Aquí va mi losa...
Ya estamos de camino y es un placer acompañar a Enrique en el coche. Además de hablar de cosas del trabajo, de las novias, de la crisis, etc., por ser una persona que caza mucho más de lo que en realidad te dice y lleva desde pequeño haciéndolo con su padre, con las rehalas de su familia, en sus fincas, etc. es un placer hablar con él de cuestiones cinegéticas. Me comenta que él sigue con sus alrededor de 40 monterías al año disfrutando como un enano, me cuenta algunos de sus lances y situaciones graciosas, que lleva más de 100 reses en la temporada entre machos, hembras y cochinos, que todavía le quedan bastantes salidas, etc.. Yo le comento que este año, aunque he salido a un par menos que el año pasado, estoy teniendo bastante suerte y además este año estoy cazando mucho cochino. También me quedan 5 monterías confirmadas, a cada cual más divertida. Así que ya veremos como rematamos. Después de un viaje muy entretenido, ya estamos en la casa de Julio, el Volao, punto de reunión habitual.
No puedo evitar pensar que, por lo que me ha dicho mi madre, la abuela Paquita (madre del marido de mi tía, también de Extremadura), a la que tenemos en gran estima en casa, está ingresada y con muy mala pinta. Desde luego, que vaya semanita, entre mi tía segunda, Mico, que falleció de cáncer el jueves y la “abuela Paquita” que está muy mal… Veremos a ver.
Llegamos, como siempre, justo para cenar. Y es que siempre es mucha distancia la que hay que hacer, y acabamos saliendo con el tiempo pegado por las obligaciones habituales. Ahí están ya muchos de ellos, y ¡qué alegría volver a verlos!
Conseguir que viniera Jorgito no fue fácil, con esto de que anda todo el día ahora trabajando. Pero una vez que llegamos y viendo el ritmo que llevaban los cubiletes de los botellines empecé a barruntar que la cosa se iba a liar hasta las tantas. Y yo con la garganta hecha polvo no tenía el cuerpo para nada, y es que ya me conozco el patio...
Jamón, flamenquines, presa ibérica, partidita de mus, etc. mientras iban entrando y saludando las mismas personas con las que tienes el placer de coincidir de año en año. En fin, como era de esperar, ambientazo. Los combinados en vaso ancho iban cayendo, los compañeros que perdían pagaban, y aquello dio para mucho, ¡jajajajajaja! Se echa de menos la presencia del tío Mario (que todavía se anda riendo de la mañana que me despertó preguntándome por el tema de la fiducia, creo que fue, porque yo no recuerdo nada, y que le empecé a cantar para su sorpresa y risión...), de Ricitos (Borjita) y de algunos más. Una pena. Pero lo estamos pasando de miedo.
Notando como me subía la febrícula y las bebidas espirituales, amén del dolor de garganta que traía, quise recogerme al encame hasta en dos ocasiones, pero me vi cortado en la huida por los afanosos podencos que permanecían atentos a la mancha. Al final, acabamos donde siempre. Mi mente me dice que las horas de sueño que me quedan son ínfimas, pero que nulas serán como no me retire en ese mismo momento. Toque de retirada.
Suena el despertador. Remoloneo mientras se ducha Enrique, mi turno, salgo, definitivamente ahora valgo dos reales más. Me voy a vestir, me siento en el borde de la cama, y se me viene literalmente encima. Como de película. ¡Vaya risas! Si me llega a pasar anoche, me da algo... Me visto, la ropa me
a "secadero de jamón". ¡Vaya tela! Salimos, las 8:00 y sólo veo a cuatro personas para salir. ¡Bufffffffff! Echamos petróleo y a coger la carretera. No sé que tendrá esa carretera que siempre en apenas 10 kms palmas otros tantos grados. De 9 grados pasamos a -1 en un momento.
Una vez en la finca, van llegando los invitados puntualmente, salvo alguna excepción con la que ya se contaba...
Desayunamos sentados pegaditos a la candela. Son las 9:00 y tras dar Andrés las indicaciones oportunas, se reza como Dios manda, y a repartir los puestos. Al final, por una incorporación de última hora, comparto puesto con Jorge, así que sin problema. Una armada nueva para mí, o eso pensaba, el 14 del Saltadero, "Las Aguilas" (vi un par de ellas en el puesto). El año pasado en el 11 del Rosarito, "La Trocha" (en esta finca, los puestos tienen nombre), me lo pasé de cine, y esta está al otro lado de la hoya. En esa ocasión Koki iba al 10, y era divertido oírle disparar, y al poco sentir yo el tropel por detrás, y viceversa. Damos la mancha que linda con la del año pasado. En fin, pinta muy bien la cosa. Y además no llueve. Es la primera vez que voy a las Piedras y no diluvia o graniza... "Jorge, espabila, que tienes que desayunar y salimos los cuartos".
Últimas indicaciones de Torri sobre los cupos y que hay que quitarle reses a la finca, y para arriba. De camino saludamos a los numerosos perreros que se empiezan a preparar y comienza a oírse algún tiro suelto. Pasamos el tunel y ¡sorpresa!, si en este puesto estuvimos hace unos años Jorgito, que hicimos el cupo y nos dejamos un cochino con muy buena pinta sin tirar de los codazos que nos dábamos para tirarlo cada uno. ¡JAJAJAJAJAJA! Si, el puesto del helipuerto. ¡Qué bonito es ir de año en año a las fincas con amigos y que se sumen los recuerdos, y qué buenos todos ellos! Así que nos pusimos a hablar de los distintos puestos y lances que habíamos tenido en años pasados, hasta que empezamos a ver reses corriendo por delante, por detrás, por los lados. ¡Mira que bicho! ¡De esos hay 3 o 4 que son de los de quitar! ¡Menudo aparato! ¡Frena que se chocan con nosotros! En fin, aquello era un espectáculo. Habiendo dado la comercial el sábado anterior (¡vaya pavos se cazaron!) las reses se olían que esos trastos no traían nada bueno.
Según vamos subiendo por el camino vamos dejando puestos, con mucha distancia, sin verse, en puestos naturales, algunos más apretados que otros, pero todos con suficiente tiradero como para juzgar las reses y bastante sucios. Cualquiera de esos me valía. Encumbramos, y la orografía y vegetación cambian radicalmente. Se baja el 11, y luego el 12, el chico cordobés que nos había subido en coche, Javier. Iba con su madre, María José, también cazadora, y la verdad es que eran muy buena gente, y con ese aire desenfadado y divertido de los cordobeses pasamos un buen rato de camino al puesto. Baja sus bultos y se ofrece a dejarnos en el puesto, lo que agradecemos.
Después de dejar el 13, se baja el postor que se sube con nosotros, y el resto de los hombres de campo continúan a pie. Nos bajamos, y mientras nos orienta en nuestro tiradero, nos tenemos que apartar de una trocha que vienen reses. ¡Madre mía, carga rápido que esto está muy revuelto! Empezamos a prepararnos y más reses. Nada, a estas no da tiempo. A todo esto compruebo el rascadero que tenemos en el mismo puesto y alguna baña en el pelado. Si nos sale algún cochino aquí, será un monstruo…
Nos colocamos bien, comprobamos como nos ha dicho que estamos en un pico, de cierre, que nos movamos dentro de la isleta en la que nos encontramos en función de la carrera de los bichos, porque hacia las colmenas tenemos mucho tiradero, pero hacia delante y hacia la derecha tenemos que estar atentos para que las copas de los árboles no nos penalicen más de lo que ya lo hacen. Hacía atrás hasta el camino podemos tirar, luego ya hace viso unos metros para luego acabar en un barranquete. De todos modos, en esa dirección, nos tapa un tupido jaral. En esas estamos, mientras a la vez termino de cerrarme las botas, cuando salen más reses por el pelado, me giro, nada, dos monstruos, a esos ni mirarlos. ¡Aiba, pero que el tercero si es selectivo! Me giro, y entre que me encaro y lo meto en la cruz ya van demasiado pegados, y prefiero no arriesgar. Nos lamentamos.
Según se meten los 3 machos, salen otros dos más al fondo. El primero una bestia, ese nada, el segundo no lo tenemos claro del todo. Se paran, nos han visto, pero no se arrancan. Dos minutos o más mirándolos de reojo y sin pestañear casi, cuando quitan la vista, prismáticos a la cara. ¡Quieto! Nos vuelven a mirar. Así hasta que vemos que el segundo no es claro del todo que se pueda tirar. Parece que hace horquilla arriba. Estas monterías le enseñan a uno a sujetarse, y meter la pata no es una opción. Sería una manera tonta de empañar un día de caza con amigos por tirar lo que no debo. Están de foto. Pero acaban por escamarse y se dan la vuelta. ¡Vaya comienzo!
Ahora si, se oye otro tropel. Nos entra una primera pelota de unas 10 reses. El primer tiro de Jorge creo que lo falla, en el segundo le tira al último venado al que veo caer doblando las patas en un jaral cercano a las colmenas. Él piensa que ha dado a ambos. Bueno, ya veremos.
Se empiezan a oír cada vez más tiros y aparecen más reses en grandes pelotas por nuestra postura. Pero están entrando al revés. De atrás hacia delante. Quizás al colocar la traviesa de abajo se han espantado, pero pensamos que la traviesa acaba mucho antes. Empieza el tiroteo. Intento asegurar lo máximo posible. Nada de tirar a ciervas que estén cerca de algún venado de los que no se pueden cazar en esta ocasión. Así que con eso de que ando subiendo a las cabezas para mirar, y bajando para tirar, me parece que les voy dejando los tiros altos.
"Jorgito, estás irreconocible", "anda que tú también estás fino", "desde luego, o somos malísimos tirando o es que no caen en el sitio".
Y más reses, y más tiros, y más reses, y más tiros. Tu turno, mi turno, tu turno, mi turno... Ya alguna vamos dejando en el sitio, y que no paran de pasar. Da tiempo a recargar las 4 balas, a tirar, y a recargar, y a tirar otra vez, y a recargar. ¡Madre mía! Esto es de locos. “Las del pecho de enfrente Jorgito” “A ver que me apoyo, ¡PIM!”, “Agua”, nada, ya van hacia los puestos del 10 en adelante, déjalas. Espera, que vienen más, “PIM, PUM” Esa ha caído, a la última, a la última” “¡PIM! Cuidado el venado grande”, ¡PUM!, “vale, vale, cayó la de arriba que era la que apunté”, etc. Pegaríamos 40 tiros en 15 minutos.
Nos da la risa. "Dejamos de tirar, que para mí que estamos liándola muy petarda Jorgito", "Si, si, dejamos, dejamos". Otra pelota, "PIM, PAM, PIM, PAM", "¿Pero no dejábamos de tirar Koki?" "Pero es que estas son las primeras que nos entran bien, bien de verdad Luisito". “Pues del primer tiro pegaste a tres con la dichosa bala esa que tiras”. “Venga, recarga, a ver si te da tiempo a tirarlas en la hoyita”. Y más risas. Llamada de Jorge a Torri, nada, que dice que sin problema, que todo lo que quitemos ahora no lo tiene que quitar luego y que le parece muy raro que nos esté entrando tanta caza al revés.
Comprobamos así por encima lo que seguro que llevamos, rematando alguna res. Un momento de calma, en el que lo que nos entran son grandes venados chorreados y Jorge decide que es hora de echarse una siesta. "A ver si aguantas un poco sin tirar, que tengo que descansar un poco". "Y tú a ver si cambias las PMP esas guarras del 270 que traspasan tanto y no hay quien cobre nada en el sitio golfo". Más risas. Vaya siesta galopeada tuvo...
Salvo algún venado más selectivo, pero selectivo de verdad, decido que ya sólo ciervas, y en cualquier caso, si salen de la mancha, no si entran. No tarda en pasar la primera pelota, a la que asegurando le disparo a una que va más atrás andando raro y descolgada del grupo cuando está más cerca del camino. Me parece que la he fallado, pero el tiro suena al clásico "flop" de haber pasado carne, Jorge piensa lo mismo. Bufff, otra más a revisar.
Intento hacer alguna foto, pero entra caza de cuando en cuando, y al final desisto en continuar con reportajes fotográficos. La mayoría está entrando por la derecha pero es que como aireamos hacia allí, se paran formando unas pelotas muy compactas, en las que se ven cuernas de un porte que no aconsejan en absoluto probar fortuna.
Otra pelota de fuera de la mancha hacia dentro. Están frescas, no se les ve con la lengua fuera, las dejo pasar, se dirigen al 13, no tardamos en oírlo disparar.
Un grupito de 3 machos hace aparición en escena. El primero descartado, un pavo. El segundo horquilla en la vara derecha pero no en la izquierda, y el tercero en la izquierda pero no en la derecha. No les veo contraluchadera. Nada, a sujetarse. Una llamada a Torri para contarle como va la cosa. Todo OK.
Una pelota de ciervas con gabatas y varetos. Entran a todo trapo, me voy con la más delgada de todas, ¡PUM!, fallo, recargo ¡PUM!, cae, recargo, las otras no las veo bien, a ver si se destapan en la carrera por la derecha, si, lo hacen. A la penúltima, ¡PUM!, al suelo. Ya no tiro más. Las dos al lado del camino. Vamos afinando.
El ruido del AVE al pasar me hace pensar en alguna ocasión que vienen ya a sacarnos del paraíso. Pero miro el reloj y ya son casi las 3, no puede ser... Hasta que al final, el ruido de fondo, si que resulta ser el tractor.
Antes de que llegue todavía me da tiempo a tirar una vez en la hoyita de delante a un venado al que le conté 6 puntas que iba con otro de unas cuantas pocas más. Y esa fue la única vez que vi un perro en toda la montería por nuestra zona, y por eso me decidí a tirar, aparentemente sin fortuna. El hecho de no haber visto perros por esa zona se debió a una petición por parte de los linderos, que la propiedad por supuesto que entendió y respetó. De haber soltado abajo, no sé lo que podía haber sido eso...
Mientras Jorge recoge el desaguisado que tenemos en el puesto, yo me voy a marcar las reses y a echar una mano a los cargueros. 3 aquí, un macho pegado a esa chaparra, otro macho de allí, las 2 de allá, pero aquí tiene que haber alguna más que se fue pinchada, si, mira, otro macho, 2 más aquí, más estas 2 ciervas… Madre mía, que follón de reses tenemos alrededor. A Dios gracias todo dentro de lo que se podía tirar. Javier, que ha venido a recogernos, me echa una mano en el pisteo. Pero allí ya no se ve nada más. Que pena de “Mauser” o “Ron”, que en esta ocasión, no pudimos traer. Y al final, no me queda claro cuanto hemos cobrado y tenemos que hacer las cuentas varias veces y aún así, no me cuadran. A mí me falta un venado, que ambos vimos que alcancé, pero que siguió canalón hacia abajo, y al menos una cierva, y a Jorge el venado que yo vi caer, posiblemente un calentón de agujas, y por lo menos 2 o 3 reses más. Pero es que sin rastro de sangre poco se puede hacer. Cobramos un par sin rastro de sangre, siguiendo los pezuñazos, pero el resto, ni idea. Nos consolamos pensando que las fallaríamos.
Con el sofocón de andar para arriba y para abajo, baja bicho, sube bicho, se nos olvida hacer fotos.
En esta ocasión no hace falta que nos quedemos recogiendo reses como el año pasado, porque van 6 personas por nuestra armada con el tractor, así que al coche y a comer. No podemos evitar comentar mientras bajamos el hecho de que si llega a ser la montería a venados grandes, nos bajábamos con un cupo bien nutrido de medallas. Nos da la risa.
Comprobamos como se ha hecho el cupo con creces por la mayoría de puestos de nuestra armada. Y además del 8 en adelante todos han tirado y/o visto cochinos. Si es que tenían una pinta esas puertas para que por allí aparecieran… Parece ser que se ha matado uno bueno, que resultó ser de Curro, que necesito de 4 tiros, encajando los cuatro, para cortarle la carrera.
Abajo vamos preguntando a unos y a otros, echamos alguna mano, mientras vamos picoteando flamenquines, quesos, embutidos, pescaito frito, etc. ¡Qué a gusto se está y todo el mundo contento! Después de comer frugalmente, por el aperitiveo excesivo, vamos yendo a la junta de reses, donde poco a poco se va completando el tapete. El ambiente es estupendo. Los principales comentarios son sobre un venado bastante bonito de cuerna muy blanca, y es que sólo verlo algo te dabas cuenta de que algo raro (tuberculosis salvaje) le pasaba. Por lo visto lo agarraron los perros sin tiro ni nada y apenas oponía resistencia cuando fue rematado por un montero. También destaca otro bonito venado que fue alcanzado por error por algún ansias y el cochino de Curro, al que andan midiendo grosores, porque de altura hasta que no se saque nada. Pero por el grosor, debe andar entre bronce y plata, a pesar de que aparentemente es un cochino joven.
Suena el móvil, es mi madre. Están en el tanatorio que falleció la “abuela Paquita” -¡vaya por Dios!- y que mis tíos salen con el féretro el domingo temprano para Miajadas al entierro. Le digo que intentaré llegar a tiempo para darles un beso a los tíos, pero que al no depender de mi, que les diga ya, que lo siento mucho. Los golpes que te da la vida.
Me tengo que volver a Madrid en el día, y finalmente voy con Mario y sus dos hijos, Hugo y Elena, pero sus reses y las de nuestra armada son las últimas en llegar y ya no hay apenas luz y el barullo de carniceros y cargadores bajando reses es demasiado para intentar cualquier intento de foto. Al final, se ha quedado corto el cemento, ¡qué barbaridad! Esperamos para que no haya ninguna equivocación con el taxidermista, si bien, en mi caso estaban convenientemente marcados, y nos despedimos agradeciendo una vez más a nuestros anfitriones por el buen día que hemos pasado en su finca con ellos. Al final han sido 228 reses y 8 cochinos.
La vuelta en el coche se hace un poco larga, porque el camino que es más corto está cortado y tenemos que dar una pequeña vuelta para coger la A-4. Vamos hablando durante todo el trayecto de mil y una cosas, lo que hace el viaje más entretenido, paramos a repostar y a tomar un cafetito y ya directos hasta Madrid. Disfruto mucho oyendo a Hugo y a Elena hablar de caza. Dos jóvenes monteros con una afición irrefrenable y que se van empapando muy bien del conocimiento del campo a través de su padre. Hugo se apaña estupendamente compartiendo el 9,3 con su padre, mientras que Elena al principio con un 308 y ahora con un 30.06, siempre de cerrojo para evitar malos hábitos, por lo visto dobla las reses que es un primor. Las horas van pasando y yo cada vez tengo menos voz. Mario tiene la amabilidad de dejarme en casa. Subo las cosas y salgo corriendo a casa de mis tíos para darles el pésame.
Cuando me meto en la cama, sin voz y con 38 de fiebre, intento recordar los lances… pero caigo rendido.
¡Viva la montería!
Me faltan fotos que me hubiera gustado incluir, que hicieron Mario, Hugo y Elena con otra cámara, pero aquí pongo algunas de las que yo hice. No pongo las típicas flechitas y donde caen las reses por cuestiones obvias, ¡jejejejeje! Se pueden ver algunas de ellas en las propias fotos, otras por la vegetación y orografía no se distinguen bien o no se ven.