Confinamiento humano, liberación natural
El miembro de la Real Academia Sevillana de Ciencias escribe en ABC sobre «la liberación de la naturaleza que recupera espacios, habitualmente vedados por la presión humana y su papel protector»
Francisco García Novo
La primavera confinada que compartimos supone angustia por los enfermos y dolor por quienes vamos perdiendo. Incertidumbre sobre la utilidad de nuestro sacrificio en la trasmisión de la plaga y ante el panorama económico sombrío al desaparecer el turismo y frenarse la recolección o la producción industrial. En nuestras casas, los medios de comunicación e internet nos mantienen al día del coronavirus y de cómo las familias y amigos van superando la tempestad vírica. El móvil se ha convertido en herramienta de supervivencia.
Desde nuestras ventanas se comparte con los vecinos el aplauso vespertino, algún aviso, quizá un poco de música y la presencia de niños, animados y divertidos, aunque no puedan bajar a jugar y echen de menos el cole.
En este tiempo de forzada reflexión quisiera llamar la atención sobre otro proceso: la liberación de la naturaleza que recupera espacios, habitualmente vedados por la presión humana y su papel protector.
Se han difundido en la red imágenes de zorros, jabalíes, patos, un corzo, cabras montesas, recorriendo la trama urbana, libre de coches y despoblada. En la playa de Doñana, ahora sin tráfico, un vídeo muestra a un ciervo jugando con las olas; en cultivos y pastizales, aves que se atreven a reivindicar sus antiguos dominios. El paso adelante no está exento de riesgo para la fauna: un lince ha sido atropellado en Villamanrique el Domingo de Pascua, pero manifiesta la capacidad de los sistemas naturales por recuperarse, cuando la presión humana se relaja.
Otra evidencia de recuperación la ofrece la atmósfera con el descenso pronunciado de la contaminación del aire en nuestras ciudades, no sólo los grandes núcleos industriales de Madrid, Barcelona, Bilbao o Sevilla, sino todas y cada una de las capitales y ciudades mayores. Aire más limpio, más respirable, con impacto directo en la salud. Y para quienes disfruten de vistas al campo, la silueta de montañas, de pueblos, que la contaminación había borrado del horizonte, resurgen para recordarnos el paisaje de nuestra niñez y el grado de contaminación que soportamos en el medio urbano. Mundialmente el coronavirus ha inducido estos cambios, reduciendo las emisiones y mejorando los índices de contaminación, primero en China, en India, después en Europa y actualmente en América.
Quizá el virus nos devuelve la calidad del aire como una enmienda de nuestro habitual comportamiento consumista que ha generado el forzamiento climático con secuelas en temperaturas, precipitaciones, caudales fluviales, corrientes marinas y cambios ecológicos.
Quisiera destacar un último aspecto de Doñana y de los espacios naturales en relación con la epidemia. Se comportan como tampones de contaminación y amortiguadores de la carga vírica. No trasmiten el virus porque sus especies no actúan como vectores y la atmósfera que los recorre pierde carga contaminante, partículas en suspensión, carga vírica. Los espacios naturales conservados, y las dehesas, bosques y matorrales, se comportan como medios saludables y barreras a la propagación. A medida que se intervienen o se transforman desaparece progresivamente su capacidad estabilizadora sobre el territorio y la atmósfera.
La conservación es una importante estrategia cultural para comprender lo que somos y cómo funciona la naturaleza. También es una estrategia sanitaria que favorece los enclaves saludables y la regeneración de la atmósfera.
Las intervenciones innecesarias, el exceso de visitantes, el tráfico, los aprovechamientos impropios, su transformación agrícola o urbana, deterioran a los espacios protegidos y confinan sus elementos naturales, debilitando su regulación natural. Ahora, durante la epidemia, los espacios protegidos son aliados valiosos; cuando el coronavirus se diluya seguirán a nuestro lado como protectores de naturaleza y enriquecedores del medio ambiente. Defenderlos y restaurarlos nos ayudará a enfrentar esta epidemia y a las que, en el futuro, se puedan presentar
Francisco García Novo: Confinamiento humano, liberación natural
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