Aquí os traigo la primera parte de un relato, que por motivos técnicos ajenos a su voluntad no ha podido publicar nuestro compañero EBP y me lo ha remitido a mi.
Zamora, Sierra de la Culebra, septiembre de 2015
Todo empezó meses atrás, con las primeras conversaciones entre Mariano y el que suscribe; he de decir que desde el primer momento, fue todo de lo más natural, me daba la sensación de estar organizando una importante excursión de caza con un íntimo amigo, el entendimiento fue perfecto en todo momento, de principio a fin.
Por mi amistad con el propietario de Caza en Abierto, Mariano se dirigió a mí para ver “cómo era eso” y que le podía decir.
El caso es que yo no era ajeno a las evoluciones en lo que a gestión, adquisición de nuevos cotos y a la calidad de los animales que los pueblan. Con algo más de 30km de linde directa con La Reserva de Caza de la Sierra de la Culebra y en lo que es para mí, la mejor zona de Zamora en la que, además vistos los progresos en éstos acotados, me hicieron pensar que era el momento óptimo para recomendar y participar en la caza esta berrea del 2015.
Contratamos 4 venados para 4 cazadores, Mariano y dos amigos suyos y el mío. La idea era echar unos días inolvidables en esas sierras sin apenas caminos y disfrutar de una caza auténtica tras los tremendos venados zamoranos.
Los días pasaban, hasta que recibí una llamada en la que nos sugerían que deberíamos adelantar la expedición, ya que en la zona, los venados, sobre todo los grandes, desde mediados de agosto aunque obviamente sin berrear, se empiezan a mover bastante y se dejan ver en ocasiones mejor que en la propia berrea donde ya, una vez compuesto un harén, no necesariamente abundante, se hacen los grandes machos invisibles al esconderse en lo más recóndito de la sierra con sus hembras para no dar la cara nunca más.
El caso es que decidimos adelantar la expedición y allá que nos vamos. Habiendo reservado en el Parador de Puebla de Sanabria que, por cierto, estaba de oferta y salió la mar de bien, dispusimos ese mismo sitio para conocernos y hablar sobre lo que podría acontecer los siguientes días. Siendo cautelosos, la expedición pre-berrea sería un éxito si dos de los cazadores cobraran su venado, y así, con ese ánimo y sobre todo con el de disfrutar a tope, llegamos a Puebla el domingo por la tarde.
Mi intención estos tres días era la de acompañar a los cazadores ya que, al llevar desde el 97 sin cobrar yo mismo un venado en berrea, preferí dejar el mío para finales de septiembre y disfrutar del acontecimiento de la berrea, aunque debido al calorazo que hizo a finales, apenas oímos berrear, lo que son las cosas. Disculpad que me voy por las ramas pero, he de reconocer que viendo: barrancos, brezales, praderas y venaos como mulos mientras uno teclea, hace que sea complicado concentrarse.
Volvamos al domingo. Al haber salido de Madrid llegué antes, solté las maletas en el Parador y nos echamos al monte armados de prismáticos, me habían indicado un camino desde donde se divisaba gran parte del cazadero y allá que fuimos a echar un ojo, a oler a brezo y a que nos pegara el aire en la cara. Al poco de entrar por el camino, pudimos observar la cantidad de pinos y robles jóvenes totalmente destrozados por el escodado de los venaos, el escenario era imponente, las preguntas se agolpaban en la cabeza ¿Hasta dónde llegará el cazadero?, ¿Hará buen día de caza mañana? , ¿Estará esto a la altura de las expectativas? …….os podéis imaginar….nervios. En estas estaba cuando miro por el retrovisor del coche y pegado al culo tengo el Defender de los forestales de La Reserva ¡ Coño, que susto ¡ La verdad es que estuvieron amables, les explicamos a lo que veníamos y les dije que yo, a cazar vendría más tarde y que no traía nada . Esta gente no para, desde las torretas de vigilancia te ven a la legua y en casi todos los casos los caminos no tienen doble entrada/salida, son de ida y vuelta, así que lo tienen fácil. Nosotros a las 4 de la tarde poco íbamos a hacer excepto fotos. Una vez se fueron, oteamos desde un par de cornisas y no hacíamos más que maravillarnos de la preciosidad del cazadero, también vimos dos puntos separados donde habían echado una pacas de veza enormes y las tenían tomadísimas, la cosa tenía muy buena pinta.
Mariano y los suyos, estaban al llegar con lo cual, nos dirigimos al Parador para vernos; al poco, ya estábamos todos allí y, desde ese momento, todo empezó. Se hablaba el mismo idioma, buenos gestos, bromas, camaradería….impecable, de principio a fin.
Esperamos la llegada del guarda que no se hizo esperar y como podíamos salir un ratín esa misma la tarde, pues allá que fuimos, dispusimos las autorizaciones, precintos y demás para cada uno y ¡ al monte ¡ . Mariano, Paula y yo cazaríamos juntos todos los días excepto el último por la tarde ya que yo debería volver a Madrid.
La primera tarde nos colocamos de espera las dos últimas horas, en una meseta poblada de un denso pajonal y brezo, que daba a varios barrancos donde, en uno de ellos al asomar a nuestra meseta, habían colocado una paca de veza que tenían bastante tomada, la tarde estaba preciosa pero muy airosa y la sensación era de frío, de bastante frío y no estábamos bien abrigados.
Colocamos el trípode y bien tapados, nos encontrábamos a unos 120m de la paca de veza; transcurría la tarde y excepto un par de corzos no vimos nada más hasta que el sol se empezó a poner y aun con luz suficiente , mientras estábamos algo distraídos hablando, en la veza asoman 3 venaos de repente. Prismáticos a la cara : pequeño, pequeño, bonito…..dos de diez y uno de doce puntas, venaetes muy bonitos que , sin duda serán grandes trofeos en unos años y ¡vaya porte que tienen siendo aún tan jóvenes! , son como caballos. Ahí estuvieron los tres comiendo y haciendo amagos de pegarse con sus cuernas sin llegar a nada.
Allí nos quedamos hasta que vinieron a por nosotros, ya en el coche, primeras sensaciones y aparentemente todas positivas, todos habíamos visto caza y teníamos ganas de salir al día siguiente.
En la cena planeamos la estrategia para el día siguiente. Emilio, el gerente de Caza en Abierto no llegaría hasta la tarde, Chico y Miguel Ángel cazarían con el guarda por la mañana y Mariano cazaría conmigo, así quedamos.
La mañana amaneció buena y repetimos pero entrando desde más lejos, al camino de las pacas de veza y haríamos asomadas a los valles. Nada más llegar, llegaron de nuevo los forestales a pedir los papeles, les indicamos por dónde íbamos a recechar para que no nos interrumpieran con el coche, de nuevo fueron amables. Nosotros continuamos nuestro rececho pudiendo ver algún venaete hasta que empezamos a oír un par de venaos berreando en el valle que teníamos debajo, al rato y desde un alto pudimos ver un gran venado, el avistamiento fue breve pero el bicho nos pareció muy bueno, sobre todo grueso, como deben ser los de allí.
Interrumpo el relato para apuntar sobre lo que engañan los venaos allí, son enormes de cuerpo, pero enormes, y no siempre son largos de cuerna, así que un venao de 250 kilos o más, con una cuerna de 80 cm , puede parecer pequeño cuando, por los grosores que dan allí generalmente los hacen puntuar mucho sin ser largos y son en estos venaos en los que hay que fijarse bien y no descartar por “cortos”.
Retomando nuestro rececho, decidimos entrar al que habíamos visto abajo y así hicimos, ahí fue cuando nos empezamos a dar cuenta de cómo son los brezales y escobares de allí ¡vaya maraña! Cuando llegamos y como suele pasar, el venao ya no estaba, en el camino vimos varias ciervas y algún venaete menor, al retornar de vuelta al coche, empezamos a darnos cuenta de la magnitud del cazadero, es inmenso y está virgen, totalmente virgen. Llegados al coche, decidimos ir en busca de los demás compañeros y especulando estábamos sobre la suerte de los demás cuando recibimos esta foto:
No os podéis imaginar el subidón y ataque de nervios del que fuimos presa, la especie de risa floja que nos entró y la cantidad de insultos cariñosos que recibió el afortunado, queríamos ver ese bicho ¡YA! darle besos si fuera necesario , que lo era. Miguel Ángel en un lance in extremis, se había hecho con este pedazo de venao, de los más bonitos que he visto en mi vida pero……..esto no había hecho más que empezar. Para sacar a ese animal de ahí, por lo visto, había que ir en helicóptero, el tiro fue de testero a testero y al animal había al menos hora y media de duro repecho más la bajada. La falta de cobertura y el lenguaje gestual, hicieron que no se entendieran entre el guarda y el para cobrar el venao así que para nosotros, estuvieron perdidos tres horas hasta que nos empezamos a preocupar seriamente, “lo bueno” es que no llegaban ninguno de los dos, así que los hacíamos juntos bregando con el animal por esos barrancos y paredes como al final fue.
Una vez en el Parador, pudimos disfrutar de tan precioso y grandioso trofeo además de la aventura y el – Lance Extremo – que, entre risas, aspavientos y gestos de dolor nos narraba nuestro afortunado amigo.
La mañana, había sido un éxito, estábamos muy contentos. Comimos algo rápido y planeamos salir por la tarde. Como ya teníamos un venao en el zurrón, nos quedaban dos, la cosa prometía aunque el tiempo, por lo visto empeoraba y mucho para el segundo y tercer día.
Por la tarde salimos con Emilio, gerente de Caza en Abierto, Mariano y yo a la zona de río donde habíamos visto el venao grande por la mañana a ver si había suerte, Chico e Iván el guarda, saldrían a otra zona donde había buena berrea.
Entramos pues por la vega y vimos bastante caza, dos cochinazos en un intervalo de una hora, uno de ellos era bestial. No se montea y solo se caza a rececho el corzo y el venado, así que los que no son pasto de los muchos lobos que hay, se hacen grandes cochinos que campan a sus anchas, a plena luz del día. La tarde no dio mucho de sí, vimos un buen venado de 14 puntas pero muy joven y con un grandísimo potencial. Los otros, habían visto un venao muy bueno que por las malas condiciones de luz no quisieron tirar.
Terminada la jornada cenamos en Puebla de Sanabria para celebrar el primer venado de la expedición, cenamos de cine y planeamos la salida para la mañana siguiente, nosotros insistiríamos en la vega del río y Chico al que acompañaría Miguel Ángel recuperado del palizón del cobro de su venao, irían con el guarda donde habían visto el bicho bueno la tarde anterior.
La mañana del segundo día amaneció lluviosa y ventosa, buscamos el venado de la vega que no dio la cara, vimos muy poca caza, casi nada, como si “alguien “hubiera pasado antes, esa sensación ya la he tenido antes cazando en Zamora, es como si no estuvieras solo. Luego, al cabo de los días supimos quien fue…… ¡vaya pedazo de lobo carea por la zona!, con el pelo de verano aun, flaco como un galgo, alto, muy alto y con un cabezón de aúpa, lo vimos a las 7 de la tarde a placer y durante 5 minutos, exactamente por el itinerario que llevábamos en el rececho de la vega.
La mañana no dio para más y el tiempo se metió en agua, pero agua de verdad, de la que cae a plomo pero sin aire, ese agua, a mí me gusta y mucho. A la tarde , no había parado y tocaba decidir .Unos si, otros no, ¡ mira la que está cayendo! total que, al final convencimos al personal para salir , bien pertrechados con ropa de agua; Emilio nos guió hasta una caseta abandonada que estaba en medio de la vega, el sitio era increíble y a la caseta daban ganas de echarle un dinerillo y quedarse a vivir allí ¡Joder que sitio! me dije, el pajonal parduzco y empapado hacía de jardín a toda la galería de vegetación que recorría los márgenes del río con un monte muy cerrado a uno de sus lados desde donde una vez “acomodados” en la caseta, empezamos a oír los primeros berridos. Decidí ponerme un poncho y salir de la caseta para poder verlo todo, la temperatura era buena y el agua caía de lo lindo. Emilio, Mariano y Paula vigilarían otros ángulos desde la caseta desde donde vieron mucha caza cruzar por el pajonal mientras oíamos berrear venados en lo espeso. Al poco, se cruzó una corza que se puso a comer y a sacudirse el agua a 20m de mí, estaba disfrutando de lo lindo mientras intentaba descubrir alguna imagen que hiciera dar un vuelco al corazón, cosa que no pasó y nos hizo abandonar ya entre dos luces. Por lo visto, ellos habían visto un buen venao al que decidieron no tirar por no parecer lo suficientemente bueno y algunas ciervas más.
Los otros habían oído berrea pero no tuvieron ocasión. Cenamos como reyes y hablamos sobre qué hacer el tercer día que no amanecería bien, además, la presión empezaba hacer presencia entre los cazadores y acompañantes. Soy un tío optimista y estaba “seguro” de que triunfaríamos. Le comentaba a Mariano lo que me gustan a mí los bichos en el tiempo de descuento.
El tercer día amanece lloviendo y decidimos insistir en la vega de nuevo, creemos que hay más de un gran venao allí y ahí que vamos otra vez, nada más llegar, el rio ha crecido tanto que no podemos cruzar y nos obliga a dar un grandísimo rodeo en coche que hace que nos perdamos las primeras luces, alcanzada la vega empezamos el rececho y justo a la altura de la caseta donde estuvimos la tarde anterior, un pavazo se nos cruza a huevo pocos metros antes de meterse en el monte y poder reaccionar, nos ha parecido muy grueso, no muchas puntas pero muy grueso ¡ Qué mala suerte! continuamos el rececho y a las 10.00 ya hemos visto toda la vega sin más avistamientos. Empieza a escampar y decidimos darnos una vuelta con el coche hasta llegar a unos oteaderos a ver si hay suerte. El sol empieza a salir pero el viento es fortísimo, paramos a otear unos valles interminables cuando de repente, veo el venao más grande que he visto en mi vida ¡vaya bicho! es descomunal, debe estar por los 300 kilos, es un mulo, la cuerna, a simple vista nos parece muy buena. Emilio se queda viendo la operación desde lejos y Mariano, Paula y yo nos embarcamos en la que será una aventura de 4 horas y media, además del rececho/tiro/cobro, más bonitos en los que he participado. Sabiendo que el venao se ha echado, decidimos entrarlo por una cresta tapados por la sombra, ahí, justo ahí, el brezo era bajo y nos vamos aproximando con más facilidad de la que pensábamos. Logramos ver las puntas de la corona del venao entre los brezos, la palma parece de cuatro puntas largas y blanquea, el cabezón del bicho es como una mesa camilla y está allí echado, a 315m decidimos parar y colocarnos para esperar a que se levante, hacemos una clara entre los brezos, colocamos las patas y a esperar.
Así estuvimos 40 minutos y el venao que iba con dos ciervas seguía echado, solo movía la cabeza. Las nubes que venían a gran velocidad y traían agua nos hicieron tomar la decisión de intentar un tiro al cuello. Mariano está acostumbrado a tirar largo y a bichos en movimiento en las monterías a las que acude en su tierra y el testerazo en el que se encontraba el venao, aunque largo, nos iba a dar la oportunidad de poder repetir el tiro en caso de fallo en varias ocasiones además, Mariano, lleva siempre 2 cargadores en su Mannlicher , así que con calma, aseguramos que estuviera todo en orden, el rifle alimentado, el cargador extra por si le costaba caer al animal, el apoyo firme…….cuando rugió el 300win mag. por primera vez, el venao se levantó con sus dos ciervas, la verdad es que pensé que iban a correr en nuestra dirección, buscando refugio en los espesísimos regatos que teníamos debajo pero, no fue así y tiraron hacia arriba y a la izquierda, el venao metía un bulto tremendo, era enorme, lo seguía con los prismáticos mientras Mariano repetía los tiros, enganchándolo en el tercero y cuarto, casi a 400m, algo trasero pero, siendo éste un tiro mortal aunque siguió repitiendo volviéndolo a enganchar hasta en otras dos ocasiones, el venao, se tambaleaba hasta que perdió las manos y cayó en el brezal que teníamos “enfrente” , enfrente y a tomar por culo…el venao estaba seco pero lejos, muy lejos. Abrazos de alegría, comentamos el lance una y otra vez y la tensión nos salía por las orejas.
En la foto, debajo y a la izquierda de la torreta más cercana, “se puede apreciar” el venao. ¡Vaya sartenazos!, ¡Qué crack!
Ahora, había que llegar al animal, eran las 11.30 de la mañana y hasta las 16.00 no íbamos a salir de allí en lo que fue un penoso (por lo impenetrable del monte), trabajadísimo, precioso y agotador cobro que jamás se nos olvidará, además de tener la presión añadida de poder calarnos en cualquier momento.
Dividimos los trastos ya que todos queríamos ir al cobro y nos pusimos manos a la obra. Según avanzábamos, veíamos lo que engaña todo en esas sierras, bajo los brezales se escondían zanjas, terraplenes, arroyos encajonados entre paredes de dos metros…fue una paliza monumental, habría que ir abriendo monte y haciendo túneles literalmente, sudábamos por cada pelo una gota. Nos llevó dos horas y media llegar al venado muerto. Cuando llegamos y vimos semejante animal, volvimos a estallar en júbilo, cierto es que nos engañó y nos pareció mejor trofeo en la distancia pero eso daba igual, era uno de los lances más intensos de todas nuestras vidas y el venao era, enorme, precioso y lo mejor; viejo, muy viejo, con unas rosetas casi pegadas al cráneo, un gustazo de animal.
Hasta 4 cauces tuvimos que pasar como éste, algunos verticales y todos resbaladizos.
El venao de Mariano, todo un “venaaco” zamorano, tremendo, como un caballo.
Ahora, teníamos que sacar el animal hasta la pista que se ve a nuestra espalda al fondo, no sabéis las soba pero, el venao en la espalda da alas.
Desde la izquierda de las escobas que se ven en la morra de enfrente, desde ahí, tiramos el venao.
En fin, una vez ya en el Parador, tuvimos de tiempo de comer y darnos un duchazo que nos dejó nuevos. Ésta misma tarde yo tenía que volver a Madrid aunque Mariano, Miguen Ángel y Chico jugarían la última carta al venao de Chico.
La tarde, tras la siesta quedó apacible y decidieron intentar la vega donde tanta caza habíamos visto en casi todas las salidas; ésta vez, entrarían desde arriba. Al llegar, no se movía un rabo en toda la zona, a Chico por un instante, le había parecido ver un lobo de refilón, lo cual, explicaría de nuevo la situación. En estas estaban cuando repentinamente cambió el aire trayendo unas espesas nubes negras que tenían pinta de descargar, como así fue y lo hizo con ganas, diluviaba. Volvieron al coche a prisa y Mariano sugirió volver a la vieja caseta del rio donde, resguardados del diluvio, podrían quemar lo que iba a ser el último cartucho de la expedición a resguardo.
Serían las nueve de la noche cuando, casi sin luz, negreando entre el pajonal de la vega a unos 400m de repente, se podía distinguir la silueta del buscado monstruo de la vega. Iván, el guarda y Chico, casi a oscuras esprintan con el aire de cara hasta colocarse a unos 100m del venao. El mismo que la vez anterior nos la había jugado al menos en dos ocasiones, no se percataba de que, el tesón, la sangre y la afición del cazador de verdad, son armas poderosas que, ésta vez le iban a costar la vida; el venao por un instante barrunta algo, levanta la cabeza mientras ruge el Blaser enviando una letal punta del 300 win mag que entra en su pecho, el tremendo venao se tambalea pero no cae, haciendo a Chico repetir en otras dos ocasiones hasta dar con el en el suelo. Rápidamente, llegan a el y ¡ahí está! Un venao grueso, negro, perlado, precioso, con unas puntas blancas que hacen que nuestro cazador como todos nosotros en otras ocasiones, entre en ese trance dulce, liberando tensión, felicidad y emoción; todas ellas multiplicadas por haber tenido lugar en el último minuto. La expedición pre-berrea, ha sido todo un éxito además de algo inolvidable.
¡Enhorabuena amigos!
Nos llevamos además de tres magníficos trofeos una experiencia inolvidable, entrañable, de Caza de la de verdad, de la buena, de la trabajada donde no se regala nada y todo es Caza.
Ha sido un placer compartir con vosotros todos estos días donde he podido comprobar el estupendo grupo de amigos que sois además de unos grandes cazadores.
Un fortísimo abrazo
Quique Beneytez