Santa, me ha recordado otra la cual tengo ya escrita, pero no la publicaré hasta el Lunes Santo. Tal vez sea esta la más emotiva que he escrito, y me he enfadado conmigo mismo por no haberme acordado de ella hasta este año, cuando por circunsatancias, no tengo más remedio que acordarme de ella a cada dos por tres... imperdonable mi olvido.

Bien esto quedará subsanado y zanjado el próximo Lunes Santo, Dios mediante. Espero que os guste.

Contaremos los días.
Y hablando de memoria, cómo voy a olvidar la descripción de la muerte de aquel venado del flechazo¡¡¡, si la tengo grabada a fuego, "aún no sabe que está muerto", qué maestría, Paco.

Precioso relato, Paco. Esperando al lunes estamos.

A cuenta de la historia de este hilo, escribo esta anécdota, la cual creo que tiene su gracia.


                                                                                                          EL CHIRINGUITO


Como ya dije en la historia, el viejo Abilio me saludó desde un chiringuito al cual iba yo todos los días a almorzar en vacaciones con la familia, y muchas tardes, tras un largo paseo por la playa, también recalaba en él para tomarme algo mientras la paz me invadía al ver trasponer el sol el horizonte. Años después han descubierto que eso es terapéutico, que cosas.

Cuando llegaba por las tardes, el camarero en cuanto me veía venir por la arena, me preparaba mi 103 con hielo, que me gustaba más que todos los wiskis que tenía aquel chiringo, pues no tenían los que suelo tomar.

Tenía yo un chalet a cinco minutos del chiringo, tanto este como nosotros llegamos el mismo verano a aquella playa. Bajamos temprano a la playa el primer día y lo primero que hice fue ir al chiringo para comentarles que durante todo el mes almorzaríamos allí, y muchas noches también cenaríamos. El dueño me dijo que muy bien y que el día que quisiéramos paella se lo dijera por la mañana, y nos dio el teléfono del negocio.  Acordamos la hora de almorzar para tenerme una mesa reservada, porque ya sabéis como se ponen los chiringuitos en los meses de verano. En la cena no habría problemas de mesa.

Bien, ese día a la hora del almuerzo nos presentamos, y a pesar de reservar mesa, tuvimos que esperar a que se quedara una mesa libre, cosa que tardó un cuarto de hora, según me dijeron lo tenían calculado para que no esperara mucho, nos acoplaron como pudieron en una mesa junto a los servicios, porque aquello estaba a reventar, la larga barra, las mesas… muchísima gente esperando ser atendida.  

Buena comida, y el servicio a tenor de lo expuesto lento por sobrecarga de público. Más de tres horas hasta terminar el postre.

Por la tarde tras el paseo fui a tomarme un pelotazo, y ver la puesta de sol, que muchos días empalmábamos allí con la cena. Algunas tardes invitaba al personal a una copa, café...etc.

Y así durante la primera semana, pero en la segunda semana, todo cambió radicalmente. Llegamos a la hora acordada a almorzar, y conforme llegábamos de la playa, observamos un cartel en una mesa  que ponía… “D. Francisco”, la mesa estaba en la misma baranda que separa el chiringuito de la arena de la playa, o sea, lo que yo denominé “primera línea de mesa de chiringuito”, pues desde ella se dominaba toda la playa y el mar. Y nada más pisar el chiringo, se me viene el dueño y me dice que ya está mi mesa lista, y ante mi sorpresa, me sienta en “aquella” mesa.  Mejor imposible, “joer, que cambio con respecto a días atrás” la mejor mesa del chiringo reservada y con mi nombre, le dije a mi familia. Y mi MR, que siempre está a la que salta… “claro, entre las propinas que sueltas y los copazos a los que los invita por las tardes, como para no tratarte a cuerpo de rey, te tendrán  en un altar hijo, y eso que el servicio es bien lento”.

Ese día todo fue perfecto, en dos horas habíamos acabado hasta los postres, y después, el digestivo habitual de licores, bombones o frutos secos…etc, al cual nos invitaron.

Pero cuando llegué por la tarde tras el paseo, allí estaba la misma mesa con el mismo cartel, así que me senté allí a tomarme el pelotazo vespertino.

Todas las vacaciones lo mismo, la misma mesa con su cartel, hasta el último día que les dije que hasta el año que viene si Dios quiere.

Así estuvimos siete años, hasta que vendimos el chalet, por problemas dermatológicos de mi mujer que por el sol le prohibieron la playa y cualquier otra exposición al sol.. Así que al ir a despedirme de ellos por la tarde y como era costumbre, los invité a todos , y el dueño, con la confianza adquirida durante esos años, se sentó conmigo a tomarse el copazo, y de golpe me suelta:

- Que tal D. Francisco, ¿ y el rey, que tal está?.

Me quedé atónito, pues creía que venía a despedirse más íntimamente, algo más personal que lo ya hecho ante todo su personal, pero como me sonó extraña la pregunta, y yo que de guasa tengo para dar y regalar, le respondo:

- Pues en Marivent de vacaciones, así descansamos todos.-era Agosto y toda España sabe que ese mes la familia real está en el palacio de Marivent en Mallorca de vacaciones-.

- ¿Y da mucho trabajo el hombre?. – y yo, que no sabía por donde iba el cantinero, le sigo la guasa-.

- Bueno, tiene sus días, como todos.

- Pero tiene que ser muy arriesgado estar todo el día a su lado, como la ETA le meta una bomba.. uufffff.

- ¡¡ Calle hombre, no miente ruina ¡!.  

Os aseguro que no sabía por donde iba aquel hombre, no lo conocía lo suficiente como para cortarle y preguntarle que ¿de qué iba esa conversación?… “a ver hasta a donde llega”, me dije. Le seguiría el juego, pues me divertía con aquello, y también me picaba la curiosidad.-y siguió preguntando-.

- Y la mujer, perdón, quiero decir, la reina ¿qué tal, como lleva “los líos” de su majestad?.

- Pues aguantando el tirón, que no es cualquiera otra, es la reina y le toca aguantar.-y otra-.

- Será de mucha responsabilidad ser el jefe de la guardia real ¿verdad?.

- Pues como están las cosas en este país… imagínese. Mejor no hablar, que son cosas muy delicadas.- ahí el hombre detectó mis evasivas a sus preguntas, que no eran más que respuestas de
sondeo a ver si me decía algo en concreto-.

- Bueno D. Francisco, le entiendo y no le entretengo más, cada vez que vaya ud. a venir por aquí, como ya tiene nuestro tlf, con llamar por la mañana le tendremos reservada su mesa.

Nos fuimos por última vez de allí, y alguna que otra vez, de Semana Santa a mitad de septiembre, como sabíamos que esa era la temporada del chiringo, pues llamaba e íbamos a añmorzar. Pero nunca más me hizo preguntas extrañas.

Años después, y ya en mi ciudad, cierto día, entré un bar y pedir la comanda, el camarero me dice que si no me acuerdo de él. Y al verme dudar, me dice que era unos de los camareros del chiringuito, pero que él siempre estaba en la barra y no en las mesas, y como no había clientes, el hombre se explayó… pues no vea usted., cuando llegó y los primeros días lo hacían esperar como a todos y lo sentaron junto a los “bateres”, que allí cuando sopla el levante la peste se va para la mesa donde estaba usted, y cuando a los pocos días le dijeron al dueño que usted era el jefe de seguridad del rey, se cagó por las patas abajo, y dio orden de que antes de que usted abriera la boca tenía que estar sentado y servido, y la mejor mesa del chiringo reservada las 24 h por si usted llegaba, vamos que allí no se sentaba ni la familia del dueño y… .

Yo no sabía de qué iba aquello, así que le pregunté al camarero que ¿quien le había dicho eso a ellos?, y me dice que los vecinos de mi calle, donde yo tenía el chalet, que alguno se lo dijo al jefe, y que con el tiempo se enteraron todos, pero que como estaba la cosa con el terrorismo, lo llevaban muy en secreto entre ellos, y que nadie más lo sabía. Y que me pusieron en aquella mesa por dos motivos, el primero como agasajo por mi cargo, porque aquella era la mejor mesa del chiringo, y el segundo, porque según el jefe, si venía la ETA a por mí y había tiros, yo estaba en la primera línea, y el resto de clientes del bar estarían más protegidos al estar detrás. ¡¡Que cabrón el jefe!!, había estudiado el sitio para en lo posible, aislarme del resto. Me eché a reir, pagué y me fui.

Durante días estuve pensando en aquello porque tenía su gracia y no la tenía, así que días después volví al bareto, y allí estaba el camarero, y entre idas y venidas, le dije al hombre que ¿como llegaron los vecinos a aquella conclusión?. La respuesta:  pues por el lío que se armó con los juerguistas de su calle, y por como vinieron los locales y los GC al poco de usted llamarlos, y como le saludo la GC cuando lo vio a usted.  Otra vez me tuve que ir muerto de la risa, pues ahí fue cuando recordé… .

Justo aquel primer año, a los pocos días de estar en el chalet, los vecinos a los cuales no conocía de nada, pero que están pendientes de todo, tienen una reunión en la calle antes de cenar, y al salir yo para ir al chiringo a cenar con la familia, me dicen que si yo no sabía lo que pasaba… resumiendo, en un chalet alquilado en aquella calle, habían llegado un grupo de chavalotes y todas las noches formaban el pitoste hasta el amanecer, y un par de vecinos habían ido a pedirles por favor que no formaran tanto escándalo, y los juerguistas se habían pitorreado de ellos... y seguían con sus juergas. Yo no oí las juergas por estar un poco más lejos del chalet de los niñatos.

Siempre he montado en moto, y en aquel tiempo tenía yo una Honda VFR 750, la cual se la había comprado al concesionario oficial Honda y con cuyo dueño me unía una buena amistad desde mucho antes por haberle vendido yo otra mía y haber tenido otros tratos, y mira por donde, los juerguistas habían venido en la furgoneta de aquel concesionario Honda porque la vi aparcada en el interior de ese chalet cuando llegué allí, y yo sabía que mi amigo tenía seis hijos, y también que eran unos capullos que solo temían a su padre.

Así que les dije al grupo de vecinos que eso lo arreglaba yo en un momento, me metí en casa y llamé por teléfono a mi amigo el dueño del concesionario, le expuse lo que pasaba, y este muy indignado me dice que los iba a llamar en cuanto colgara, y que al más mínimo ruido, se lo dijera y que se plantaba allí de inmediato y se les acababa las vacaciones a los pelmazos de sus hijos.

Salí y les dije a los vecinos que se fueran tranquilos que en diez minutos el problema quedaba resuelto para siempre (ese sería el tiempo que tardaría su padre en llamarlos por tlf y cantarle las cuarenta a los golfos). Los vecinos  se quedaron todos con cara de poker, de no creerse nada.  Y como suele pasar, seguían discutiendo que si se han reído de Fulanito con lo formal que es ese hombre, y de Zetanito  también.. y tal. Vamos, que no confiaban en la gestión que yo había hecho, sin decirles yo lo que había hecho ni ellos preguntármelo.

A los diez minutos aparece un coche de la Poli Local del pueblo al cual compete esa playa, y con ellos un coche de la GC, y de lejos veo a un brigada de los GC que yo conocía por haber cazado con él años atrás, y con el cual me unía buena amistad, así que me voy para allá, y cuando estaba a pocos metros, el otro me reconoce y de coña se cuadra y me saluda al modo militar, nos dimos la mano y empezamos a hablar, y me dice que se habían topado con los Locales y que iban a cenar a un bar del pueblo pero que antes los Locales iban a ver a unos niñatos que estaban dando la lata, que un vecino hacía días que había llamado, pero ante la avalancha de veraneantes estaban desbordados de avisos.  

Salen los Locales del chalet y mi amigo me los presenta, apretón de manos y sonrisas, y me dice que estaban muy suaves los nenes, que esperaban se pusieran chulos y demás como con los vecinos. Y  les conté que se fueran tranquilos, que yo conocía al padre y este los había llamado un momento antes de que llegaran ellos y qie por eso estaban tan aplanaos, y que si metían la pata, llamaría al padre y en una hora se los levaba de vuelta a casa a los petardos aquellos. Para colmo, el GC amigo antes de irse otra vez de guasa se cuadra, me saluda y me da un sonoro… a sus órdenes, se meten en los coches y se fueron a cenar.

Me fui con el grupo de vecinos, y les dije que asunto arreglado, que no habría más ruidos, y ya cuando se separaba el grupo cada uno para su casa y yo para el chiringo, oigo decir a uno de ellos… “ hace dos días que llamé a los locales y nada, y viene este, los llama y se presentan en diez minutos los Locales y la GC…manda cojones”.  A partir de ahí, los vecinos me miraron siempre recelosos y un poco distantes, y no supe el motivo hasta que descubrí el pastel… jejejeje.

¿¿El resto de la cosa??... pues el prejuzgar a la gente, y la imaginación humana, supongo. Yo era SEGURO un militar o un GC de alta graduación, y por eso vinieron ipso facto locales y GC, y por eso se cuadraba el GC, y hablábamos como colegas. Vamos como el chiste del cuartel del pobre Eugenio DPE, el general le dice una cosa al coronel, este al comandante… etc, y de lo que dijo el general a lo que le dijo el cabo a los soldados… un abismo. Así que de una cosa a otra y a otra y acabé siendo... el jefe seguridad del rey.

Debo reconocer, que yo también tenía algo de culpa... mi aspecto autoritario, serio, con gran bigote algo retorcido hacía arriba no porque yo quisiera, sino para que no me estorbara al comer o beber, que me había visto algún vecino meter lo que solo podía ser una escopeta dentro de casa (de vacaciones yo iba un par de días a la semana a entrenar en una cancha que había a pocos kms de la playa), y alguna otra cosa. Toda esta fachada, quedaba después desmentida con  el trato humano.

Los humanos somos así, prejuzgamos y le ponemos la etiqueta a alguien solo con verlo, y difícilmente cambiaremos de opinión. Y es que… “si en cuanto lo vi sabía de qué pié cojeaba”. Solo si es cojo, sino… trátalo.  

Como final, debo decir que si hubiera sabido desde el primer día el motivo de aquel trato especial, NO hubiera destapado el asunto, total, yo nunca dije que era lo que ellos dieron por hecho que era, ni tampoco me lo preguntaron, y los muchos años que anduve por allí, me trataron a cuerpo de rey, al cual se suponía que yo guardaba, y quien haya estado en un chiringo de verano esperando " su mesa reservada" y después ser servido cuando se pudiera, entenderá bien lo que digo.  

estas sembrado paco ¡¡¡¡

Efectivamente, unas circunstancias encadenadas que implican una situación no real.
Todo ello digno  de una auténtica comedia de enredo. Y sin perjudicados.

Da gusto leer algo amable y gracioso en esta triste coyuntura en la que estamos inmersos.

Quedamos a la espera de más.

Saludos

Me he reído un rato Paco.

Paco, de lo mejor que he leído últimamente.

Me acabas de recordar como hace muchos años llegó mi padre a cenar con cierto mosqueo. Al preguntarle, todo serio como era, va y me suelta que le acaban de confundir con Giorgio Armani. Ante mi risa, no hacía más que seguir subiendo su nivel de cabreo, hasta que ya no le quedó más remedio que asumir la situación y reirse él también.

Era un hombre alto y corpulento, de pelo cano, y como indicas, de piel tostada al sol de todo el verano. Esto sería en agosto.

Pues resulta que una señora le paró por la calle y chapurreando en italiano, mientras le tiraba del brazo al marido, le preguntó si era Armani. Al negarlo en perfecto castellano, la señora seguía insistiendo en que sí que era él. Con bastante insistencia al parecer. Con la "delicadeza" que tenía, la mandó a paseo y siguió hasta el restaurante mascullando por lo que le acababa de pasar.

El cachondeo fue legendario. Más por la reacción del jefe que por el hecho en sí. Tal fue la repercusión del asunto, que en la agenda sigo teniendo guardado su contacto como "Giorgio".

No os lo perdías, como algunos por aquí saben, soy voluntario en centros penitenciarios, y además de darles clase, hablo con ellos sobre muchas cosas, también hay días que los sacamos a excursiones terapéuticas y/o culturales, bien pues mira que llevo así unos diez años, pues todos creen que he sido GC. Y eso que cambié mi fisonomía cuando me conocieron, me quité el bigote, cambié el peinado..etc, pero ni así.  

Cuando voy a misa algunos sábados con ellos, y se ponen a hablar entre ellos, al capellán le molesta, y si alguno se pone farruco y sigue, me levanto y lo miro, y ya no pía más. No sé porqué, pero se portan bien conmigo, y eso que les doy cierta confianza, siempre los escucho, y a veces me cuentan cosas de poner los pelos de punta, que no le cuentan a nadie y que no puedo contar. Saben que no los juzgo, los trato y les gasto bromas como amigos, y eso lo saben apreciar, no hay otro secreto para obtener su respeto.

Ahí si que hay material para contar historias peculiares, increibles algunas y otras muy curiosas... pero no son de caza.

Sus ordenes, don Paco!!!!

Muy bueno Paco